Tras semanas de pasividad frente al coronavirus, el gobierno de Estados Unidos ha decidido tomar una posición más firme y activa para limitar los efectos de la epidemia. Lo verbalizó su presidente, Donald Trump, en dos palabras: "Social distancing!". La distancia social es determinante, como bien saben millones de españoles e italianos confinados en su hogares durante dos semanas. O como bien sabe Corea.
Efectividad. Corea del Sur ha sido el país más exitoso en su batalla contra el virus. Ha logrado contener la epidemia por debajo de los 9.000 casos, pese a haber recibido a los primeros contagiados mucho antes que Italia o España, y ha reducido el número de fallecidos a 81. Los motivos son variados, como desarrollan aquí nuestros compañeros de Xataka, pero hay uno clave.
Lograron identificar de forma rápida el foco de infecciones.
El paciente #31. La treintena de casos iniciales se produjo entre coreanos que habían estado en Wuhan, amigos y familiares. Un círculo social relativamente cerano. Todo cambió con el paciente número #31, como bien ilustran estos magníficos gráficos de Reuters: una sola persona logró transmitir el virus a más de mil. Gracias a ella, el coronavirus se convirtió en una pandemia a escala nacional.
En gran medida por su alta movilidad. La reconstrucción de sus pasos es fascinante: el 7 de febrero acude al hospital tras un accidente de coche; el 9 acude a la iglesia; el 10 desarrolla fiebre; el día 15 toma un taxi y come en el restaurante de un hotel; el 16 vuelve a la iglesia; el 17 acude al ambulatorio; y el 18, ya en el hospital, da positivo.
Contacto social. Una semana contagiado pero sin restricción de movimiento alguna. Resultado: centenares de contactos sociales posibles, en su caso miles. La pieza de Reuters es ilustrativa de hasta qué punto nuestra interconexión social permite que el virus se transmita con rapidez. En el caso coreano, el paciente estuvo en contacto con una secta local, los Shincheonji, acostumbrada a liturgias multitudinarias.
El brote ofreció una oportunidad y un problema: oportunidad de atajarlo siguiendo a sus miembros; problema por la escala.
Confinamiento. ¿Qué podemos aprender del paciente #31? Por un lado, que una sola persona puede transmitir el virus a una comunidad gigantesca (el 62% de los enfermos en Corea son miembros Shincheonji); por otro, que sólo hay una medida realmente efectiva para detener los contagios: el aislamiento. Reducir los contactos sociales al mínimo. Exactamente lo que no hizo el paciente #31.
South Korea was able to contain the spread of #Covid_19 for its first 30 patients, prior to #Patient31 - who refused to get tested - resulting in the infection of 80% of #Corona cases in South Korea…
— Saud Salman AlDossary | سعود بن سلمان الدوسري (@999saudsalman) March 16, 2020
This highlights the importance of early testing and self isolation. pic.twitter.com/jFxSgZRFZS
Números. La experiencia coreana es trasladable a otros países. El crecimiento exponencial de la epidemia implica que cada persona enferma puede transmitir el virus a otras 2,5. Y así sucesivamente. Como ilustra Adam Kucharski, epidemiólogo, en este hilo, un sólo contagio puede suponer 244 casos nuevos a lo largo de un sólo mes. Cifras que contextualizan el singular ejemplo de los Shincheonji.
Efectividad. ¿Pero realmente funciona? Dos ejemplos a mano: Hubei e Italia. Sabemos que las medidas de contención adoptadas por China detuvieron la escalada de contagios, tanto en Wuhan como muy especialmente en el resto de provincias. Y también que Italia ha logrado erradicar los casos en Codogno, epicentro del brote, y ha reducido (de 100 al día a 50 al día) el contagio diario en el norte del país.
Quedarse en casa funciona.
Imagen: Ahn Young-joon/AP