Estados Unidos quiere renegociar cuanto antes el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA): un acuerdo regional creado hace 23 años por Canadá, Estados Unidos y México que estableció una zona de libre comercio y aumentó de forma significativa el intercambio de bienes entre estos tres países.
Donald Trump ha criticado duramente este acuerdo desde que fuera candidato a la presidencia y la Casa Blanca ya había anunciado que es probable que vayan a modificar el acuerdo a finales de 2017. Pero ahora el presidente Trump parece tener prisa para cambiar el acuerdo Canadá y México, llegando a sugerir que Estados Unidos podría incluso salir del acuerdo según un artículo publicado en el New York Times el 26 de abril.
Trump ha llegado a decir que NAFTA es el "peor acuerdo de la historia", indicando que ha contribuido a un déficit comercial de los Estados Unidos con México que alcanzó los 63.200 millones de dólares el año pasado. Es el cuarto déficit comercial más grande después de China, Japón y Alemania. El déficit comercial de Estados Unidos con Canadá, el otro país que forma parte del acuerdo, fue de poco más de 11.000 millones de dólares en 2016.
Sin embargo, es solo una parte de la historia. Por ejemplo, si quitamos las importaciones de coches y de recambios de automóviles, el déficit de los EE.UU. con México es prácticamente inexistente.
En general, el acuerdo de comercio de Norteamérica ha sido beneficioso tanto para México, como Canadá y EE.UU. Desde que se firmara el acuerdo en 1994, las inversiones extranjeras directas en México han representado un promedio del 2,6% del PIB (en comparación con el 1% durante las dos décadas anteriores al tratado). En la actualidad, el comercio bilateral entre los Estados Unidos y México se sitúa en cerca de 580.000 millones de dólares anuales.
Ganancias en la agricultura
Todavía no está del todo claro cuáles van a ser los puntos de la renegociación, pero muchos de los discursos proteccionistas y obsoletos de Trump tratan sobre la producción nacional, la externalización de puestos de trabajo a México y la inmigración. Parece que todavía no ha tenido en cuenta en sus cálculos la agricultura, un vínculo clave clave entre los dos países.
Puede que sea cierto que la globalización ha acabado con muchos puestos de trabajo relacionados con la producción en Estados Unidos, pero ha tenido muchos beneficios significativos para el sector de la agricultura estadounidense. Las exportaciones de productos agrícolas de Estados Unidos a México casi se han duplicado desde que se firmara NAFTA.
Durante la temporada de cultivos de 2014-15, la producción de maíz en Estados Unidos fue de 360 millones de toneladas métricas, exportando un 13% y el 23% de dicha exportación fue a parar a México. En 2016, México importó 17.900 millones de dólares en productos agrícolas estadounidenses: 2.600 millones en maíz, 1.500 millones en soja, 1.300 millones en carne de cerdo y 1.200 millones en productos lácteos.
Cerca del 98% del maíz (ingrediente básico en la dieta mexicana) procede de los EE.UU. y México también adquiere un 7,8% de su producción de cerdo total.
Lo que ha sido bueno para los agricultores estadounidenses en realidad ha perjudicado a la agricultura mexicana. Gracias al suministro constante de productos agrícolas a buen precio procedentes de Estados Unidos y a los bajos costes de transporte (y asumiendo que las condiciones no van a cambiar), México se ha malacostumbrado y no ha diversificado sus importaciones agrícolas, lo que supone que México depende mucho de Estados Unidos para alimentar a su población, algo que podría poner en peligro las reservas de comida de México a largo plazo.
Los Estados Unidos pierden terreno
EE.UU. es el mayor exportador de productos agrícolas, pero existen otras naciones que son productores de alimentos a nivel mundial, incluyendo Brasil, Australia, Argentina y Ucrania. A medida que estos países han introducido prácticas agrícolas más modernas y mejorado su infraestructura de transporte y de tratamiento de alimentos, el porcentaje de exportaciones de Estados Unidos ha disminuido de forma constante.
A veces las decisiones políticas han acelerado este proceso. En 1979, Estados Unidos prohibió la venta de cereales a la Unión Soviética por su invasión de Afganistán. Esto hizo que la URSS se viera obligada a mejorar su producción de cereales y para el año 2016, Rusia ha superado por primera vez a los Estados Unidos en exportación de cereales.
¿Es posible que la administración de Donald Trump esté a punto de enfrentarse a un momento decisivo similar para la agricultura estadounidense?
Mientras que Estados Unidos amenaza con cerrar las puertas a sus exportaciones agrícolas, la confianza de México en la fiabilidad de su proveedor más importante se ha visto dañada y puede que para siempre. En un artículo de opinión de enero de 2017 en el Washington Post, el antiguo presidente mexicano Ernesto Zedillo escribía que era una "pérdida de tiempo" jugar a "hacer malabares sobre el TLCAN con la administración de Trump".
Aunque México actualmente tiene tratados de libre comercio con 45 países (más que cualquier otro país del mundo), la agricultura siempre ha sido el problema más peliagudo de los tratados de libre comercio en México. Trump le ha dado la vuelta.
A día de hoy, el país está buscando nuevos socios para satisfacer sus necesidades agrícolas nacionales. Con vistas a una relación a largo plazo, Brasil y Argentina (ambos países están entre los principales exportadores de carne de vacuno, trigo, soja y otros productos agrícolas importantes de EE.UU.) se están abriendo paso a la cabeza de la lista y ninguno de los dos países ha tenido hasta ahora un acuerdo de libre comercio con México.
Juan Carlos Baker, subsecretario de comercio exterior, ha dicho que el país "se encuentra en negociaciones con Brasil, mientras que Argentina todavía está por detrás", confirmando que México podría ofrecer a los productores sudamericanos condiciones similares a las que actualmente disfrutan los granjeros estadounidenses "si nos viene bien". El ministro de agricultura brasileño Blairo Maggi ha dicho que el país está "de nuevo entre los que mandan".
México también está negociando acuerdos bilaterales con Australia y Nueva Zelanda, otros dos de los principales países exportadores de alimentos.
Además de los acuerdos directos entre gobiernos, las empresas que se dedican a la producción y al comercio de productos agrícolas también ven el amplio mercado de importaciones de México con nuevos ojos. Una de estas empresas es Adecoagro, propietaria de unas 434.000 hectáreas de tierras cultivables en Brasil, Argentina y Uruguay donde se cultivan dos millones de toneladas de productos agrícolas al año.
La compañía basada en Buenos aires y con sede en Nueva York, entre cuyos principales accionistas se encuentran el inversor húngaro-estadounidense George Soros, el fondo de pensiones holandés PGGM y la Autoridad de Inversiones de Catar, actualmente se dedica a la exportación de productos agrícolas como maíz, trigo, soja y algodón en África, Asia y Oriente Medio.
La empresa ve las incertidumbres relacionadas con el Tratado de Libre Comercio como una oportunidad para adentrarse en el mercado mexicano, sobre todo si se garantiza a los productos brasileños y argentinos condiciones favorables similares a las exportaciones estadounidenses.
Viento favorable para México
Además de diversificar sus socios comerciales, México también quiere estimular su producción agrícola local, según varios funcionarios y asesores del gobierno.
Las nuevas políticas a debate servirían para incentivar a los ganaderos y agricultores a producir más, a modernizar sus instalaciones, a aumentar el rendimiento de los cultivos y a extender las zonas cultivables. El país también está buscando mejorar sus infraestructuras de transporte y almacenamiento, incluyendo puertos que puedan utilizarse para importar grano en grandes cantidades.
Todos estos esfuerzos servirán de ayuda para que México pueda negociar al mismo nivel que Estados Unidos las futuras modificaciones del TLCAN. De esta forma también podría aplicar medidas de represalia contra la amenaza de un impuesto fronterizo por parte de EE.UU. (de todas formas, si Estados Unidos decidiera implementar un impuesto fronterizo, es probable que el mercado respondiera liquidando el peso mexicano de forma agresiva, haciendo que los productos mexicanos sean más baratos incluso con el nuevo impuesto).
Al igual que cuando la prohibición de cereal de 1979 mejoró la agricultura de Rusia, las injurias de Trump pueden beneficiar a México (y perjudicar a Estados Unidos) durante las próximas décadas.
Mientras tanto, México se enfrenta a un panorama político y social difícil. El índice de aprobación del presidente Enrique Peña Nieto se acerca a un escaso 10% y la economía apenas avanza, con una previsión de un insignificante 1% para 2017. Con nuevas elecciones presidenciales para 2018, es difícil que Peña Nieto le intente vender a su gente un nuevo NAFTA que no les guste a los mexicanos. De ahí que jugar duro con Trump también podría ser una buena jugada a nivel político.
México tiene más poder político de lo que piensa y puede que tenga menos que perder que su vecino del norte. Si el fin del Tratado de Libre Comercio perjudica a los agricultores de las principales zonas de cultivo de maíz en Estados Unidos, donde la mayoría de la población votó a Trump, podría haber nuevas primarias entre los republicanos.
Autor: Cecilia Tortajada, investigadora en Políticas Públicas en la Universidad Nacional de Singapur; Asit K. Biswas, profesor honorífico de la Escuela de Política Pública Kee Kuan Yew, Universidad Nacional de Singapur.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
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