El youtuber Wismichu no se distinguía, hasta ahora, por ser un adalid del feminismo. O, al menos, no se compartían sus vídeos en YouTube o sus tuits por eso. Lo más común era que se viera envuelto en polémicas por el tipo de humor que hacía en sus shows ante un público, generalmente, adolescente o preadolescente o por los vídeos con los que empezó a ganar popularidad, como la serie dedicada a Chatroulette (ya eliminada de su canal) u otros de corte misógino.
Wismichu lleva a gala no tener ningún tema tabú, y sí que se distingue por su defensa de los derechos de los animales. Y, desde hace unos días, también se ha convertido en un improvisado activista contra la violencia de género al contar en Twitter su experiencia con un caso de maltrato que presenció en una noche de fiesta.
El hilo de Wismichu sobre el maltrato
Lo que cuenta Ismael Prego, nombre real de Wismichu, es que un sábado por la noche, estando en un bar con sus amigos, se para a hablar con ellos una chica que era suscriptora de su canal de YouTube y le apetecía saludarlos.
Se quedan charlando con ella y, de repente, su novio empieza a pasar por detrás de la chica y a darle patadas y golpecitos. Wismichu y sus amigos piensan que el chico en cuestión tiene una manera un poco rara de llamar la atención, pero lo dejan pasar. Hasta que el tema va a más; él le agarra de la cabeza, le da codazos y la situación cada vez tiene peor pinta. Wismichu y sus colegas se dan cuenta de ello y le preguntan a la chica si pasa algo.
Le comentan a ella que no es muy normal lo que él está haciendo y, en ese momento, el novio la agarra y la levanta por los aires, se pone a discutir con ella y le da un puñetazo. Avisan a los guardias de seguridad del bar de lo que está pasando y el chico se marcha, seguido por su novia.
Wismichu y sus amigos no se quedan tranquilos, así que salen también a la calle para comprobar que el chico no esté haciéndole nada más a su novia. Se lo encuentran gritándole y hasta dándole un pequeño cabezazo. Entre ellos y los guardias de seguridad del bar echan al chico de la zona, meten a la chica dentro y se ponen a hablar con ella, porque está muy nerviosa.
Les cuenta que llevan sólo tres meses saliendo, que ella tiene 18 años y él, 27, y no hace más que echarse la culpa por todo lo que ha pasado. Dice que no tendría que haberse puesto a hablar con Wismichu y sus amigos. Hasta les niega que su novio le haya dado un puñetazo, y se enteran también de que el comportamiento del novio hacia la chica es habitual en ese bar los fines de semana, que él se ríe de ella si se desmaya y tiene que atenderla una ambulancia, por ejemplo, pero la chica se niega a cortar con él.
La chica acaba yéndose con los amigos de Wismichu a otro bar, y allí se encuentran con el novio, que se acerca a ella pidiéndole perdón por lo de antes. La chica acepta sus disculpas y se marcha con él, ante la sorpresa y la indignación del youtuber. Lo más interesante es seguir la conversación que este hilo generó en Twitter. Las respuestas que tildaban a la chica de "imbécil" y la culpabilizaban de su situación eran las más comunes, y Wismichu contestaba a todas de la misma manera.
Ismael Prego tiene en Twitter más de dos millones de seguidores y, por esa conversación generada alrededor de su hilo, parecía que podía ser la primera vez que algunos de ellos veían, aunque fuera de segunda mano, un caso de maltrato físico y psicológico. Todas las respuestas que dio Wismichu, criticando a los que culpabilizaban a la chica de lo que le pasaba e intentando que sus seguidores comprendieran lo grave de la situación, y la necesidad de actuar en ese caso, pueden ser muy importantes para contribuir a cambiar las percepciones más habituales sobre la violencia de género.
Los youtubers y las acusaciones de misoginia
La viralidad de la historia de Wismichu contrasta con la imagen que el colectivo de los youtubers se ha ido labrando a lo largo de los años. Es cierto que no es un grupo homogéneo de creadores, pero algunos de ellos han acabado saltando a la palestra pública por controversias con vídeos acusados de machistas. Jorge Cremades es uno de los más conocidos (y de mayor éxito), pero los casos de DalasReview por malos tratos hacia su novia y acoso a menores y Álvaro Reyes, con sus vídeos de coaching para ligar, no han ayudado a cambiar esa percepción pública de ellos.
Las mayores críticas hacia ellos se centran en que tiene unos seguidores muy jóvenes que los ven constantemente denigrar a las mujeres, bromear sobre la violación o ir besando a chicas por la calle sin su consentimiento. A eso se une que uno de los últimos estudios sobre la percepción de la violencia de género en la adolescencia y la juventud, realizado por Cruz Roja en 2015, apuntaba que uno de cada tres jóvenes entre 15 y 29 años consideraba que, en una relación, era inevitable controlar los horarios de la pareja, o impedirle que viera a sus familiares o amigos, o decirle si podía estudiar o las cosas que podía o no hacer.
Otro estudio más reciente sobre las aspiraciones laborales de los jóvenes, confeccionado por Educa 20.20 y Fundación AXA, establecía que los roles de género tradicionales en la sociedad siguen muy presentes en los adolescentes, por ejemplo, en las carreras universitarias que quieren estudiar, con una abrumadora mayoría masculina entre las opciones técnicas y de ciencias. Por todo esto es importante que personas de éxito entre los jóvenes denuncien situaciones como la violencia de género, ya que tienen la capacidad de llegar más lejos que las campañas institucionales.
Sobre todo porque los jóvenes se mueven mucho por la presión de grupo. En un reportaje sobre el clima de misoginia en universitarios en el Reino Unido, el diario The Guardian recogía declaraciones de unos cuantos de ellos, que explicaban por ejemplo que "hay una gran presión entre tus iguales, sobre todo en ambientes como el colegio o la universidad, para comportarte de una determinada manera "masculina", lo que frecuentemente implica un comportamiento altamente misógino y sexista". Si alguien de quien ya son seguidores va contra esas conductas, puede ser mucho más efectivo.
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