Operación Credible Sport, el loco plan de EEUU para aterrizar y despegar un Hércules en Irán tuneándolo con cohetes

Avion
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A grandes males, ya se sabe: grandes remedios. Grandes o delirantes. Hacia la primavera de 1980 el presidente Jimmy Carter lidiaba con un problema en Irán que, más que grande, empezaba a tomar tintes de crisis internacional. Una con 52 nombres y apellidos, los de los estadounidenses retenidos desde noviembre del 79 como rehenes en Teherán. Washington exigía su liberación. Sus captores tenían sin embargo su propia exigencia: la extradición del Sah. Las cuerdas estaban tan tensas que en abril Carter había optado por romper relaciones con Teherán y considerar a sus compatriotas allí atrapados "víctimas del terrorismo".

El problema era grande. Y a grandes problemas… pues eso. La solución en este caso pasó por uno de los planes de rescate más delirantes del siglo XX.

Un poco de contexto. Teherán. Cuatro de noviembre de 1979. A solo unas semanas de finalizar el año, el 79 podía presumir ya de ser uno de los más movidos en la historia reciente iraní: en cuestión de meses el país había asistido a la llegada triunfal del imán Ruhollah Jomeini, el éxito de la revolución islámica y la caída del poderoso sah Mohammad Reza, con su consiguiente exilio al extranjero, y el inicio del gobierno provisional de Mehdi Bazargan, un veterano nacionalista religioso.

Con semejante telón de fondo, esa jornada, 4/11/1979, una turba de cientos de estudiantes y militantes islamistas radicales asaltan la embajada de EEUU en la capital, arrían la bandera de las barras y estrellas y bajo la proclama de "Jomeini lucha, Carter tiembla" toman como prisioneros a los cerca de 60 trabajadores de la sede. Algunos, los menos, serán liberados por motivos humanitarios. La inmensa mayoría se convierten en rehenes. Los asaltantes quieren la extradición del Sah. Y no dudan en mostrar a los estadounidenses a sus compatriotas, maniatados y con los ojos vendados. Empieza y un largo y sobre todo tenso cautiverio.

C-130 Un avión Hércules C-130E durante uno de sus ejercicios.

Un plan de rescate. Tan compleja se vuelve la situación que meses más tarde, a principios de abril de 1980, Carter decide romper relaciones diplomáticas con Irán. Toca buscar soluciones para los rehenes de Teherán. Y la solución pasa por un plan de rescate digno del mejor guion de blockbuster. El nombre lo tiene, desde luego: Desert Claw, aka "Garra de Desierto". La operación se activó a finales de abril de 1980 con el objetivo de rescatar a los rehenes y dar carpetazo a la crisis.

¿Cómo? Con un calculado despliegue de helicópteros, aviones Lockheed C-130 Hercules y tropas de combate para llegar a Teherán, liberar al medio centenar de rehenes estadounidenses y abandonar el país en un visto y no visto. Sonaba difícil. Y lo era. Es más, en la práctica resultó un auténtico fiasco desde el minuto uno.

Del dicho al hecho… Va un trecho. Y eso es lo que ocurrió con la operación Eagle Claw: sonaba genial a nivel teórico, pero una cosa es trazar planes sobre un papel y otra muy distinta llevarlos a la práctica. El despliegue resultó un fiasco. De los ocho helicópteros que partieron rumbo a "Desert One", nombre en clave para un punto localizado en el desierto iraní, a varios cientos de kilómetros de Teherán, donde las aeronaves debían reabastecerse de combustible y recoger a las tropas de combate, solo llegaron cinco en condiciones operativas. Dos mostraron diferentes problemas y el tercero restante quedó atrapado en una tormenta de arena.

Las autoridades consideraron que cinco helicópteros no eran suficientes para continuar con la misión, así que se optó por abortarla. ¿El problema? Durante la retirada uno de los helicópteros colisionó con un C-130 cargado con combustible y militares, dejando un balance poco memorable, sobre todo para una operativa que no llegó a encontrarse siquiera con el enemigo: ocho militares muertos y las dos aeronaves calcinadas. Decepción. Escarnio. Y unas elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina en las que Jimmy Carter se jugaba el tipo. Tocaba…

Intentarlo de nuevo. Y eso fue precisamente lo que ordenó el presidente: un nuevo intento con una nueva estrategia, lo que llevó al Pentágono a optar por una fórmula que reducía el número de elementos desplegados en Irán… a cambio, claro está, de pagar un "peaje": mayor complejidad técnica. El plan se designó Operation Credible Sport y su gran baza era el uso de un avión de transporte Lockheed C-130 Hercules especial, dotado de motores que le permitieran despegar y aterrizar sin necesidad de grandes pistas. Al fin y al cabo, si los helicópteros habían dado tan mal resultado la primera vez… ¿Por qué no sacarlos de la ecuación?

¿Y cómo conseguirlo? Con un C-130 preparado específicamente para la operación. "Construido para una misión y solo para una misión", recalca Larry Layfield, en un artículo sobre la gesta publicado en el blog de la Base de la Air Force en Robins, en Georgia. Y no exageraba. Si quería cumplir con su objetivo el C-130 debía ser capaz de aterrizar y despegar en un área de 600 pies (183 m), el espacio en el que tendría que operar en un campo de fútbol de Teherán. Eagle Claw ya contemplaba de hecho usar el estadio de Amjadien, situado cerca de los edificios en los que estaban retenidos los rehenes, aunque con ayuda de helicópteros.

Para lograr semejante hazaña con un enorme Lockheed C-130 Hercules, una aeronave de 40 m de envergadura, se le añadió un juego de 16 cohetes, propulsores que le confiriesen una capacidad short take off and landing (STOL). La meta: que fuese capaz de elevarse y tomar tierra usando una pista mínima para así embarcar a los rehenes y soldados en un estadio y trasladarlos luego a un portaaviones.

Credible Sport Prototype El prototipo de C-130 con el sistema diseñado para facilitar su aterrizaje en espacios reducidos.

Preparativos rápidos… y accidentados. Los responsables de la operación —en la que se embarcaron la Marina, la Air Force y Lockheed— decidieron fabricar varios modelos del YMC-130H. Y si en algo destacaron fue en celeridad: Credible Sport empezó a prepararse en julio de 1980 y para septiembre la aeronave ya había iniciado las pruebas de vuelo en Wagner y Duke Field, Florida. Para que pasaran inadvertidos para la inteligencia rusa las guardaban en el hangar aprovechando los instantes en los que quedaban fuera del alcance de los satélites de la URSS.

No todo fue sobre ruedas. Se fabricaron cuatro C-130, incluido uno que se usó como maqueta interior para los entrenamientos, y tras descartar el uso del sistema Jet Assited Take Off (JATO) por su peso se optó por probar con diferentes cohetes y adaptar el fuselaje. Funcionó. O al menos los resultados fueron satisfactorios hasta que a finales de octubre de 1980, durante uno de los test, el equipo cometió un fallo con los propulsores superiores que acabó estrellando el avión, reventando una de sus alas e incendiando la nave. Aquello no salió como sus creadores esperaban, pero al menos pudo recuperarse la mayoría de la aviónica.

La misión que pudo ser. A pesar de la celeridad, de la presión o el empeño de los técnicos tampoco Credible Sport acabaría llegando a buen puerto. ¿El motivo? Poco después, el 21 de enero de 1981 —y con un relevo mediante en la Casa Blanca que permitió asumir la presidencia a Ronald Reagan— Irán liberaba a los rehenes gracias a la mediación diplomática de Argelia. Habían pasado 444 días desde el asalto a la embajada de Teherán. Y la Operation Credible Sport, claro está, perdió su razón de ser: uno de los aviones se reasignó a su uso anterior y el tercero acabó en el Museo de la Aviación. Con el tiempo el modelo YMC-130H se trasladaría al museo de Robins para aprovecharlo como avión de entrenamiento.

Imágenes: StratoArt (Flickr), Expert Infantry (Flickr) y Departamento de Defensa de EE. UU. (Wikipedia)

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