Vigo amaneció el domingo en tensión, con el estómago revuelto y los nervios crispados. Igual que el resto de una España convocada a las urnas para escoger a quienes serían los líderes encargados de gestionar la cosa pública a nivel local y regional durante los próximos cuatro años. Lo que diferencia a Vigo es que ese estado de excitación no lo causaba el 28M, sino el partido entre el Cádiz CF y el Real Club Celta que arrancaba a las siete de la tarde en el Nuevo Mirandilla.
Lo del 28M estaba cantado en Vigo.
Mejor dicho, lo del 28M estaba cantadísimo en Abelgrado.
La duda no era si Abel Caballero lograría revalidarse por quinta vez consecutiva como regidor de la ciudad. Ni siquiera si empalmaría su tercera mayoría absoluta. Mejor dicho, absolutísima. Si alguna incógnita había botando sobre el alero era, primero, cómo de contundente sería su victoria y si lograría o no superar el resultado histórico de 2019, cuando acaparó 20 de 27 concejales; y segundo, de qué forma se repartirían el puñado de ediles que quedara para la oposición.
Un 28M sin sorpresas ni sorpassos
El resultado no decepcionó. Su lista captó 82.300 papeletas de las 136.500 depositadas en las urnas de Vigo, lo que traducido en ediles contantes y sonantes le da una holgada mayoría de 19 sillones en el pleno municipal. Es uno menos que los que consiguió en 2019 y lo aleja de la soñada marca de los 21 concejales, lo que le habría dado el mando de dos tercios de la cámara local con todas las prebendas que ello implica, pero supone igualmente un éxito rotundo. No, rotundísimo.
Hasta 2027, al menos, la oposición volverá a estar en flagrante minoría en el Ayuntamiento de Vigo: cinco ediles el PP y tres el BNG, resultados que, con todo, mejoran los firmados por ambas formaciones en 2019. Si hubo una gran perdedora el 28M en la ciudad fue Marea. El grupo que irrumpió en su día con energía en el salón municipal no ha sabido defender su espacio. De ocupar dos sillas (10.400 votos) pasará ahora a seguir los plenos desde la bancada del público.
Detalles locales aparte, el resultado de Abel Caballero lo hace destacar en un mapa "post 28M" que le ha salido revuelto al PSOE. Su pegada en la mayor urbe de Galicia convierte a Vigo en una suerte de Abelgrado que —parafraseando a René Goscinny y Albert Uderzo— destaca cual villa galaica socialista ante el avance que las formaciones de derecha han logrado en gran parte del país. Veamos.
Entre las 15 principales ciudades de España, el PP ha sido el más votado en nueve. En Valladolid empató con el PSOE, en Barcelona ha ganado en papeletas Junts y en Bilbao el PNV. Quedan tres urbes en las que los socialistas son la fuerza más respaldada: Las Palmas de Gran Canaria, Gijón y Vigo. En ninguna la situación es tan cómoda para los de Sánchez como en la metrópoli gallega. En Las Palmas ha logrado 12 ediles frente a 9 del PP y en Asturias aventaja por la mínima a Foro.
Mucho más difícil que contar papeletas es sin embargo ganarlas. Y en eso la fórmula de Caballero parece infalible, acusando un desgaste mínimo —si es que lo hay en su marca local y la pérdida de respaldo con respecto a 2019 no se explica por el peso de las siglas del PSOE— tras 16 años de alcalde, ocho de los cuales ha gobernado con mayoría absoluta. Esa fortaleza le permite seguir capitaneando Vigo sin necesidad de llegar a acuerdo alguno con el resto del pleno.
¿La razones de su éxito? Un cóctel complejo, compuesto por una intensísima agenda política, una acción de gobierno local capitalizada de forma casi exclusiva en su figura y ciertas apuestas que han consolidado su popularidad, como la ola de humanizaciones o sus mediáticas campañas de la "Navidad Top", cocinadas desde cero por su gobierno y que le han granjeado fama dentro y fuera de Galicia, abriéndole los platos de televisiones estatales en horario prime time.
Otro de sus grandes aciertos, a tenor de los resultados del 28M, es marcar distancias con las siglas del partido. El logo del PSOE en sus carteles de campaña era minúsculo y el propio Caballero no ha tenido reparos en recalcar abiertamente en ese mensaje: cuando de temas locales se trata no conoce colores ni filiaciones.
"Las siglas de mi partido son las siglas de Vigo", proclama. No es el único al que parece haberle dado resultado distanciarse de la marca PSOE. Otro ejemplo claro es Emiliano García Page, quizás el barón más alejado de Moncloa y que ha logrado mantenerse fuerte en su feudo pese a la debacle socialista.
El de Caballero no es por supuesto el único ejemplo de numantina resistencia municipal del PSOE. Otro caso de manual es el de Carlos Martínez Mínguez en Soria, donde ha vuelto a arrasar con 12 concejales que le garantizan una (otra) plácida legislatura, ajeno en apariencia al desgaste del sillón municipal.
En Vigo la noche del 28M salió según lo esperado. Las sorpresas vinieron desde el Nuevo Mirandilla, donde el Celta, por cierto, se ha asomado al precipicio.
Imagen de portada: Concello de Vigo
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