Una de cal y otra de arena (o sal). La sequía que arrastra desde hace meses Cataluña está sacudiendo con fuerza el negocio de las piscinas. Y no siempre para mal. Mientras la patronal alerta de un desplome en los encargos de nuevas albercas y se debate si los ayuntamientos de la región deberían dejar de conceder licencias para construirlas, hay otras empresas del sector, dedicadas al suministro de agua de mar y desalinizadoras, que han visto cómo su actividad se disparaba.
La razón es muy simple: la Generalidad permite usar ese líquido para rellenar piscinas. Eso sí, su uso no siempre es buena idea y si no se hace de forma adecuada y con instalaciones bien preparadas puede acarrear problemas… y sanciones.
Es el otro efecto de la sequía.
Piscinas en el ojo de mira. En toda Cataluña hay alrededor de 196.000 piscinas, la inmensa mayoría descubiertas, y la escasez de lluvias no les ha sentado especialmente bien. Con buena parte de la comunidad en estado de emergencia I o excepcionalidad y las cuencas internas con una reserva de agua del 16,94%, estas instalaciones, a menudo enfocadas al ocio, se han colado en el debate público.
Al detallar las restricciones que se aplican en sequía, las propias autoridades catalanas se pronuncian con claridad: salvo en casos concretos, como las piscinas deportivas de la propia Generalitat o las que se usan para deportes federados y tratamientos terapéuticos, queda prohibido rellenarlas con agua dulce.
Agua dulce, agua salada. Esa última palabra es importante porque la Generalitat contempla una excepción más para colmar las piscinas. Permite hacerlo con agua de mar, aunque siempre y cuando se cumpla una condición fundamental: los vasos deben llenarse y vaciarse sin conexión con las redes de abastecimiento y saneamiento. Dicho de otra forma, sus propietarios tienen que buscarse la vida para gestionar el líquido y contratar camiones cisterna.
Triplicando la clientela. La perspectiva de llegar al verano con la piscina colmada de agua, aunque sea de mar, es lo suficientemente atractiva como para haber disparado la demanda de las empresas que se dedican a prestar ese servicio. Y para muestra, un botón. En marzo la firma Aquamarina Costa Brava explicaba a La Sexta que su actividad se había multiplicado, con llamadas de urbanizaciones, hoteles, campings y particulares interesados en su suministro de agua de mar.
"Hemos triplicado el número de clientes. El año pasado ya empezamos a tener algunos que solicitaban este servicio, pero esta temporada hemos visto un enorme crecimiento", comentaba a la cadena la fundadora y socia de la firma, Juit Puig. En febrero El País se hacía eco también de un "boom" en la compra de desalinizadoras portátiles, máquinas capaces de producir 50.000 litros diarios y que cuestan hasta 150.000 euros. En concreto, apuntaba a su demanda entre empresas turísticas.
En el radar de los profesionales. Si hay un colectivo que mire con preocupación las restricciones derivadas de la sequía y al que se le haga cuesta arriba la perspectiva de un verano sin piscinas refrescantes es precisamente ese: el turístico. Para esquivarlo el gremio llegó a estudiar la posibilidad de importar agua de Francia u obtenerla a través de firmas catalanas, pero la Generalitat no tardó en tumbar esa opción. "Da igual que venga de Francia, Bilbao o Japón, si no es agua de mar, no se puede llenar la piscina", advertía la Agencia Catalana del Agua (ACA), e incidía: "No importa el origen, salvo si proviene del mar".
Por la opción del agua de mar se ha interesado incluso la Federación Catalana de Campings (FCC), que la planteó a comienzos de año durante una reunión con el consejero catalán de Acción Climática. Los empresarios aseguraron entonces estar trabajando en un plan para llenar sus piscinas con este tipo de líquido salado.
Una solución, pero no perfecta. El agua de mar puede ser una solución para rellenar piscinas en tiempos de sequía, pero ni mucho menos perfecta. Y no lo es por varias razones: no resulta fácil, plantea desafíos técnicos y hacerlo de forma inadecuada pueda acarrear consecuencias. Al fin y al cabo la propia Generalitat recuerda que pueden rellenarse las albercas usando agua marina, pero esa operación siempre debe hacerse al margen de la red general.
Para entenderlo viene bien repasar los diferentes tipos de instalaciones que existen. Como recuerda Piscina de Cor, al margen de los vasos de agua dulce, que mantienen su líquido en buenas condiciones con químicos, hay otros dos tipos de piscinas con agua salada: las de clorador, que aprovechan la sal para generar cloro a través de un proceso electrolítico; y las que utilizan directamente agua de mar.
Quizás parezcan lo mismo, pero hay diferencias. Y muy importantes. En las piscinas con clorador el nivel de sal suele mantenerse en un rango de 3.000 a 4.000 partes por millón (ppm), mientras que en el agua de mar el contenido de sal es mucho mayor, de 35.000 ppm. El propio consejero de Acción Climática, David Mascort, apuntaba hace un mes escaso que si bien llenar piscinas con agua de mar no supone "ningún problema", hacerlo bien requiere una "inversión diferente".
Una idea "desastrosa". La advertencia parte en esta ocasión de otra empresa del sector, Piscines Aqua Blau, que advierte de que llenar una piscina con agua de mar de forma inadecuada puede acarrear consecuencias "desastrosas", tanto para la instalación como el medio ambiente y la cartera de sus propietarios. La mayor concentración de sales disueltas puede afectar a los materiales, las escaleras, bombas de filtración… Y el agua debe tratarse para garantizar su salubridad.
Llenar una piscina con agua de mar requiere además adaptar la instalación para garantizar que el agua no se verterá al alcantarillado. Los dueños deben cambiar filtros y asegurarse de que tienen un clorador que aguante la salinidad y materiales resistentes a la corrosión. Empresas del sector o la propia ACA han avisado ya de que en la mayoría de casos llenar piscinas con esta agua resulta complejo.
Un desafío técnico. "Si llenamos parcialmente la piscina con agua de mar corremos el riesgo de que el equipo de electrólisis salina deje de funcionar, ya que el agua de mar contiene unos 33 g de sal por litro y el equipo trabaja con 6 g", comenta a La Vanguardia Angel Pastor, de la compañía Piscines Blanes.
De opinión más o menos similar, Davis Tapias, de la empresa Innovación de Fluidra, recuerda que el agua de mar "puede hacer que se pare la electrólisis y dañar los equipos, además de incrementar la corrosión". "Solo en las piscinas especialmente preparadas, como pueden ser las de tratamientos de talasoterapia, se puede hacer servicio agua de mar con seguridad", abunda el experto.
Imágenes | Nabih El Boustani (Unsplash) y Agència catalana de l'aigua
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