Contaban Ignacio Vidal-Folch y Lars Bang Larsen en Grandes borrachos daneses, breve libro sobre la idiosincrasia de Dinamarca y de sus vecinos nórdicos, que Noruega siempre había sido considerada el primo pobre, algo paleto y vulgar de los países escandinavos. Y que esa imagen se mantenía hoy, aunque desde la envidia febril a la que les obliga el descubrimiento del petróleo en el Mar del Norte. Noruega, su prosperidad meteórica, encuentra un antes y un después en la llegada del crudo.
Así, Noruega había pasado de ser un cúmulo de pastores y pescadores repartidos por la oscura inmensidad de los montes escandinavos a convertirse en el ejemplo a seguir en el continente europeo, en el modelo por antonomasia de la socialdemocracia y el estado del bienestar. Cuando Noruega se encontró con inmensas reservas de petróleo en sus dominios territoriales, el país pasó de ser uno de los más pobres de Europa al más igualitario, el menos corrupto y el que, de forma sistemática, mejor puntuaba en todos los ránkings de bienestar y progreso del mundo.
Esa evolución también ha tenido reflejo a lo largo de las imágenes se han tomado del país. Por fortuna, el oscuro pasado de Noruega como país a la cola del continente y despreciado, por provinciano, por las más cosmopolitas Dinamarca y Suecia, fue inmortalizado a través de la fotografía. Y resulta en cierto modo apasionante observar cómo Noruega, desde sus poblados diminutos hechos de madera, se ha transformado a sí misma sin dejar de ser Noruega en toda su expresión.
The Atlantic recogía ayer el archivo fotográfico de Tilbakeblikk, proyecto llevado a cabo por el Instituto de los Bosques y Paisajes de Noruega y el Norsk Folkemuseum. Ambas instituciones han recopilado diversas imágenes de Noruega tanto a principios del siglo XX como en nuestros días, pasando por algunas otras datadas a mediados de la pasada centuria. Están tomadas en las mismas localizaciones, de modo que nos permite observar cómo ha cambiado el país a lo largo del tiempo, y cómo la influencia del petróleo ha sido decisiva para la modernización y el progreso del estado.
En la web de Tilbakeblikk se puede explorar la totalidad del archivo fotográfico. Aquí sólo hemos seleccionado algunas. En líneas generales, muestran cambios notorios, pero no drásticos. Noruega, un país antiguo perteneciente a Suecia que no recuperó su independencia hasta principios del siglo XIX, es fuertemente nacionalista. Y los noruegos gustan de ver su identidad reflejada en sus tradiciones y en sus paisajes, aún hoy inmaculados. De ahí que la transformación urbana del país haya sido modesta, al menos en comparación a las de otros homólogos europeos.
Daneses y suecos aún observan con altivez a los noruegos, primos (nuevos) ricos cuyas raíces tradicionales siguen muy presentes en la vida diaria del país, como bien refleja Dan Elloway en The Xenophobe's Guide to the Norwegians. Pese a todo, las imágenes del presente definen a Noruega como un estado moderno y saludable, bonito y acomodado. Una suerte de arcadia idílica donde se dan la mano lo mejor del pasado (el paisaje rural, el folclore) y del presente (la prosperidad).
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