¿Por qué nos hacemos Selfies felices en monumentos al horror?

Durante los atentados del 11S murieron 2992 personas. Desaparecieron veinticuatro. Más de 6000 resultaron heridas. Hoy, en el Memorial que se levantó en el World Trade Center, la gente se hace selfies. Nepal, abril de 2015, casi 7000 muertos: selfie. Auschwitz, un millón cien mil vidas: selfie.

Selfies. SELFIES. ¿Cómo es posible que alguien (¡qué digo alguien, decenas de miles de personas!) visite lugares tan negros, tan tristes, tan duros y, sin embargo, se fotografíen sonriendo, felices y risueños? ¿Es que nos hemos vuelto locos?

¿Hay sólo una forma de comportarse en cada situación?

Este es un ejemplo muy interesante de lo que los psicólogos llaman 'competencia de criterios'. Un criterio es una regla social que, en cierta forma, regula una situación. Gracias a ellos sabemos si alguna conducta es apropiada o no en un determinado contexto o situación: generalmente, no es apropiado llamar 'sucia rata' a nuestro suegro o hacer pis en la puerta de nuestro jefe. Y digo generalmente porque, en realidad, esos criterios dependen tanto de la sociedad que nos rodea cómo de nuestra historia personal.

Por si fuera poco, las situaciones no suelen ser unívocas. Cuando estaba en primero de carrera, me invitaron a 'animar' un festival de la canción. Uno de los sketches que tenía preparados conllevaba desnudarme en el escenario para quedarme en (un deliberadamente ridículo) bañador de flores. Todo iba perfectamente hasta que al empezar a quitarme la ropa, vi que en la primera fila, con cara de, Oh my fucking Good, tenía a mi profesor de Historia de la Psicología. La situación general requería que yo hiciera el ridículo de la forma más cruel y exagerada; la particular (la relación con mi profesor) requería que yo fuera una persona seria, rigurosa y pareciera, al menos, buen estudiante.

La presencia de dos o más criterios de conducta en una situación es normal en el día a día. Y resolver, de una forma u otra, los conflictos que se surgen o decidir atender a un criterio o a otro también lo es. Le pasa a los adolescentes que no saben si dar dos besos como cuando eran pequeños o la mano como los mayores; me pasó a mi en aquel festival (por cierto, tras aquel comprometedor striptis en el escenario, saqué matrícula en la asignatura ¿Casualidad? No lo creo); y pasa con las fotos en los monumentos del terror.

Las situaciones en las que no está claro cómo actuar son más comunes de lo que pensamos.

Si lo pensamos un segundo, nos daremos cuenta de que no está claro cómo hay que fotografiarse en esos lugares: por un lado, el las fotos hay que sonreír (pa-ta-ta); por el otro, en esos lugares hay que comportarse con decoro y respeto por lo que conmemoran.

¿Por qué sonreímos en las fotos?

En realidad, no siempre hemos sonreído en las fotos. No sé si habéis visto alguna vez fotografías del siglo XIX, si lo habéis hecho os habréis dado cuenta que la gente no sonríe en ellas. No es extraño. La fotografía más antigua que conservamos es 'Vista desde la ventana en Le Gras'. Fue tomada por Joseph Nicéphore Niépce en 1826 y le tomó 8 horas. El daguerrotipo, una década después, podía exigir hasta media hora de exposición. En muchos sentidos, los procesos fotográficos se parecían más al posado tradicional para un cuadro que a nuestra idea actual de fototuenti.

Durante mucho tiempo aparecer con una sonrisa en un retrato era propio de campesinos, borrachos, niños o inútiles (Kotchemidova, 2006). No era algo, pues, que fuera del gusto de la jetset del momento, los únicos que se podían permitir hacer fotografías.

Según la profesora Christina Kotchemidova (2006), el tránsito de la fotografía decimonónica a la del siglo XX tiene mucho que ver con la accesibilidad y popularización de las cámaras fotográficas. Concretamente, con la introducción de la Brownie de Kodak que llegó al mercado en febrero de 1900 al módico precio de 1 dólar. Progresivamente, la expansión de la fotografía (y de las revistas ilustradas) hicieron que para los años cuarenta del siglo XX las fotos se llenaran irremediablemente de sonrisas y carcajadas.

Es difícil no sonreir en una foto y, de hecho, no es fácil encontrar fotos amateurs en las que la gente no salga sonriendo.

Es curioso que el primer estudio fotográfico de Londres acuñara la expresión "Say Prunes" ('Diga Pasas') para conseguir una boca pequeña, mientras hoy se usa "Say Cheese" para justo lo contrario (Kotchemidova, 2006). La primera constancia escrita del uso de 'Cheese' es un periódico tejano en 1943 donde el diplomático norteamericano Joseph E. Davies contaba que ese era un truco que Franklin D. Roosvelt le había dado para salir sonriendo en las fotos. Historias como estas debe de haber en todos los idiomas y sería bonito estudiarlas ¿Por qué se comenzó a decir 'ouistiti' en Francia? ¿La 'famiglia' italiana? ¿Nuestra 'patata'? ¿Cómo surgió la 'marmolada' polaca? O lo que es aún más extraño ¿A quién puñetas se le ocurrió el 'zaag eens kaas' de Países Bajos? Sé que significa 'queso', pero ¿No había una palabra más complicada?

En general, es difícil no sonreir en una foto y, de hecho, no es fácil encontrar fotos amateurs en las que la gente no salga sonriendo. Si alguien dice "¡foto, foto!", o nos escondemos porque estamos horrorosos o nos giramos sonriendo a cámara.

Lugares hechos para estremecer

Por otro lado, desde que se iniciaron las primeras construcciones humanas siempre han existido lugares hechos para estremecer. Desde Stonehenge a las iglesias góticas, hemos tratado de representar emociones, sensaciones y pensamientos a través de la arquitectura. Los edificios no son solo cosas, son portadores de mundos.

En nuestra relación con esos lugares, también existen reglas sociales (la 'etiqueta'). Quitarse el sobrero o persignarse al entrar a una iglesia, descalzarse en una mezquita o, el clásico, 'no puedes entrar desnudo a mi supermercado' son ejemplos de esas reglas. Por eso no nos parece apropiado hacer determinadas cosas en determinados lugares.

Los lugares dedicados a la memoria de grandes horrores no solo tienen una función estética, sino también una función moral (Hofmann y Baumert, 2010). Regulan los valores morales de las comunidades donde están y, con ellos, la salud psicológica de sus miembros (Kesebir y Pyszczynski, 2011).

El horror no está en los monumentos, está en nosotros mismos.

Por eso, es lógico que nos espante el hecho de que se 'profanen' frívolamente, pero por otro lado es lógico que dejen de tener significado para personas que no tienen que 'curarse' de ese horror. Ahora mismo trabajo cerca de Atocha, en Madrid, y, aún hoy, cada vez que paso por el Monumento a las Víctimas del 11M no puedo resistirme a mirarlo con una tristeza casi infinita. En cambio, al pasar por el Monumento a los Abogados de Atocha, solo siento curiosidad histórica.

El horror no está en los monumentos, está en nosotros mismos.

¿Cómo nos comportamos en situaciones complejas?

¿A qué criterio de conducta se ajustará una persona que hace turismo en el Memorial del 11S? ¿Los propios de 'ir de turismo' o los propios de un monumento al horror?

En este sentido, los psicólogos somos poco sexys. La respuesta es que no lo sabemos. En primer lugar, por la gente es diferente entre sí y, como hablamos hace muy poco, no podemos pretender que las cosas que son importantes para nosotros lo sean también para los demás.

Y en segundo lugar, porque es posible que no nos estemos enterando de qué es lo que está pasando. En uno de los ejemplos con los que abría el post, he hecho trampa. En junio de 2014, una joven de Alabama publicó un selfie 'siempre smile' tomado en Auschwitz. La justicia de twitter cayó sobre ella y fue convenientemente linchada.

La historia era un poco más compleja. Su padre, un enamorado de la Segunda Guerra Mundial, siempre había querido llevarla a Auschwitz al graduarse. Un poco antes de que llegara esa graduación, el padre falleció. Por eso, cuando tras mucho trabajo, ella pudo visitar el campo de concentración, se hizo una foto sonriendo. Por su padre, en su memoria. Hay muchas formas (distintas y cambiantes) de mostrar nuestro respeto y cada vez habrá más. Acostumbrémonos.

Imagen | tsaiproject

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