Himmler tenía un plan siniestro con el palacio de Wewelsburg como protagonista, convirtiendo el pueblo en un complejo de fortalezas
Fue el más importante centro formativo de las SS en lo que a ocultismo, esoterismo y pseudociencia se refiere
Alemania tiene algunos de los castillos más bellos de Europa. Los de Eltz, Hohenzollern o Neuschwanstein no pueden faltar en la ruta de los amantes de este tipo de construcciones. El que puedes ver en la foto principal está algo más oculto en estas listas. Es más sobrio y, definitivamente, mucho más bonito desde una vista aérea, pero aun así es una construcción renacentista impresionante que corona el valle de Alme.
Puede que no se le dé tanto bombo por algún tabú, ya que, durante la Segunda Guerra Mundial, este palacio fue el Centro del Mundo del nazismo, un complejo que sirvió como lugar de culto de las SS y que demostraba la obsesión de Himmler con lo esotérico.
Wewelsburg. Renania del Norte-Westfalia es uno de los 16 estados de Alemania. En él, tenemos Düsseldorf como capital, pero también ciudades que da gusto visitar, como Bonn, Colonia, Leverkusen o Aquisgrán, entre otras. Esta última fue el lugar en el que se coronaba a los reyes alemanes, pero justo en el lado contrario de la región, tenemos Wewelsburg. Y, en él, su castillo.
Construido en 1609 con planta triangular, su historia fue turbulenta desde el principio. Construido sobre fortificaciones anteriores, durante la Guerra de los Treinta Años, los suecos lo arrasaron y destruyeron gran parte de la estructura. En 1650, lo reconstruyeron, añadiendo las cúpulas que hoy muestran sus tres torres, y se estima que se usó para encerrar prisioneros militares y quemar brujas.
Himmler entra en juego. Durante los siglos XVIII y XIX, el castillo estuvo prácticamente abandonado. En 1802 pasó a manos del estado de Prusia y se usó como almacén de grano y, a comienzos del siglo XX, se le dio una nueva vida como salón de actos, restaurante, albergue para excursionistas y museo. Sin embargo, en 1933, la cosa se volvió mucho más oscura. Heinrich Himmler ya era el líder de las temibles SS, la rama paramilitar del Partido Nazi, y estaba buscando una sede para la organización en un lugar simbólico de Alemania.
Alquiler vitalicio. Tras algunas negociaciones fallidas, un líder nazi de la región animó a Himmler a visitar el castillo de Wewelsburg, y el líder nazi se enamoró. En su primera visita, decidió hacerse con el castillo y, tras unas difíciles negociaciones, en 1934 se acordó un arrendamiento por 100 años.
¿El precio? Un Reichsmark anual. Es muy complicado hacer la conversión debido a que la economía de preguerra en Alemania fue muy distinta a la de otras partes del mundo, pero equiparándolo a 4,2 dólares de la época, serían casi 100 dólares actuales teniendo en cuenta la inflación. Como digo, es complicado hacer el cálculo.
Por todo lo alto. Las cosas cambiaron mucho en Wewelsburg desde la llegada de los nazis. En 1935 se prohibió cualquier tipo de visita pública al castillo, por lo que se perdió su anterior valor social, y se renombró como SS-Schule Haus Wewelsburg, o "Escuela de las SS, Casa de Wewelsburg". El Völkischer Beobachter —"El Observador Popular"—, que era el periódico oficial del NSDAP y cuyo director en ese momento era Alfred Rosenberg, otro de los autores principales de la ideología nazi, publicó lo siguiente:
"Desde hoy, las SS del NSDAP se han hecho cargo de la antigua y desafiante fortaleza de Wewelsburg, situada en un lugar histórico de la antigua región de Sajonia, para que en el futuro sirva como Reichsführerschule de las SS. Esto significa que a Wewelsburg, que tiene una larga historia y un significado glorioso en la historia de Alemania, también se le asignó un lugar de importancia histórica en el Tercer Reich. Aquí se deben formar los hombres que están llamados a ocupar un puesto de liderazgo en las SS en su integridad ideológica, mental y físicamente. Deben servir como modelos y líderes para desfilar frente al núcleo de la juventud alemana sana."
"En la antigua sala de caballeros del castillo, que fue testigo silencioso pero elocuente de muchos grandes acontecimientos a lo largo de muchos siglos, el barón von Solemacher, administrador del distrito de Büren, al que pertenece Wewelsburg, entregó el castillo al Reichsführer de las SS. Se centró especialmente en la historia de Wewelsburg y destacó que el nuevo destino del castillo era digno de la orgullosa tradición. Con sinceras palabras de agradecimiento y alegría, el Reichsführer Himmler asumió el castillo como Reichsführerschule de las SS. Durante su trabajo en este lugar histórico, los líderes de las SS que aquí se formarían tomarían conciencia de la responsabilidad que debían asumir ante la historia alemana. En su discurso, el Reichsführer Himmler elogió especialmente la belleza natural de este castillo y su afortunada ubicación."
Planes vs realidad. La idea, pues, era que Wewelsburg fuera una academia con todas las de la ley para formar a los alumnos en ideología y política de los nuevos miembros de las SS. Pero los planes fueron cambiando y, de esa formación más global, se pasó a una mucho más específica. Así, se educaba a los jóvenes científicos de las SS en teorías e investigaciones pseudocientíficas y todo eso que interesaba tanto a Himmler: prehistoria germánica, estudio del folclore y de la genealogía, estudio de las runas, las doctrinas raciales y el culto al pasado.
Y aquí entra en juego ese sobrenombre de "El Centro del Mundo". Las SS iban a ser la vanguardia ideológica del nazismo para adoctrinar al resto de la población y, como en ese castillo se agrupaban miembros de todos los estratos del grupo paramilitar y era el epicentro de festivales y ceremonias para bautizar a los nuevos miembros de alto rango, el de Wewelsburg era el punto más importante para el Tercer Reich.
Simbolismo y espiritualidad. En un reportaje publicado hace unos años por BBC, Kirsten John-Stucke —actual directora del Kreismuseum Wewelsburg—, afirmó que Himmler no eligió este castillo por casualidad. Himmler ya estaba más que obsesionado con el ocultismo y que el castillo estuviera cerca del bosque de Teutoburgo en el que, 2.000 años antes, las tribus germánicas habían derrotado al ejército romano, era algo que entusiasmaba al líder de las SS.
John-Stucke comentó que "para él y para las SS era muy importante tener esos lazos con el pasado, pues podían decir eso de 'somos similares a los guerreros germánicos'". Hubo reformas en el castillo: se creó un edificio para la guardia de las SS, se construyó un campo de concentración a unos 600 metros del castillo y la idea que Hermann Bartels —arquitecto de Himmler— tenía en la cabeza era la de crear una red de castillos por todo el pueblo.
Los nazis de la mesa redonda. Pero más importante, Himmler estaba obsesionado con la Edad Media alemana y, sobre todo, con la figura de Enrique I. Como hizo él, aspiraba a que el Tercer Reich conquistara las tierras del este y, para dotar de una apariencia más medieval al palacio renacentista, ordenó quitar el recubrimiento en yeso y crear un foso. Inútil, sólo estético, pero bueno, había que darse un capricho.
Era su Camelot y el simbolismo —que Karl Maria Wiligut también le metió en la cabeza— llevó a que se diseñara una gran sala conocida como Obergruppenführersaal, o "Sala de los jefes de los grupos superiores" que hacía referencia a los 12 generales de más alto rango de las SS con 12 nichos para ventanas y puertas y 12 columnas. Todo muy… imperial, con el Sol Negro en el suelo de mármol que simbolizaba el punto central, o el kilómetro 0, del Imperio Mundial Germánico.
Si no lo tengo yo, no lo tendrá nadie. Todo estaba perfectamente orquestado, pero no todo iba a ser invadir países y exterminar a su población, por lo que los aliados contraatacaron y los fondos y estrategias que se destinaban a Wewelsburg no se completaron. Tras la derrota en Stalingrado, se paralizaron los trabajos de construcción no bélicos y el campo de concentración aledaño, que se había convertido en uno independiente al mismo nivel que el de Sachsenhausen o Dachau, se redujo. Se utilizó como campo de entrenamiento para "alemanes étnicos" y para las Juventudes Hitlerianas. Necesitaban carne de cañón, vaya.
En abril de 1945, Alemania no tenía nada que hacer y Himmler demostró hasta qué punto llegaba su tóxica relación con el castillo. Las tropas estadounidenses estaban a las puertas —pese al foso de Himmler— y el mandatario alemán ordenó a los últimos ocupantes del castillo que lo volaran por los aires. Al final, el castillo se quemó, pero parte de la estructura como los muros exteriores y la torre norte permanecieron sin demasiados daños. Los norteamericanos llegaron, se encontraron el campo de concentración, rescataron a 42 supervivientes y también se toparon con el castillo muy dañado.
Lidiando con el pasado. Está claro que el castillo de Wewelsburg fue una de las piedras angulares del Tercer Reich. Si la guerra hubiera durado más, los aliados hubiesen tardado algo más en llegar al corazón de Alemania o si las cosas hubiesen sido diferentes en favor de los nazis, quizá el pueblo de Wewelsburg que conocemos hoy sería tremendamente diferente. Pero el país debió seguir adelante y se decidió restaurar el castillo.
Tras estar en manos nazis, el palacio de Wewelsburg pasó a manos del distrito de Büren, quien lo reformó en 1948. En el 50 volvió a ser algo que aportaba a la sociedad: tanto el albergue juvenil como el museo local se trasladaron de nuevo al castillo y se erigió un monumento contra la violencia y la guerra en la Cripta de la Torre Norte. También se realizan trabajos de investigación y más exposiciones se abrieron en el castillo, pero quizá la exposición más importante fue la llamada "Ideología y terror de las SS".
Muestra, no escondas. En el reportaje de BBC, John-Stucke comenta que es mejor "mostrar las salas que esconderlas". "Para nosotros es muy importante dejar que los visitantes entren en las salas por su cuenta. Tratamos de educar a la gente sobre la historia, la violencia y el terror de las SS", comenta la directora. También tienen muchos objetos originales, como manuales o uniformes nazis que no muestran de forma completa. "Por ejemplo, en un uniforme, puedes ver que hay una esvástica en el brazo, pero sólo una parte de ella", comenta.
No quieren que se convierta en un lugar de culto y hay letreros con información que tapan deliberadamente parte de esos objetos. Contextualizan todos los objetos, pero cuando muestran algo de los prisioneros, lo muestran al completo.
Al final, es una exposición para mostrar la degeneración de esta sección paramilitar ubicada en lo más profundo del corazón del mundo nazi, un edificio que, ahora, trata de aportar algo tanto a la región como a quien quiera visitarlo.
Imágenes | Dominio público, Carsten Steger, Wolfram Czeschick, Templermeister, KreisMuseum Wewelsburg
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