Europa se enfrenta a una crisis energética sin precedentes. Las consecuencias ya se han hecho notar en diferentes partes del continente, con los gobiernos teniendo que recurrir a apagones y parones en algunas fábricas. Este invierno se prevé duro por una oferta alarmantemente reducida y altos precios. Las naciones dependen más que nunca del gas natural para calentar hogares y alimentar industrias en medio de los esfuerzos por abandonar el carbón y aumentar el uso de energías limpias.
Pero no hay suficiente. Y, hambrientos de gas, los productores ya vuelven a recurrir a lo que prometimos dejar atrás: el carbón.
Una crisis. Europa se enfrenta a esta situación después de un largo y frío invierno que dejó agotadas las reservas de gas. Reponerlos no ha sido fácil, ya que los suministros limitados de Rusia y Noruega obligaron a Europa a luchar por los cargamentos de gas natural licuado en el mercado. El viento poco intenso también ha agravado los problemas energéticos del continente, lo que ha llevado a las empresas de servicios públicos a recurrir a los combustibles fósiles más sucios para cubrir ese déficit.
El último recurso. Tal y como relata Bloomberg en este artículo, un envío de carbón para el próximo mes en un importante centro europeo se cotizó a 185 euros la tonelada, el más alto desde 2008, según se puede ver en la transacción en la plataforma globalCOAL. Un envío de nada más y nada menos que 50.000 toneladas métricas con destino a Amsterdam-Rotterdam-Amberes. Varias empresas de servicios públicos ya han entrado también al mercado durante esta semana para asegurar suministros antes del invierno.
“Estamos observando cierta tensión también en el mercado del carbón”, explicaba Marco Saalfrank, jefe de comercio de Axpo Solutions AG, en una entrevista en la conferencia de Gastech en Dubái. Las ganancias de las centrales eléctricas de carbón se han "vuelto positivas, aumentando la producción". Este gráfico elaborado por Bloomberg ilustra bien la subida.
Subida de precio. Los precios de la energía se están disparando justo cuando Europa está tratando de impulsar un acuerdo climático más ambicioso cuando los líderes mundiales se reúnan en Escocia a finales de este año. El carbón europeo que está listo para su entrega el próximo año subió a su nivel más alto desde 2008, debido a la fuerte demanda de las centrales eléctricas y las escasas existencias. Y no son solo los precios al contado los que están subiendo, los futuros para la entrega del próximo año también aumentaron hasta un 4,1%.
Si los proveedores de energía se ven obligados a competir por la cantidad limitada de suministro de gas, los precios seguirán subiendo y los costes inevitablemente se transmitirán a los consumidores.
Escasez en todos lados. Pero el carbón no resolverá por completo los problemas energéticos de Europa ya que las exportaciones de la materia prima de Australia, Sudáfrica y Colombia siguen obstaculizadas por la pandemia y los desafíos de la cadena de suministro, lo que agrava el efecto del bajo suministro ruso.
Esos suministros han caído también debido a que los principales productores de Colombia e Indonesia han luchado contra las fuertes lluvias, mientras que algunas minas en otros lugares han cerrado por la pandemia. La inversión en nuevos proyectos mineros casi se ha detenido en los últimos años, con los bancos recortando los préstamos a las empresas de carbón mientras el mundo busca evitar los peores efectos del cambio climático. El suministro de gas es escaso, el suministro de carbón es escaso y las energías renovables no van muy bien y ahora estamos en esta situación.
De cerrar a ser protagonistas de la crisis. Reino Unido es uno de los países más expuestos a la actual crisis energética debido a su dependencia del gas natural para generar electricidad. El precio de los futuros de gas se ha más que duplicado desde mayo. Y en esa posición contra las cuerdas, también abraza el carbón como último recurso.
Para que os hagáis una idea: La empresa de energía Drax anunció hace unos meses planes para retirar sus generadores de carbón restantes después de 50 años en funcionamiento como parte de los esfuerzos para reducir sus emisiones. Luego retrasó los cierres hasta septiembre de 2022, con planes para convertir los generadores a biomasa en su lugar. Ahora esa planta de carbón podría convertirse en la salvadora y ayudar a llenar parte del vacío.
Todo el embrollo energético acontece mientras Europa busca reducir sus emisiones de carbono para cumplir con los objetivos del cambio climático. Queda por ver cómo las empresas europeas equilibrarán el aumento de las emisiones de carbono y el sentimiento de los consumidores con la indisponibilidad o la inasequibilidad de la energía procedente de fuentes menos intensivas en carbono.
Imagen: Unsplash
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