La nueva ley educativa pone fin a las notas numéricas en los colegios. Lo raro es que hayan durado tanto

Las calificaciones lo son todo en el colegio. Delinean el logro y motivan a los estudiantes a estudiar mucho y desempeñarse bien. O al menos, esa es una teoría. El debate sobre si las notas numéricas ayudan o dificultan el aprendizaje de los estudiantes es tan antiguo como el propio sistema de calificación. Por sorprendente que parezca, algunos profesores no creen que las calificaciones sean una herramienta útil. Muchos educadores se quejan de la escala porque sienten que inhibe el aprendizaje. Los críticos argumentan que este sistema incentiva a los estudiantes a buscar buenas notas a expensas del aprendizaje.

El Gobierno ha tomado nota. Y en su nuevo real decreto ha decidido eliminar las notas numéricas y evaluar los resultados en otros términos. ¿Qué significa un 7 en Lengua? ¿Y un 6 en inglés? Ese es el debate.

La nueva medida. El Consejo de Ministros aprobó hace unos días el real decreto que regula las enseñanzas mínimas , tal y como dicta la reforma educativa plasmada en la LOMLOE. Basado más en el aprendizaje que en la memorización de los contenidos, el currículo establece las competencias clave que el alumnado deberá haber desarrollado hasta el final de la ESO. Otorga al profesorado la potestad de decidir si un alumno pasa o no de curso, medida que, además, será "excepcional".

Por tanto, se elimina la calificación numérica (del 1 al 10), y se evaluarán los resultados en los términos Insuficiente (IN) para las calificaciones negativas, Suficiente (SU), Bien (BI), Notable (NT), o Sobresaliente (SB) para las calificaciones positivas.

Un debate. Estas preguntas ya se hicieron en Francia hace unos años, donde se ha promovido todo un debate en torno a la conveniencia de rediseñar el sistema de calificaciones. "La calificación numérica tradicional no es tan objetiva como parece. No señala si el alumno ha progresado y no indica qué debe hacer el alumno para avanzar", reflexionaba el Ministerio de Educación cuando planteó la cuestión.

Esta opinión la comparten cada vez más expertos del sector. Mientras el sistema educativo progresa, cambian los métodos, enfoques y manera de trabajar en el aula (las famosas competencias), se sigue utilizando el mismo sistema para evaluar a los alumnos que hace décadas. Un método que encasilla, selecciona y margina al alumno, afirman; el mismo que se utilizaba cuando apenas un 10% de los estudiantes aspiraban a alcanzar el bachillerato y no se atendían las diferencias entre unos y otros.

A criterio del profesor. Concretamente, la decisión de si un alumno pasa de curso o no recaerá en un equipo docente, que dejará que un alumno promocione cuando considere que las materias suspensas no les impiden seguir con éxito el curso siguiente y se estime que tienen "expectativas favorables de recuperación". En todo caso, repetir se considerará una medida de carácter "excepcional" y se tomará "tras haber agotado las medidas ordinarias de refuerzo y apoyo para solventar las dificultades de aprendizaje del alumno".

Además, un alumno solo podrá repetir una vez por curso y, como máximo, dos a lo largo de toda la ESO. El objetivo de este cambio es reducir el abandono escolar y la repetición de curso, ya que España es el país de la OCDE con más repetidores en Secundaria: casi el 9% frente al 1,9% de media; y triplica la tasa europea.

¿Beneficios? Podría parecer que solo significa una nueva forma de expresar la nota pero el cambio es toda una declaración de intenciones e implica ir más allá y entender la evaluación como parte del proceso de aprendizaje. Ya hace unos cuantos años que el sistema educativo español mira hacia el éxito del de Finlandia. Allí prácticamente no ponen notas cuantitativas sino que elaboran unos informes en los que se mira la evolución del alumno. Es con esta misma voluntad que se introduce este cambio en la evaluación. Es decir, un sistema que permite evaluar no solo los conocimientos que el alumno tiene sino también su forma global y holística de desarrollo competencial.

“Uno de los principales beneficios de este sistema es que hablamos de una evaluación enfocada a la mejora y a promover la autorregulación del aprendizaje”, explicaba Anna Espasa, directora del posgrado Evaluar para Aprende en la UOC.

Los exámenes, en entredicho Y en este contexto, ¿qué pasa con los exámenes? ¿Continúan siendo útiles? En Finlandia, por ejemplo, prácticamente no se hacen; en cambio en España el examen ha sido y seguramente todavía es el sistema de evaluación estrella, el más utilizado. Los exámenes sirven para valorar conocimientos concretos en un momento dado pero no incluyen todo lo que aprende y desarrolla un niño en la escuela, por tanto los exámenes los ve como una actividad de evaluación más, pero no la única, ni siquiera la principal.

Si se plantean como una herramienta sancionadora o simplemente acreditativa de unos conocimientos, no son nada útiles y pueden impactar negativamente en el aprendizaje de los alumnos. En cambio, sí lo son si la finalidad es que el propio estudiante tome conciencia de lo que ha aprendido y lo que puede mejorar, sobre todo si estas pruebas se acompañan de un buen retorno pedagógico que ayude al alumno.

Más estrés y menos autoestima. Los estudiantes a menudo ven las calificaciones como el principal obstáculo para ingresar a la universidad, obtener su título o conseguir el trabajo de sus sueños. Para muchos estudiantes, esta presión genera ansiedad y estrés. En una encuesta de 2018 realizada por Pew Research Center, la presión académica encabezó la lista de factores estresantes para los adolescentes. Incluso el miedo a una mala calificación, por no hablar de una mala calificación en sí misma, puede ser una fuente de ansiedad y estrés, y ese miedo puede inhibir el aprendizaje y dañar el rendimiento académico.

En un artículo de 1996 titulado Renunciar a la búsqueda de calificaciones por una educación basada en competencias, Donald Mowrer escribía: “Exigir a los estudiantes que se concentren en su desempeño puede interferir con su capacidad para aplicar principios científicos a situaciones nuevas, con frecuencia reduce su creatividad, y suprimen la autoestima".

Los padres, ajenos al progreso de sus hijos. A las familias también les afecta. "Las notas no reflejan los conocimientos del alumno", opinaba Jesús Salido, presidente de Ceapa, la confederación de asociaciones de padres y madres. "Y la información que nos llega a los padres sobre el desempeño de los alumnos, más allá del número, es muy escueta”, añadía. Solo cuando hay problemas de comportamiento citan a los padres. "A veces aunque quieras ir a interesarte te dicen que si el alumno va bien no hace falta que vayas", concluía. Un buen resumen de todo lo que nos acontece ahora.

Imagen: Unsplash

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