PCB: la plaga que extendimos entre las orcas hace un siglo las está exterminando hoy

“Las poblaciones de Brasil, América del Norte, Islas Canarias, Groenlandia, Hawái, Japón, Estrecho de Gibraltar y el Reino Unido están al borde de la extinción total”. Así concluye un artículo recién publicado en la revista Science donde un grupo de investigadores ha trabajado con más de 350 especímenes de orcas vivas y muertas (la mayor cantidad de estos cetáceos jamás estudiada). Paul Jepson, de la Sociedad Zoológica de Londres, habla de “apocalipsis”, una “alerta roja” acerca del estado de nuestros mares que ya confirma la desaparición de la mitad de la población de estos animales de aquí a las próximas décadas.

Bifenilos policlorados. O PCB. Son los químicos sintéticos responsables de haber puesto en jaque la supervivencia de los grandes mamíferos de las profundidades. Se trataba de un compuesto muy valioso para la industria desde los años 30 que, con el tiempo, los investigadores vieron que era peligrosísimo. No es letal por sí mismo, pero al ir subiendo por la cadena alimentaria y al llegar a los grandes animales silvestres, aumenta su concentración. Las orcas, los principales depredadores del mar, son los animales más contaminados del planeta, y su toxicidad se transmite de generación en generación haciendo que muchos nazcan con desequilibrios hormonales que afectan al sistema endocrino, inmunitario, a la reproducción, a la función cerebral y que incluso puede provocarles cáncer.

Quien siembra vientos: los PCB están prohibidos en todo el mundo desde los años 80, pero sus efectos siguen causando estragos en los mares de hoy. Se dice que, de todos los vertidos que desplazamos a través de los ríos o del aire contaminado por la incineración de este compuesto, los océanos siguen arrastrando el 80% de las miles de toneladas que expulsamos casi medio siglo atrás. Es un ejemplo de los enormes efectos a largo plazo que pueden tener políticas medioambientales inconscientes.

El riesgo humano: aunque los PCB también están presentes en pequeños y medianos animales marinos, como el atún, el riesgo de contaminación humana a través de su consumo es escasa. Pero eso no hace que estemos libres de intoxicarnos: los consumidores de delfines, focas o ballenas, como son los noruegos, islandeses o japoneses, tendrán que ir pensando en reemplazar estos nutrientes de su dieta.

Esperanza ártica: según una de las investigadoras la orca “es una especie increíblemente adaptable”. Si se llevase a cabo una limpieza global, y ayudásemos a trasladas a sus poblaciones a nuevas regiones marinas libres de contaminación, podríamos conseguir una repoblación de la especie. Pero vamos con mal camino: en 2004, y a través del Convenio de Estocolmo, más de 90 países se comprometieron a eliminar sus enormes reservas de PCB en el fondo marino. Según indican algunos expertos, la aplicación de estos protocolos no está siendo en absoluto efectiva.

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