En pleno pico de contagios, Bélgica da el primer paso hacia la desescalada de las mascarillas

Superada la fase de escasez y confusión en torno a su efectividad, deliberada o no deliberada, las mascarillas se convirtieron en una de las medidas preferidas por la mayoría de gobiernos europeos. Todos ellos adoptaron en mayor o menor grado usos obligatorios, aunque la escala varío de país a país. Ahora un gobierno ha dado el primer paso hacia la desescalada: Bélgica. Ya no será obligatorio llevarla al aire libre.

La decisión. La ha anunciado hoy Sophie Wilmès, su primera ministra. Los belgas ya no tendrán que ponerse la mascarilla en las calles y avenidas donde sea posible mantener la distancia de seguridad (a partir de octubre). Sí tendrán que hacerlo si hay menos de metro y medio de separación con el resto de viandantes. Es una distinción difusa y que marca un camino hacia cierta relajación en la norma.

Lo común. En rigor, la obligatoriedad a todas horas y en toda circunstancia (como sucede en España, donde algunos gobiernos autonómicos la han impuesto incluso para la práctica deportiva) no es la norma. España e Italia se ubican en un extremo. Pero su uso en espacios cerrados y en zonas concurridas sí es más general. Para el gobierno belga,  la imposición al aire libre redundaría en cierta fatiga popular.

El contexto. Sucede que la noticia llega en un contexto delicado. Al igual que en España o en Francia, Bélgica afronta un agudo repunte de los contagios. La incidencia acumulada en el país supera ya los 140 por cada 100.000 habitantes. El precedente de marzo y abril, cuando el país se colocó a la cabeza de Europa en mortandad (por su generosa contabilidad, aunque los dato del MoMo refrendaron el impacto) sigue presente.

A las puertas de la segunda ola, Bélgica suaviza algunas restricciones. Es cuanto menos una política llamativa que ha sido criticada por figuras científicas como Marc Van Ranst, quien considera inoportunas las relajaciones: "Si te fijas en las cifras, es evidente que no es el momento de relajarse. No se necesita a un gran virólogo para predecir que los contagios aumentarán en las próximas semanas".

Otras ideas. No sólo se trata de la mascarilla. El gobierno también ha reducido el tiempo de cuarentena para los contactos estrechos (de 14 días a 7 días). Aquí la tendencia sí es generalizada. Como se desarrolla en este artículo, buena parte de los ejecutivos se plantean relajaciones similares. En España, Sanidad ya ha anunciado que el tiempo de confinamiento para los contactos cercanos pasa de dos semanas a 10 días. Se espera que una restricción más suave incentive su cumplimiento.

Las evidencias. ¿Qué sucede? Que no ha habido una política homogénea frente a la mascarilla. Y que los resultados de unas y otras experiencias no permiten lecturas rotundas. Por ejemplo: Dinamarca, Suecia o Noruega, tres de los países que con más éxito han esquivado (mapa) la segunda ola (hasta la fecha) no disponen de políticas estrictas. No han sido obligatorias durante el verano (ni siquiera en espacios cerrados) y sólo ahora han comenzado a imponerse en transporte público, entre otros.

El gobierno belga, consciente de cierto hartazgo por parte de su población, se fija en España (donde es obligatoria en todo momento) y en los países nórdicos (donde no lo es) y encuentra señales contradictorias. De ahí que, quizá, el suyo sólo sea el primer paso hacia la desescalada.

Imagen: Miguel Discart/Flickr

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