Apenas a unos días de las elecciones autonómicas, la campaña electoral de Ciudadanos mostraba a una Inés Arrimadas muy "preocupada", hablando con una joven sobre su situación. De pronto, la diputada del partido Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía en el Parlamento de Cataluña, comienza hablar con desacostumbrado acento jerezano.
No es que sea muy fuerte, pero lo suficiente como para haber levantado un enjambre de chistes y bromas por Internet. De las bromas, el tinte ha pasado a la crítica y de ahí a la discusión. Sin embargo, dejando de lado la política de por medio, el acento "recién" recuperado podría tener su justificación neurológica.
El perdido acento andaluz de Arrimadas
Inés Arrimadas nació en Jerez de la frontera. Sin embargo, muy pronto comenzó su vida fuera de Andalucía, lo que puede explicar que cuando se le oye hablar en los medios no tenga ni un solo deje de acento andaluz. Su carrera política en cataluña ha terminado de enmascarar este hecho.
Por eso, cuando la diputada saca a relucir un ligero pero llamativo acento jerezano en uno de los últimos vídeos de campaña, las redes no han podido evitar notarlo. Los comentarios, chistes, críticas y debates han sido bastantes, hasta convertirse en un tema viral. Tanto, incluso, que hasta muchos medios informativos se han hecho eco del dichoso acento.
La cuestión es la siguiente: ¿es una estratagema política? Hay quien opina que es solo una manera de acercarse a los potenciales votantes andaluces, aludiendo a lo personal. Otros justifican el suceso con el origen natalicio de Arrimadas. En cualquier caso, no queremos entrar en el tema o la intención política, pero sí aprovechar el caso para hablar del aprendizaje.
Los acentos son para siempre
El cerebro humano tiene varias áreas dedicadas exclusivamente al lenguaje. Estas se conocen como centros del habla. En concreto, y grosso modo, el área de Wenicke se encarga de procesar los sonidos procedentes del habla, y el área de Broca se dedica a convertir las ideas en palabras. Desde que somos muy pequeños, estas dos zonas comienzan un trabajo frenético.
El aprendizaje del lenguaje, en un bebé, comienza casi en los primeros meses de vida. A partir de los pocos meses, el cerebro de un bebé procesa los fonemas, sonidos, empleados en la comunicación. El niño observa y registra en su cerebro el tono, el timbre, la posición de los labios, la lengua y otros detalles.
A partir de los ocho o diez meses, el cerebro alcanza una madurez suficiente como para asociar estos fonemas y movimientos precisos con un mensaje. Comienza entonces la adquisición del significado: papá y mamá ya no son sonidos y gestos, sino palabras. En este momento el cerebro se vuelve muy sensible a la frecuencia con la que aparecen los fonemas y sus detalles.
¿Y cómo se fija este "conocimiento"? El proceso es, en realidad, algo físico: las neuronas crecen y se interconectan creando un mapa, según los estímulos recibidos. Este "mapa" es el que determina el lenguaje que usará el niño o la niña, para siempre. El mapa, por supuesto, puede cambiar, creando nuevas conexiones, pero la base no se modificará excepto por un problema o lesión neurológica.
Los acentos, como el resto de la identidad fonética del lenguaje, también son registrados en ese mapa lingüístico cerebral. Con el tiempo, este mapa se hará muchísimo más grande, añadiendo nuevos "registros neuronales", pero lo que aprendimos de bebés permanecerá. Esta es la explicación, por ejemplo, de personas adultas que jamás terminan de perder un acento extranjero.
También explica, de forma muy resumida, por qué los niños bilingües tienen más facilidad a la hora de aprender nuevos idiomas: poseen una diversificación lingüistica, dos "mapas de lenguas", que permiten una mayor adaptación fonética y conceptual. Pero, en definitiva, un lenguaje aprendido de bebé, acento incluido, es para siempre.
El viaje al pasado cerebral
Si los acentos los llevamos con nosotros toda la vida, ¿por qué alguien como Arrimadas, que nació en Andalucía, no lo muestra en público? ¿Y qué hay de aquellos que consiguen acentos "nativos"? Como decíamos antes, en ese proceso plástico cerebral, el mapa puede ampliarse, crecer y desarrollar nuevas configuraciones neuronales. Es lo que nos permite aprender.
Así, podemos aprender a hablar con otros acentos, podemos usar otros idiomas o podemos descubrir palabras y conceptos nuevos. Dependiendo de nuestro contexto social, podemos potenciar más una forma del lenguaje, perdiendo un acento, por ejemplo. Sin embargo, al volver a nuestra ciudad natal puede que, sin quererlo, recuperemos parte de ese acento.
Los recuerdos, el acento original y otros estímulos activan el uso de esas "viejas redes neuronales" que habíamos dejado un poco de lado por otras nuevas (el acento adquirido, por ejemplo). Además, es aún más fácil si tenemos en cuenta un detalle: imitar el acento de otros nos sale de forma natural.
Cuando hablamos con otras personas, nuestro cerebro tiende a acomodarse a un nuevo acento, probablemente como fruto de un desarrollo evolutivo social. Esta acomodación ayuda a mantener una comunicación de mayor calidad. Es algo que nos sale natural. Podríamos pensar que esto, además, será más sencillo si en vez de imitar lo que hacemos es recuperar nuestro acento natal. En definitiva, es una vuelta al pasado neurológico, por llamarlo de alguna manera.
Las neuronas espejo son, desde el comienzo del aprendizaje, las principales protagonistas. Estas se encargan de la imitación, la empatía y otros procesos que tienen que ver con los demás. Al final, en esto de los acentos, el cerebro es el que manda. Pero volviendo al tema político, ¿se debe el acento de Inés Arrimadas a una cuestión neurológica? Quién sabe si es por eso o por estratagema política. En cualquier caso, lo que sí sabemos es que "imitar" su acento natal le habrá sido sencillo y que, además, ha sido una excusa perfecta para hablar de la neurología del aprendizaje. Algo bueno teníamos que sacar de la política.
Imagen: Juan Jose Ubeda/AP
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