Si pasáis en internet (y en Twitter, más específicamente) buena parte de vuestro tiempo de ocio, seguro que habréis visto compartidos vídeos de 'Last Week Tonight With John Oliver', un informativo humorístico de HBO que no deja títere con cabeza en su repaso por lo más destacado de la actualidad estadounidense e internacional.
Su presentador, John Oliver, se ha convertido en uno de los cómicos más destacados del país (más todavía desde su campaña contra los telepredicadores) por su manera de explicar las noticias a la audiencia, cachondeándose al mismo tiempo de la cortedad de miras de muchos grandes medios y de los propios políticos. Ha lanzado andanadas contra la FIFA, contra la publicidad de las farmacéuticas, contra la discriminación contra el colectivo LGBT, contra los programas de espionaje del gobierno, y todas ellas se han convertido en virales, y nos han hecho suspirar porque alguien como John Oliver pudiera aparecer en España. Pero las cosas no son tan sencillas.
¿Humor político? ¿Qué es eso?
Como decían Tip y Coll para cerrar sus actuaciones, "y la semana que viene, hablaremos del gobierno". En España no existe la misma tradición de humor político y de crítica satírica contra las estupideces de los gobernantes que hay en el mundo anglosajón. Por mucho que los Guiñoles de Canal+ se hicieran célebres por aquel beso entre Jordi Pujol y José María Aznar, en la época en la que el apoyo de CIU era fundamental para el gobierno del PP, nunca se acercaron al nivel de salvajismo de 'Spitting Image', de la BBC.
Alberto Rey, crítico de televisión de El Mundo, apunta que "el humor político en España no se desarrolla hasta los últimos diez años, quizá veinte, cuando empieza con Pedro Ruiz, porque durante todo el franquismo, en los años 60 y 70, que es cuando los monologuistas potentes ponen las bases de lo que luego serán los programas de late night en Estados Unidos, aquí teníamos a la que se ha muerto, y a las folclóricas y el cuplé". Es un tema en el que abunda también Natalia Marcos, de El País, para la que:
En el mundo anglosajón creo que hay mucha más tradición del tipo de programa que hace John Oliver. Da en la llaga, entra a fondo en los temas, y lo combina con sátira e ironía. Estaría muy bien que en España empezáramos a atrevernos a ir un poco más allá, porque por temas en los que adentrarse no será…
Oliver consigue salirse con la suya porque sus críticas son ingeniosas y divertidas, y sigue un poco el modelo del "padrino" de este tipo de informativos satíricos en Estados Unidos, 'The Daily Show'. Bajo la batuta inicial de Jon Stewart (y ahora, de Trevor Noah), el programa de Comedy Central acerca a un público más joven las noticias del día, y lo hace no sólo metiéndose con los políticos de turno, sino con los propios medios de comunicación y, en especial, con las cadenas de cable de noticias las 24 horas. Ya sabemos lo que pasó con un inofensivo programa humorístico de zapping como 'Sé lo que hicísteis' y Telecinco.
Rosa Belmonte, experta en televisión del diario ABC, explica que "Oliver es crítico con todos y con todo. Con la NSA, la FIFA o General Motors (aquí se atreven con los políticos, pero no con el Banco Santander o El Corte Inglés). Tampoco veo a un señor extranjero cantándonos aquí las cuarenta y sacándonos los colores (si Cayetana Álvarez de Toledo se hace antipática y lejana a muchos por su acento...). Hay un senador republicano que dice que la HBO es el salvaje oeste de la moral. Desde luego, Oliver bordea los límites del humor y del periodismo. Aquí no se ha bordeado nunca nada pese a que en la televisión generalista tengamos más libertad".
La tradición cómica
"Todo el mundo cree que los comediantes de bar en Estados Unidos, al final, acaban haciendo tele. No, hay un millón de tíos dando el coñazo en bares, y de ese millón, pon que veinte en una década, que son dos al año, acaban funcionando. Por cada diez mujeres hablando de sus reglas y sus cosas, hay una Amy Schumer que tiene un punto".
"Yo diría que en la televisión en España falta espíritu crítico y, sobre todo, falta atreverse a tratar temas políticos desde la sátira y la ironía", apunta Natalia Marcos, que añade: "Sólo me viene a la mente el Gran Wyoming (o más bien, los guionistas de 'El intermedio') haciendo algo parecido, pero siempre muy alejado de lo que hace John Oliver". Muchos monologuistas estadounidenses, como Jerry Seinfeld o Louis CK, empiezan criticándose a sí mismos y utilizando sus propias vidas para hacer chistes, lo que les permite luego criticar a más gente.
Además de 'El intermedio', otro ejemplo relativamente reciente de humor con un lado de sátira social y político pudo ser 'Vaya semanita', en ETB, pero tampoco era lo mismo que 'Last Week Tonight'. Rosa Belmonte tiene una opinión clara al respecto:
"No veo la brillantez de John Oliver en nadie en España. Ni un programa semejante, por mucho que Wyoming o Buenafuente intenten la sátira política. Lo de Oliver va más allá. Las investigaciones periodísticas son insuperables. Sus entrevistas son extraordinarias (Wyoming es, probablemente, el peor entrevistador de la televisión). Además, entrevista a gente como Snowden. Su manera de interactuar con los problemas que trata lo llevan un paso más allá del simple comentario chistoso e ingenioso. Es un agitador (uno criado con Margaret Thatcher). Pero un agitador que te hace sentir inteligente. )".
Los nichos son la clave
Además de todos estos factores que hemos comentado antes, hay una diferencia fundamental en España que dificulta que salga un programa como el de John Oliver, y es que en nuestro país, programar para un nicho pequeño de la audiencia aún no sale rentable. "En Estados Unidos, con una audiencia pequeña, un 0,1% de la audiencia, si se te concentra muy bien en las ciudades, de manera que los anunciantes están contentos, pueden sobrevivir programas de presupuesto relativamente bajo", explica Alberto Rey.
John Oliver tiene su espacio en HBO, canal de cable premium por suscripción, en el que el arranque de su segunda temporada, el pasado mes de febrero, fue visto por 720.000 personas. 'The Daily Show' está en otro canal de cable, básico (que se ve simplemente teniendo televisión por cable, sin necesidad de suscribirse), como Comedy Central, y lo mismo pasaba con 'The Colbert Report'. Todos estos programas tienen audiencias en directo pequeñas, pero llegan a los sectores de población que les importan a los anunciantes, y que las cadenas quieren tener como suscriptores. Y esos sectores de población se encargan de viralizarlos a través de las redes sociales.
Resumiendo, España aún necesita más tiempo en democracia para dar la oportunidad a que aparezcan estos cómicos que puedan satirizar a los políticos, a los medios de comunicación y al poder económico sin que todo el mundo se les eche encima.