Al difícil contexto económico acumulado durante el último año y medio, las candidaturas de izquierda sumaban otro elemento de incertidumbre de cara a las elecciones municipales y autonómicas: la atomización. Muchas candidaturas repartidas entre pocos votos. El resultado en la mayoría de plazas ha sido desastroso: PP y Vox se han hecho con todas las grandes ciudades excepto Vigo y con todas las comunidades autónomas excepto Castilla-La Mancha.
La pelota estaba en el tejado del Gobierno. Y la ha recogido.
El adelanto. Lo ha anunciado Pedro Sánchez hace unos minutos: España acudirá de nuevo a las urnas el próximo 23 de julio. Las elecciones generales estaban programadas para diciembre, pero el PSOE ha considerado oportuno adelantarlas. Es un movimiento que cuenta con precedentes, pero que resulta igualmente impactante. España, de facto, sale de una campaña electoral para entrar en otra. Había rumores sobre una ruptura de la coalición, pero no sobre un adelanto electoral tan inminente.
La lógica. La pregunta es, ¿por qué? Una respuesta intuitiva pasa por la aglomeración de votos. La lectura primaria de las municipales es que la izquierda, disgregada en demasiadas candidaturas, ha tirado a la basura miles de votos. Ciudades como Huesca han entregado el 18% de sus apoyos a partidos de izquierda que no han superado la barrera electoral, quedando sin representación. El PSOE manda un mensaje claro adelantando justo hoy las elecciones: si queréis competir con la derecha, hay que aglutinar el voto.
Aglutinarlo en el PSOE, obviamente.
El subtexto. Es una decisión llamativa. España accedía a la presidencia del Consejo de la Unión Europea a partir del 1 de julio. Se trata de un puesto a un tiempo simbólico, ceremonial y ejecutivo. El poder real sigue recayendo sobre el Parlamento y la Comisión, pero la presidencia habilita a cierto lucimiento por parte del gobierno de turno. Sánchez siempre ha marcado terreno en Bruselas y había hecho de su proyección en Europa un atractivo electoral. El gobierno lleva preparando la presidencia muchos meses.
Desde Bruselas. Los ejemplos del renovado impulso europeo de España son variados. Las buenas relaciones de Sánchez con Santos, su homólogo portugués, han conducido a éxitos estratégicos como "la excepción ibérica" y el tope del gas, pese a las reticencias de otros socios. España también ha sido uno de los primeros estados en recibir los fondos Next Generation, entre loas y elogios de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. El Gobierno de Sánchez ha utilizado y quería utilizar su proyección europea de cara a las generales.
Durante los últimos meses, Sánchez y su equipo han viajado a diferentes capitales europeas para explicar sus planes y proyectos. Es un ejercicio habitual antes de la presidencia, pero en su caso también ha servido para subrayar el tono europeísta (e influyente) que el PSOE quería transmitir a su electorado.
Hay límites. La presidencia europea era un buen aval para activar a votantes progresistas más aletargados, en especial tras unas elecciones desastrosas, pero está por ver si es suficiente. La Unión Europea no es una de las preocupaciones de los españoles y nunca lo ha sido. Es compleja, lejana y no tiene la carga ideológica suficiente para movilizar a multitudes. La presidencia de España, además, es eventual, y el margen de maniobra del Gobierno en Bruselas siempre será limitado y de recorrido interno.
En última instancia, Sánchez y el PSOE han sacrificado lo que más anhelaban a cambio de apurar sus posibilidades en julio. Tal es el escenario dramático que afronta la izquierda en las generales que la presidencia de la UE, eso que el Gobierno llevaba meses cuidando y mimando, acaba de pasar a un tercer plano.
La palanca. De fondo, por supuesto, hay algo más prosaico: colocar al PSOE en una mejor posición negociadora frente a Yolanda Díaz y el resto de partidos de izquierda. El adelanto indica que Sánchez no quiere llegar a las elecciones junto a proyectos políticos en barrena y muy impopulares (Podemos) ni tras seis meses de aparente gestión del PP (las transiciones son lentas y su impacto todavía será pequeño). Adelantando las elecciones a julio de improvisto, el PSOE mejora su posición negociadora frente al resto de la izquierda.
O al menos eso cree. En dos meses saldremos de dudas.
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