La nueva tendencia repostera viene de Portugal: los pasteles de Belém están conquistando el mundo

Cuenta la leyenda que a principios del siglo XIX los monjes jerónimos de Belém, un barrio portuario de Lisboa, afrontaban severas penurias económicas fruto de las desamortizaciones decretadas por el liberalismo portugués. Para esquivar la ruina, decidieron vender su ancestral receta pastelera a una fábrica de azúcar cercana. Y así, en tan improbables circunstancias, nacieron los pasteles de Belém.

Poco podían imaginar aquellos monjes que sus dulces se convertirían, dos siglos después, en el hito repostero del momento.

Éxito mundial. Lo cuenta un reportaje de Bloomberg: los pasteles de nata portugueses han conquistado el corazón de los barrios hip de Estados Unidos y Reino Unido. Su éxito reciente, argumentan, se asemeja al que disfrutó el croissant en su día, o a la popularización reciente del donut. En Nueva York, su inclusión en los menús de George Mendes, chef al frente del laureado Aldea, los ha convertido en un inesperado éxito.

Exportación. La tendencia es internacional. Los pasteles de Belém se venden a casi 5€ la unidad en las cafeterías más modernas de Londres, y se han ganado un espacio ocasional en programas tan populares como Bake Off (el Master Chef de la repostería). Cadenas como Nata Lisboa han abierto sucursales en ciudades de medio mundo (incluidas Madrid y Barcelona), y superficies como Lidl las venden a espuertas.

McDonalds, por supuesto, los incluye en sus locales portugueses. 

La marca. ¿Pero de dónde surge la fiebre por los pastelitos? Hace siete años el ministro de Economía portugués lamentaba su escasa penetración en los mercados internacionales. La explicación más inmediata viene por su sabor: están muy, muy ricos. También son baratos, simples y se pueden comer en la calle. Pero también se ha construido una marca, una imagen asociada a la artesanía portuguesa.

Y en ella ha jugado un papel crucial Nata Pura, una pequeña start-up que, financiada con dinero público, ha logrado entrar en cafeterías japonesas, inglesas o estadounidenses introduciendo nuevos sabores (chocolate, té) y promocionando los pasteles como el acompañamiento ideal, moderno y con un punto tradicional al café.

De Lisboa al mundo. El éxito de los pasteles de Belém coincide con el momento dulce de la economía portuguesa. El favorable contexto internacional ha potenciado su industria exportadora, colocando en las estanterías de media Europa productos gastronómicos y agrícolas. Su paro se ha reducido al 7%; el gobierno presenta un déficit de tan sólo el 0,2%; y su PIB interanual crece al 2,7%.

Y para colmo de bienes, el turismo se ha disparado. Un pequeño repunte de la marca Portugal rematado por la ambrosía de su mejor dulce. ¿Hora de internacionalizar la torrija, España?

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