Existe el oro negro, el oro blanco y, volviendo al origen, el oro amarillo. Pero hoy por hoy los ojos no sólo están puestos en el noble metal, sino en la arena. La de nuestras playas, concretamente. Hay mafias por todo el mundo negociando con esta materia prima tan cotidiana que asumimos imposible de generar una industria a su alrededor. Según la ONU, es probable que cada vez hablemos más de ello.
Muchas de estas cifras vienen del informe de las Naciones Unidas de 2014 titulado Arena, más escasa de lo que uno cree. Se estima que se extraen cada año casi 60.000 millones de toneladas de materiales alrededor del mundo y hasta el 85% de todo ello será arena para la construcción. Después del agua y antes que el petróleo y el gas, la arena es el recurso natural más demandado, y no sólo para funcionar como agregado de cemento y carreteras, sino también para vidrios y aparatos electrónicos.
Se cree que contamos con 120 billones de toneladas en toda la tierra, pero no toda es explotable. No lo es, por ejemplo, la arena de los desiertos, demasiado redonda. Sí lo es la de los lechos de los ríos, el alta mar y nuestras playas, por tener los granos más angulares y desiguales, lo que ayuda a su adherencia a otros compuestos. Por supuesto, la extracción de estos materiales en las cantidades masivas que requieren las necesidades industriales tiene consecuencias fatídicas para los ecosistemas.
El gran latrocinio
Y ahí es donde entran las mafias con menos escrúpulos que muchos gobiernos. Nuestra primera parada está en la vecina Marruecos. Cuenta El País que los soldados del oeste del país, entre las ciudades de Esauira y Safi, no necesitan más que palas, burros y triciclos motorizados para saquear las playas de la zona, aunque las zonas de saqueo se extienden por todo el litoral hasta llegar a las norteñas playas de Tánger.
A pesar de que estos hechos delictivos pueden acarrear penas de hasta cinco años de multa, las organizaciones medioambientales locales estiman que hasta la mitad de la arena utilizada cada año en la construcción en el país, 10 millones de metros cúbicos, se extraen ya de forma ilegal, y casi todo ello va a parar a las construcciones turísticas. Apartamentos con vistas al mar a cambio de erosionar el fondo marino, consecuencias que pagarán otros.
Mientras tanto, en algunas partes de la India ya existen cárteles como tal, siendo ya la primera industria criminal del país. Los antiguos agricultores o pescadores se transforman en dragadores de arena en vehículos tan precarios como barcas que atracan en bancos de arena que drenan por las noches. National Geographic siguió el rastro de los camiones hasta el pobre estado de Madhya Pradesh para ver cómo se llenaban de materia arenosa de los lechos fluviales del Indo y sus afluentes. A veces no necesitan ni esconderse: hay políticos indios a los que han pillado inflando los precios de las arenas para llevarse su mordida, y cuando los periodistas molestan demasiado los sicarios los liquidan.
Actualmente sólo el sector de la construcción genera el 10% del PIB del país según las estadísticas oficiales.
Hay otros atracaderos mundiales. Desde Australia se mandan barcos rebosantes en dirección a Arabia Saudita. Los pueblos y los cultivos de las riberas de Camboya están ya desprotegidas por la extracción descontrolada. Indonesia ha visto desaparecer 24 de sus islas en las últimas décadas por la demanda del material de Vietnam, Malasia, Filipinas y Singapur. Esta última necesita aumentar su territorio de manera artificial, pero su crecimiento se está encontrando con límites, ya que sus vecinos se están dando cuenta de que están acabando con sus reservas, de manera que el precio de la arena sube más de lo que los Singapur puede permitirse.
También Europa está participando del juego, aunque sus regulaciones y concienciación medioambiental sirven de parapeto, haciendo que su exportación de arena sólo represente el 2,5% del negocio a nivel mundial, en los últimos años esta cifra ha ido creciendo.
Como explicaba Nick Meynen, de la Oficina Europea de Medio Ambiente, "se estima que entre el 75% y el 90% de las playas del mundo se están reduciendo", y eso no sólo las hace más pequeñas, sino más indefensas: el 70% de las playas están desprotegidas del viento y de las olas, lo que puede modificar por completo el paisaje a medio y largo plazo.
Las costas menguantes se convierten en rascacielos, y eso significa mirar a China. Hace un año contábamos cómo el gran país usó más cemento entre 2011 y 2013 que Estados Unidos durante todo el siglo XX. Hablamos de magnitudes de gigatones de edificios para dar cabida a la enorme expansión urbana del país, aunque eso también está significando dejar por el camino cadáveres de hormigón en ciudades fantasma en nombre de la economía planificada. El resultado es coherente: de todas las importaciones mundiales de arena, China acapara el 60% del negocio. Pero, aunque China carga con la fama, tampoco es nada desdeñable la demanda de Brasil o Turquía causada por sus respectivos booms inmobiliarios.
Hasta el futuro de la energía renovable depende de este material: cuando luchemos contra el calentamiento global, lo haremos fabricando paneles solares hechos de sílice y silicio y con turbinas eólicas compuestas de arena de fundición. ¿Podría también la ciencia lograr una alternativa a este material? ¿Tal vez gracias a la reutilización de deshechos plásticos que nos sobran? Las posibilidades, por el momento, son limitadas, ya que somos incapaces de hacer buenos materiales de construcción con una tasa de reemplazo de la arena superior al 10%.
Imagen: Rudolph.A.furtado
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