La creencia popular occidental acerca del nacionalismo chino dicta que es el propio partido el que fomenta este sentimiento de forma impetuosa para justificar a posteriori sus políticas. Aunque indudablemente la propaganda oficial existe, hay un nada desdeñable porcentaje de la población que es ultra patriótica y xenófoba con respecto a lo que ocurre fuera de sus fronteras sin tener que achacarlo a un lavado de cerebro gubernamental. Y el Covid-19 está funcionando como combustible idóneo para intensificarlo.
Como refleja la cuenta del agitador chino Seb_Paradise, en una reciente encuesta en Weibo (el “WhatsApp chino”) el 90% de los encuestados afirmó que las actuales cifras de muertos oficiales por coronavirus en Estados Unidos son falsas, siendo más bajas que las reales. El dato coincide en el tiempo con otra campaña fallida reciente del gobierno por la que se demostró que habían pagado a trolls para difundir la idea de que el virus era un invento de la CDC, la agencia del Departamento de Salud de Estados Unidos. También por Weibo circuló durante un tiempo la idea de que se trataba de un virus iraní, japonés o italiano.
Contra los forasteros: el muy estricto cierre de fronteras de China permite sólo los viajes esenciales y la repatriación de nacionales, que son ahora el 90% de los viajeros que llegan, y deben pasar por una estricta cuarentena en hoteles que deben pagar de su bolsillo. Pese a eso el propio país ha desincentivado públicamente a sus ciudadanos que regresen.
Pero la cosa no queda ahí: la hostilidad está llevando a que muchos ciudadanos acosen de forma virtual y física en las inmediaciones de los checkpoints a los viajeros que llegan. Se les acusa de estar trayendo el virus de vuelta al país y se les amonesta en sus casas, como puede verse en este vídeo. Y eso por no hablar de los viajeros de ojos azules o piel negra a los que los paseantes o dueños de locales del país hacen sufrir distintos tipos de discriminación.
El doxxing consentido: la recopilación de datos personales de alguien para luego acosarle es una práctica muy extendida en las redes sociales chinas y una de las herramientas habituales tanto del aparato estatal como de los ciudadanos furiosos contra los desleales. Aquí el caso de doxxeo a un estudiante chino en Pittsburgh que hizo críticas al gobierno. Aquí otro en Estados Unidos que sufrió ciberbullying por hablar de la mala calidad del aire y la falta de libertad de expresión. Otro, tibetano-canadiense al que se acosó desde las redes chinas por su visión sobre el hostigamiento que vive su pueblo contra el resto del continente.
Todas estas acciones han tenido el beneplácito indirecto del Gobierno, que nunca ha puesto coto a estas acciones. Es más, con su nueva ley de Internet está fomentando todo lo contrario.
Resentimiento externo e interno: por un lado entra aquí en juego la dinámica de cohesión de grupo contra las naciones rivales. No está siendo difícil encontrar vídeos e historias de personas con rasgos asiáticos siendo discriminadas durante la pandemia en cualquier país occidental, por no hablar de un presidente de la potencia mundial tildando al agente infeccioso de “virus chino”. Por el otro se ha gestado un resentimiento nacional contra los traidores al proyecto patriótico que huyen del país para educarse y ganar dinero en el extranjero, en cuyo caso la indignación se eleva enormemente cuando intentan ahora volver al país.
La gran patria: volviendo con los comentarios de Seb, si la crisis del coronavirus ha servido de algo es para “demostrar” la superioridad cultural de su fuerte estado controlador. Según cuenta la narrativa, China está más preparada frente a la corrupción rampante en los países democráticos por las amenazas de purgas del aparato y su batalla entre clases más dominada gracias a las constantes amenazas de liquidación de los “perros” millonarios, así como otros individuos con ambición extractiva. En esencia, que sus valores comunitarios son muy superiores al individualismo transoceánico, como demuestra que sea ahora un país que hace 50 años era uno de los más pobres del mundo el que entregue cargamentos de material de ayuda al resto de potencias.
Por supuesto, no todo es blanco o negro: muchos, muchos usuarios fueron los que consiguieron romper la censura del régimen para difundir entre sus contactos que sus representantes habían acallado a los científicos que dieron inicialmente la voz de alarma y ayudaron a propagar el virus en inicio. También buena parte de la población combate habitualmente la propaganda y las fake news. En algo también se han comportado como nosotros: según las redes, los principales “héroes” de esta historia no han sido otros que los trabajadores sanitarios.
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