Las recientes inundaciones en toda Europa occidental han dejado escenas de devastación. El temporal que ha azotado Alemania, Bélgica y parte de Países Bajos ya ha dejado más de 180 muertos y miles de desaparecidos. Las carreteras fueron arrasadas, los ríos desbordados, los coches se apilaban unos encima de otros y las casas arrastradas. En Europa, las inundaciones siempre han existido, pero las consecuencias adversas de ellas cambian con el tiempo y están influenciadas por las tendencias e interacciones tanto naturales como socioeconómicas.
Y lo cierto es que pese a que el cambio climático nos pisa los talones y gran parte de la comunidad científica sospecha que es el causante de semejantes catástrofes, hoy en día las inundaciones causan menos muertes y pérdidas que en el pasado.
¿Qué ha sucedido? Hace una semana, las alarmas se disparaban en algunas zonas de Alemania, donde las lluvias récord hicieron que los ríos se desbordaran, devastando la región y provocando que algunos pueblos terminaran totalmente destruidos. “Tenemos que darnos prisa. Debemos ser más rápidos en la lucha contra la crisis climática”, aseguraba la canciller alemana, Angela Merkel, tras su visita al distrito de Renania-Palatinado, la zona más afectada. La destrucción ha sido imparable y el número de desaparecidos una muestra del caos que la naturaleza puede causar en nuestra moderna civilización.
Los expertos sostienen que las catastróficas inundaciones en Europa occidental son parte de una crónica de un desastre anunciado y que el culpable es el cambio climático. Otros especialistas dicen que, si bien se dieron las alarmas sobre las lluvias que se avecinaban, no se esperaba que fueran de tal magnitud y faltan mejores herramientas de pronóstico. Muchos factores contribuyen a las inundaciones, pero una atmósfera más caliente a causa del cambio climático aumenta la probabilidad de lluvias extremas. Un meteorólogo alemán explicaba que no se habían visto similares en 500 o incluso 1.000 años.
Un pasado más catastrófico. Sin embargo, diversos estudios como este publicado en la revista Nature, explican que la devastación causada por las inundaciones hoy en día es mucho menos significativa que hace años. Los resultados de una reconstrucción cuadriculada en 37 países europeos desde 1870 indican que ha habido un aumento en el área inundada anualmente y el número de personas afectadas desde entonces, pero una disminución sustancial de muertes. A nivel mundial, mueren entre 5 y 10.000 personas cada año, frente a las 400.000 al año en la década de 1930. En la actualidad, en Europa casi 100 mueren al año a causa de las inundaciones.
Durante las décadas más recientes también encontramos una disminución considerable de las pérdidas económicas por año. Y se estima que hay un gran subregistro de inundaciones más pequeñas más allá de los años más recientes que han tenido un impacto sustancial en las tendencias observadas.
Los motivos. Muchos factores podrían explicar esta evolución, como grandes mejoras en las comunicaciones y el transporte, que permitieron evacuaciones más efectivas, rescate y socorro, y el establecimiento de agencias meteorológicas e hidrológicas, que permitieron la observación y el pronóstico continuos de las precipitaciones. Es decir, se mejoró la alerta y la preparación ante desastres en comparación con el pasado. En general, la vulnerabilidad ha disminuido en correlación con el PIB per cápita.
Los cambios en el paisaje también podrían haber tenido un efecto sobre la vulnerabilidad. Las áreas afectadas por inundaciones se urbanizaron en mayor medida en Europa, mientras que las tierras de cultivo se han eliminado más rápidamente. Las viviendas, especialmente las urbanas, se han vuelto más resistentes ya que el ladrillo y el hormigón se utilizan con más frecuencia como material de construcción que la madera o el adobe. El porcentaje de la huella de las inundaciones bajo el tejido urbano tiene una correlación negativa más fuerte con las muertes relativas y las personas afectadas que el PIB per cápita de las 310 inundaciones analizadas.
El cambio climático sigue importando. Vincular un solo evento meteorológico al cambio climático requiere un análisis de atribución extenso, y eso lleva tiempo, pero los científicos sí saben una cosa con certeza: el aire más cálido contiene más humedad, y eso hace que sea más probable que cualquier tormenta produzca más precipitación. Por cada grado Celsius de calentamiento, el aire puede contener un 7% más de humedad. Y de media, el mundo se ha calentado un poco más de 1 grado desde el siglo XIX, cuando las sociedades comenzaron a emitir enormes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
“Cualquier tormenta que se presente ahora tiene más humedad”, explicaba Jennifer Francis, científica del Climate Research Center en este reportaje de The New York Times. "Esa es la conexión directa con el aumento de la frecuencia de fuertes aguaceros". Y aunque todavía es un tema de debate, algunos científicos ya advierten de que el cambio climático podría estar provocando que las tormentas duren más.
Un problema de nunca acabar. Las inundaciones en Europa han matado a miles de personas durante siglos. No es la primera vez que el continente se ve afectado por un diluvio. Historias similares se repiten cada cierto tiempo. Hace poco tiempo, un niño de 7 años moría después de enfermarse en una casa inundada en Surrey; un kayakista se ahogó en un río galés desbordado; y un ferrocarril era destrozado por las olas en Cornualles.
En cuestión de meses en 2014, al menos 5.000 casas en Gran Bretaña resultaron dañadas en lo que entonces se consideró una de las estaciones más lluviosas en casi 250 años. En mayo de ese año, las lluvias e inundaciones más intensas en 120 años azotaron Bosnia y Serbia, matando al menos a 33 personas, obligando a miles a abandonar sus hogares y cortando el suministro eléctrico en 100.000 hogares.
Alemania lo sabe bien. En Bitterfeld, en el este de Alemania, 10.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares en junio de 2013 cuando se rompió un dique en el río Mulde. La tormenta fue llamada Kyrill por los meteorólogos alemanes y provocó una lluvia implacable en Gran Bretaña, Irlanda, Francia, Bélgica y los Países Bajos. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, Kyrill mató a 46 personas y provocó pérdidas totales por valor de 8.000 millones de euros. En ese momento, fue uno de los episodios climáticos extremos más dañinos jamás registrados en Europa. Esta historia está lejos de acabar, la pregunta es si se puede frenar.
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