¿Por qué los hombres viven menos que las mujeres?

En el gran debate sobre la desigualdad, la brecha de género juega un papel fundamental. De forma sistemática, las mujeres cuentan con peores condiciones laborales, económicas o sociales que los hombres. Dadas las circunstancias, resulta llamativo que, a la hora de evaluar la esperanza de vida mesurada por géneros, las mujeres superen en casi todos los países del mundo a los hombres. ¿A qué se debe, si, a priori, los hombres cuentan con condiciones más favorables para desarrollar una vida sana y plena?

No hay una respuesta simple y sencilla a la anterior pregunta, ni tampoco una rotunda. Las teorías sobre los motivos que permiten a las mujeres vivir durante más años que a los hombres son discutidas y discutibles, y todas ellas se superponen, dibujando el lienzo general de la esperanza de vida global. De lo que no hay duda es de la existencia de la brecha de género inversa. En países envejecidos como España, donde tanto varones como féminas tienden a vivir durante muchos años, las cohortes de edad más avanzadas tienen una representación abrumadora de ellas sobre ellos. En un gif:

España, como Italia o como Japón, tres países con la esperanza de vida más alta del planeta, cuentan con más ancianos femeninos que masculinos. Y pese a que la tendencia se ha equilibrado durante las últimas décadas, la distancia sigue siendo notable. En España, la esperanza de vida al nacer en 2014 se situaba en los 86 años para ellas y en los 80 para ellos, una diferencia de más de un lustro. En México las cifras eran semejantes, aunque más cortas para ambos sexos: 79 para las mujeres, 74 para los hombres. Allá donde pongamos el ojo encontraremos una brecha semejante. Veamos a qué creemos que se debe.

El abuso de sustancias: del alcohol al tabaco

A finales de los noventa, un estudio realizado por los investigadores Tapani Valkonen y Frans Van Poppel puso cifras a una de las teorías más comunes argüidas para explicar la brecha de género en la esperanza de vida: el tabaco. Según su trabajo, centrado de forma específica en los cuatro países nórdicos y en Países Bajos, alrededor de un 40% de la diferencia de longevidad entre hombres y mujeres, en el periodo entre 1970 y 1974, era atribuible directamente al tabaco. Formulado de otro modo: al menos 2,4 años de los 6 de diferencia entre ambos sexos se debía a que los hombres fumaban mucho más.

El estudio se prolongaba hasta finales de los ochenta, cuando la brecha atribuible a la nicotina se había reducido a menos del 30% (un año y medio). ¿Por qué? Por un lado, los hombres habían dejado de fumar tanto, lo que había provocado un descenso de los casos de cáncer de pulmón y un repunte generalizado de su esperanza de vida. Por otro, las mujeres se habían desenganchado a menor velocidad del hábito, como apunta este artículo de Medscape. En 1960, el 52% de los hombres estadounidenses afirmaba fumar de forma frecuente, frente al 34% de las mujeres. En 2005, las cifras se habían reducido en ambos casos, pero en unos (23,9%) más que en otros (18,1%). Las diferencias se estrechan.

Es importante notar, como hacen en Medscape, que todo esto sucede pese a las peores condiciones de vida objetivas de las mujeres en su día a día, tanto en los países desarrollados como en los desarrollados:

El estatus social y económico de la mujer relativo al hombre ha crecido en las naciones industrializadas durante cierto tiempo, y la salud de las mujeres se ha beneficiado de ello. Esto también ha tenido implicaciones importantes para la brecha de género en mortalidad, porque mientras el estatus de las mujeres continúa creciendo, la brecha en mortalidad puede volver a ensancharse de nuevo (...) Dado que, pese a estas mejoras a lo largo del tiempo, el estatus socioeconómico continúa estando por debajo del del hombre. En la sociedad estadounidense, las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de trabajar a tiempo parcial, de trabajar sin remuneración o de recibir un salario desigual, lo que contribuye a reducir su posición socioeconómica y a perjudicar a su salud. Parece que la brecha en esperanza de vida sería incluso más grande si las mujeres fueran económicamente giuales a los hombres.

No se trata sólo del tabaco. Los hombres han abusado más de toda clase de sustancias. También del alcohol, lo que ha perjudicado su estado de salud y sus probabilidades de vivir más en el futuro. Como indica el Centers for Disease Control and Prevention, uno de los principales institutos de salud de Estados Unidos, los hombres tienen el doble de probabilidades de beber que las mujeres, y de aquellos que lo hacen, prácticamente el doble terminan sufriendo adicción (el 4,5% para ellos, el 2,5% para ellas). Pero de nuevo y al igual que en le caso del tabaco, la brecha se reduce, y cada vez más mujeres beben más.

Otras causas exógenas: suicidios y accidentes

Al margen de adicciones varias, los hombres tienden a perder la vida más prematuramente que las mujeres porque sufren más accidentes. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, en prácticamente todas las categorías mortales no atribuibles a enfermedades los varones superan a las féminas. Especialmente llamativo es el caso de los accidentes de tráfico: a nivel global, representan el 2,9% de las muertes masculinas, mientras que para el caso femenino la cifra se reduce al 1,2%. En general, los accidentes representan el 7,7% de la mortalidad masculina y el 4,6% de la femenina.

En este apartado también podemos incluir el suicidio. Como vimos en su momento, los hombres se suicidan mucho más que las mujeres. Al igual que en el caso que nos ocupa, las causas no son claras: las teorías van desde un rol social asignado en las sociedades modernas que impide a los varones liberarse de la presión por la vía comunicativa hasta métodos de suicidio mucho más efectivos. Sea como fuere, la realidad es que los varones tienden a quitarse la vida en mayor proporción que las mujeres, lo que implica que tienden a morir por causas no naturales de forma más anticipada. Refuerza la tendencia global.

La violencia y la guerra también afectan de forma más acuciada a los hombres. Un ejemplo: en México, la guerra del estado contra los cárteles del narcotráfico provocó que la esperanza de vida del mexicano medio se redujera medio año entre 2005 y 2010. A nivel global, son los hombres los protagonistas de la violencia.

Las causas biológicas: los porqués de lo anterior

Ok: sabemos cómo mueren los hombres en mayor medida que las mujeres, ¿pero qué les lleva a fumar más, beber más, tener más accidentes de tráfico o quitarse la vida más? De forma paralela a lo narrado con anterioridad, hay todo un elenco de teorías biológicas que ponen el acento en el carácter diferenciado, desde el punto de vista psicológico y fisiológico, de los hombres y las mujeres. En este artículo de la BBC, por ejemplo, se recopilan numerosas de ellas a modo de relato complementario a los datos en bruto.

Así, por ejemplo, se esboza una teoría basada en las diferencias genéticas de ambos. Según Tom Kirkwood, biólogo de la Universidad de Newcastle, la presencia de dos cromosomas X en el genoma femenino (frente al cromosoma X y al cromosoma Y de los hombres) permite almacenar una copia de cada gen, permitiendo en el futuro la utilización de un gen de reserva en caso de que el otro comience a funcionar de forma defectuosa. Explicado de otro modo por él mismo en Scientific American: el cuerpo de las mujeres tiende a conservarse mejor a lo largo del tiempo debido a que de su buen estado de salud depende en gran medida la salud reproductiva de la especie.

¿Más ideas en este sentido? La testosterona. Algunos estudios realizados por científicos coreanos han encontrado evidencias de que los eunucos de la corte real coreana, siglos atrás, contaban con vidas más largas que sus contrapartes masculinos no castrados. No se trataría tanto del estilo de vida como de cuestiones relacionadas directamente con la salud. Como se ha apunta desde la Universidad de Harvard, mayores niveles de testosterona también pueden provocar mayores niveles de colesterol, aumentando las probabilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares o infartos.

¿O sí es una cuestión de forma de vida, en realidad? Relacionado con lo anterior, y atribuido también a la generación de altos niveles de testosterona a edades más jóvenes, investigadores como Marianne Legato, de la Columbia University College, apunta hacia el carácter más temerario de los hombres. Dado que el lóbulo frontal masculino se desarrolla de forma más tardía que el femenino, y dado que es el encargado del cálculo de riesgos y de la responsabilidad, los varones "van a hacer cosas más arriesgadas" que una mujer, a su misma edad, no haría. ¿Quizá por ahí se enlace con los accidentes de tráfico?

De forma complementaria, otros estudios han sugerido que los ejemplares masculinos de todas las especies de mamíferos tienden a vivir menos al ser más grandes, que la generación de estrógenos permite a las mujeres esquivar con mayor efectividad enfermedades futuras, tales como las degenerativas, que las mujeres tienen un abrigo social más extenso (lo que, sí, redunda en su mayor proyección vital), o que, de forma un tanto más simple, los hombres tienden a cuidarse menos (yendo menos al médico).

Como se aprecia, pese a la ausencia de respuestas rotundas, el abanico de lo posible es extenso.

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