¿Qué harías si mañana se anunciara el fin del mundo? Para millones de personas en el mundo, la única respuesta razonable sería rezar. En tiempos de zozobra y cuando todo lo material ya no importa, aferrarse a la espiritualidad, a la fe, parece una salida más razonable. O al menos eso dice la teoría. El coronavirus ha puesto en práctica la firmeza de la religión durante una crisis mundial y a menudo incomprensible.
¿Qué tal le ha ido?
Depende. Si nos fijamos en Alemania, mal. Un estudio publicado hace unos días ha analizado las creencias religiosas de más de 4.600 personas en todo el país. Su perfil es variado (protestantes y católicos, las dos grandes congregaciones del país) y mayoritariamente femenino. El trabajo abarca un largo periodo de tiempo. Las primeras encuestas se realizaron durante la primera ola y las últimas en noviembre del año pasado, en plena escalada de contagios durante la cuarta.
Los resultados. Una pérdida en la fe. Al menos en el largo plazo. Durante los primeros meses de la pandemia el retroceso de la religión fue modesto (en torno al 4%), una dinámica relativamente coherente con el fortalecimiento de la fe esperado. El problema no llegó en marzo de 2020 sino después. Las sucesivas oleadas de contagios han minado la espiritualidad de los alemanes, llevando el porcentaje de desafectos al 15% y al reciente 22%. El rezo también ha caído, así como la asistencia a misa.
El retroceso es transversal y supera a cualquier ganancia que pudiera compensarlo, tanto entre los cristianos como entre los "no afiliados". Significativamente, ellos también manifestaron una pérdida en la fe, interpretada como una creencia en un "poder superior". La correlación es poderosa en todos los grupos sociales: a mayor "estrés" relacionado con la pandemia en cada ola, mayor caída de la espiritualidad.
Los motivos. ¿Cómo argumentan los autores la decadencia de la fe? En base a otros estudios y encuestas elaborados durante la pandemia, apuntan hacia el poderoso rol que ejercen las congregaciones y comunidades locales. La pandemia ha debilitado los lazos sociales tan críticos para la religión, ya sea por medio de restricciones, miedo o confinamientos. Sin su vínculo comunitario y tras largos meses de ansiedad pandémica, la fe de muchas personas se debilitó. Esto es coherente con sus decrecientes niveles de "satisfacción" con el "apoyo" de su comunidad religiosa.
¿Todos igual? Otros estudios apuntan hacia la otra dirección. En Polonia e Italia, por ejemplo, la fe de los encuestados aumentó durante los primeros días de la pandemia, subrayando el importante rol de la religión como pilar psicológico-emocional. Hace un año, un sondeo de Pew hallaba un reforzamiento de la fe en catorce países distintos, llegando al 28% de los participantes en Estados Unidos. Al mismo tiempo, también cotizaban al alza los lazos familiares en países como España o Italia.
¿Y aquí? En general, no obstante, el mundo desarrollado es hoy menos religioso que hace dos años. En diciembre, el porcentaje de personas "no religiosas" de EEUU alcanzaba un récord histórico (29%). Y en España las encuestas del CIS apuntan en la misma dirección: si en noviembre de 2019 el 67% de los españoles se declaraba católico de un modo u otro, dos años después ese porcentaje había caído al 56%. En paralelo, el volumen de "agnósticos/indiferentes/ateos" había pasado del 29% al 39%.
Esto es consecuente con la dinámica histórica de Occidente: los cristianos son la futura minoría de Europa y América del Norte, y las personas religiosas están cada vez más constreñidas a las capas de población más envejecidas. Haya jugado un rol clave el coronavirus o no, hay algo insoslayable: de la pandemia saldremos menos creyentes.
Imagen: Imad Alassiry
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario