Lo sospechábamos desde hace meses. Este año no se entregaría el Nobel de Literatura, el más importante de todos cuantos concede. La cifra de miembros necesarios para otorgar el galardón no daban y siguen sin dar. La Fundación del Nobel ha anunciado esta misma mañana que no habrá premiado este año. La solución, por el momento, consiste en aplazar la entrega y dar para el año que viene dos medallas, las correspondientes a 2018 y el de 2019.
El escándalo sexual. Hace medio año 18 mujeres alzaban la voz y denunciaron en los medios que Jean-Claude Arnault. Esposo de Katarina Frostenson y persona muy ligada a la institución, había cometido frecuentes abusos, agresiones e incluso una violación entre 1997 y 2007, en ocasiones incluso en las dependencias de la Academia o en apartamentos de la institución en París y Estocolmo. Al parecer, carácter de Arnault era conocido por toda la élite cultural sueca, y la Academia estaba más que al tanto, pero jamás hizo nada.
Triunfo del MeToo. Así se ha recibido la noticia de la cancelación del Nobel. Lo que no han conseguido dos guerras mundiales y otros tantos imprevistos lo ha logrado la presión feminista. Fueron tres los miembros masculinos de la institución que abandonaron inicialmente cargo, pero el abandono de otros tres miembros femeninos más de la institución y el boicot de otras dos académicas que mantienen su rechazo desde hace años ha sido lo que ha logrado tumbar la balanza y hacer imposible el quórum para este año.
Una cuenta atrás. Aunque han anunciado que se entregará el Nobel el año que viene, todavía no pueden afirmar que esto sea así por el propio funcionamiento de la institución. Los cargos los concede el Rey de Suecia, son vitalicios e irrenunciables, y los asientos vacíos, según los estatutos actuales, no se pueden ocupar. El monarca ya ha hablado con la Academia y ha anunciado que estudiará incluir una cláusula de derecho a renunciar, lo que facilitaría la incorporación de nuevos miembros.
Pero la inestabilidad sigue siendo profunda, ya que la razón esgrimida por los tránsfugas es que la institución ya no es percibida como creíble. Es decir, que los diez miembros que se mantienen fieles al Nobel podrían sumarse al rechazo de la situación actual, comprometiendo aún más a la imagen del certamen.
¿Quién quiere ser un Nobel? En paralelo a la ingente cobertura mediática que siempre logran los ganadores corren desde hace décadas toneladas de críticas a lo que un Nobel representa. Premios desfasados en sus disciplinas que injustamente individualizan hallazgos colectivos, una máquina generadora de argumentos de autoridad, el sitio donde no nos sorprendería ver a Donald Trump siendo laureado por su contribución a la paz mundial. Y pese a todo, le duela a quien le duela, cualquier fundación ansía ser "el Nobel" de su campo.