Las elecciones generales de ayer transformaron de arriba a abajo el panorama político español. El descalabro electoral del Partido Popular, la irrupción de Vox en el Congreso de los Diputados, el crecimiento de Ciudadanos, las gigantescas ganancias del PSOE y el retroceso contenido de Unidas Podemos componen un lienzo inédito en la historia de la democracia española. ¿Pero qué peso ha jugado el sistema electoral en ello?
Era una pregunta legítima en los días previos a los comicios. Como vimos en su día, el modelo consagrado en la Ley Orgánica del Régimen Electoral (LOREG) potenciaba la preeminencia de dos grandes partidos (muy especialmente del conservador) sobre opciones más minoritarias. Jamás en la historia reciente de España cinco partidos de escala nacional habían competido por encima del 10% de los votos. Era un escenario sin precedentes.
Uno en el que las pequeñas circunscripciones, aquellas que entregan cuatro escaños o menos, podían jugar un rol crucial. La división del votante conservador podía provocar que el PSOE ganara muchas provincias antaño monopolizadas por el Partido Popular, y que el bloque conservador perdiera numerosos escaños en circunscripciones favorables pero poco proporcionales. ¿Ha sido así? En parte sí: en Cuenca o en Toledo Vox y Cs han obtenido altos porcentajes, pero no escaño.
Pese a que ha tenido un protagonismo menor durante este ciclo electoral, la reforma de la LOREG tuvo un peso específico en los discursos tanto de Podemos como de Ciudadanos hace tres años y medio. Ambos partidos interpretaban (correctamente) que la asignación automática de dos escaños a todas las provincias beneficiaba a partidos históricos y bien implantados en todo el territorio como PSOE y PP. Obtener escaño allí requería de altísimos porcentajes.
Un Congreso sin provincias
Se habló, y se sigue hablando mucho, de la circunscripción única, o dicho de otro modo, del mantra de "un ciudadano un voto". El reparto de escaños es hoy desigual: un diputado de Soria requiere de menos sufragios que uno de Madrid para acceder al Congreso. Una forma de corregirlo es introduciendo una circunscripción nacional, sin divisiones provinciales. Todos los votos se contabilizan en igualdad de condiciones, a bulto, sin distorsiones geográficas.
Es el sistema empleado en las europeas, y el que hemos utilizado en Magnet para hacer un ejercicio de política-ficción: ¿qué pasaría si los escaños de ayer se hubieran asignado sobre una circunscripción única? Pues esto.
Se trata de una hipótesis. Es importante tener en cuenta que el comportamiento de los votantes viene determinado, en parte, por las condiciones del sistema electoral. El célebre "voto útil" se explica en gran medida por la importancia de las circunscripciones pequeñas. Un sistema más proporcional modificaría las preferencias y las decisiones de una parte del electorado, por lo que no son resultados 100% extrapolables.
Ahora bien, hay lecturas interesantes. La primera: los partidos más beneficiados por el actual sistema electoral no son los nacionalistas, como se tiende a pensar. Esquerra Republicana de Catalunya obtendría 14 diputados, uno menos que anoche; Junts per Catalunya sufriría idénticas pérdidas (de 7 a 6); las mismas que PNV (de 6 a 5), Bildu (de 4 a 3), Navarra Suma (de 2 a 1), Coalición Canaria (de 2 a 1) y el Partido Regionalista Cántabro (de 1 a 0).
Son ajustes pequeños, aunque cruciales en unas elecciones tan igualadas (y ante una investidura tan difícil como la que afronta Pedro Sánchez). Otros ganarían. El BNG y Front Republicà lograrían entrar en el Congreso, y Compromís obtendría un diputado más. En total, los partidos regionalistas o nacionalistas perderían 7 escaños y ganarían 3. El actual sistema electoral tan sólo les entrega un premio de 4 escaños (globales) en un Congreso de 350 asientos.
Las distorsiones territoriales introducidas en la LOREG no tenían como finalidad beneficiar a las formaciones regionales, sino asegurar mayorías de gobierno estables a través de hegemonías perdurables en ambos bloques ideológicos. El hoy enterrado bipartidismo. Las pequeñas circunscripciones, como bien saben IU o UPyD, castigan sobremanera a formaciones que obtienen miles de apoyos a escala nacional, pero cuyos votos están demasiado repartidos en todas las provincias.
Las distorsiones a nivel nacional
En 2019 esa formación tiene un nombre: PACMA. El partido animalista superó su techo histórico, fijado en 2016, y aglutinó 326.000 votos. Fueron insuficientes para obtener representación parlamentaria, pese a que otros partidos menos votados sí acudirán al Congreso (Bildu, Coalición Canaria, PRC, Navarra Suma y Compromís). En un sistema de circunscripción única, PACMA habría irrumpido en la cámara baja con 4 escaños.
Algo similar le sucedió a Vox. Su extraordinario volumen de votos, más de dos millones y medio, le aseguraron representación en el Congreso (23 escaños) gracias a su buen rendimiento en las grandes ciudades. Pero gran parte de sus apoyos se perdieron por el sumidero de las provincias pequeñas. Un sistema de circunscripción única le habría asegurado 13 escaños más, disparando su grupo parlamentario a 37.
Unidas Podemos, cuyos problemas han sido similares a los de Vox (muchísimo voto a escala nacional, insuficiente en las provincias menos pobladas), también se habría beneficiado de la circunscripción única: habría pasado de los 42 diputados a los 51 (+9). Ciudadanos, perjudicado en 2016 por el desequilibrio territorial, habría superado la trampa electoral diseñada en la LOREG: sólo habría ganado un diputado eliminando las circunscripciones provinciales.
¿Los grandes derrotados en nuestra hipótesis? Quienes más se han beneficiado durante décadas del actual sistema electoral: PSOE y PP. La formación de Pablo Casado se habría dejado cinco escaños más, redundando en un fracaso electoral sin precedentes en la historia democrática de España. Y el PSOE habría perdido 18 diputados, pasando de sus 123 actuales a unos modestos 105. Es el premio que el actual sistema electoral entrega al partido más votado en casi todas las provincias.
Un sistema electoral alternativo habría tenido un impacto directo en la consecución de mayorías parlamentarias para obtener la investidura. Las fuerzas de izquierda nacionales (PSOE, UP y PACMA) sumarían 160 escaños (frente a los 165 actuales); las conservadoras, por su parte, pasarían de sus 147 actuales a los 156. Pedro Sánchez tendría más difícil la investidura, y necesitaría negociar con el bloque independentista (de 22 escaños a 20) para gobernar.
¿Significa esto que el actual sistema electoral debe ser reformado? No. O no necesariamente. Es cierto que Vox acude al Congreso con el 6,86% de los escaños tras haber obtenido el 10,26% de los votos; o que Unidas Podemos se ha llevado el 12% de los asientos tras haber sumado el 14,31% de los sufragios; pero la proporcionalidad entre bloques se mantiene. PP, Ciudadanos y Vox acaparan el 42% de los diputados... Y el 42,82% de los votos.
Es decir, los intereses agregados del electorado (su apoyo a un gobierno de coalición o a otro) no se ven distorsionadas por las circunscripciones más pequeñas. Son determinantes a la hora de penalizar o beneficiar a los partidos más pequeños y más grandes de cada bloque, pero no a la hora de desdibujar las preferencias a gran escala de los españoles. Algo que comprobaremos en menos de un mes, cuando acudamos a las urnas por las elecciones europeas.