De un tiempo a esta parte se ha convertido en tarea imposible salir a la calle y permanecer ajeno a ellos. Aparecen en las marquesinas de los autobuses, a la salida de los gimnasios, en las puertas de los colegios, congregados en parques o cerca del bar más pijo de tu ciudad. De un tiempo a esta parte, todas las caras masculinas son la misma cara. De un tiempo a esta tarde, todos los hombres llevan el mismo peinado.
¿Qué ha sucedido? ¿En qué momento se ha extraviado la humanidad? ¿Cuándo la estética masculina se convirtió en El Ataque de los Clones?
Lejano queda ya el día en el que la diversidad de peinados asombraba al mundo en las calles occidentales. Remota es la época en la que el tupé con carga retro, sostenido con toneladas de fijador sobre una cabeza rapada en degradado y los laterales limpios de cabello, no había conquistado otros puntos cardinales del planeta. Aquellos días volaron, pero hoy, ah, hoy cualquier vistazo alrededor devuelve la misma imagen.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Spiky y undercut: el dueto que domina el mundo
Hace un mes, un vídeo comenzó a circular como la pólvora en los mentideros de Facebook. La melodía y el fraseo, en forma de trap, era demasiado pegadiza: "Todo el mundo con el puto mismo corte de pelo". Lo firmaba Bliper y acumuló millones de visitas porque la gente se sentía identificada con él. El videoclip, excelentemente montado, ofrecía un carrusel de imágenes de hombres modernos llevando siempre, siempre, el mismo corte de pelo.
De lo que habla Bliper, en realidad, no es de "un mismo corte de pelo", sino de dos combinaciones estéticas que, aunadas, han logrado ser tan ubicuas como la Coca-Cola o el aire (tóxico) que respiramos: spiky y el undercut.
El primero es una rara combinación de peinado en punta (el clásico pelopincho del patio del recreo) y un tupé de carácter vintage, tan dado a la moda de nuestro tiempo. Sería, digamos, el 50% de la combinación del éxito: todos los hombres, hoy, cuentan con una cabellera ligeramente más larga de la que acostumbraban sus secos, cortos pelos, pero la elevan con fijador y secador para que se arremoline, a modo de flequillo que desafía las leyes de la gravedad.
La segunda parte de la receta del éxito es el undercut, o ese omnipresente rapado degradado tanto por detrás como, muy, muy especialmente a los lados. Atrás quedó el tiempo en el que un corte de pelo uniforme hacía las delicias de las peluquerías: hoy la maquinilla es la reina de la estética masculina y siempre reduce al mínimo el cabello por encima de las orejas.
Combinados ambos, voilà: el puto mismo corte de pelo. Una maravilla de la ingeniería esteticién que regala una prominente cabellera de solidez infranqueable pero, en apariencia, suave y mecida por una permanente brisa (y que en un probable desastre para quienes no cuenten con peluqueros personales diarios, depara, entre semana, en una gorra-pelo característica).
¿Pero no son todos iguales, no?
No exactamente. Sólo en la página Men Hairstyle Trends podemos encontrar una veintena de diversas variaciones del mismo peinado. En Moda Ellos, por ejemplo, hablan tanto del estilo "spiky" como del estilo "hipster": el primero sería el de Justin Timberlake o el que en su momento llevó Zayn Malik, descrito más arriba; el segundo marcaría aún más el rapado lateral pero siempre iría acompañado de barba (ocasionalmente, con man-bun).
Clásico, vertical, fade, layered, con texturas, con dibujos en el rapado, de carácter más formal, extremadamente largo en la parte de arriba, despeinado o incluso repeinado, muy clásico, marcando la raya. Hay de todo. Y sí, aquí también entra el Brad Pitt de Fury o el Simeone que se estaba quedando calvo.
Y cuánto tiempo va a durar, por dios
Es difícil de prever. La moda lleva instalada en la contemporaneidad varios años: gracias a su capacidad para reinventarse de varios modos y, muy especialmente, gracias a la prolífica naturaleza del peinado en los campos de fútbol (donde todos-los-futbolistas-son-el-mismo-futbolista), ha gozado de un reinado particularmente duradero.
En 2014, Hola ya hablaba de ellos como un grito asentado y prolífico. Poco después, la web de Schwarzkopf también abrazaba la estética. Este mismo año, Jean Louis David se preguntaba si en 2016 el peinado seguía estando de moda (respuesta: sí, por supuesto). Y aún en pleno verano y, como mínimo, tres años después de su génesis como dictador totalitario de la cabellera masculina, Ideal y otras revistas continuaban hablando del spiky o del undercut como "tendencias" al alza. Es un ciclo eterno, tiránico.
¿Pero por qué? El undercut+spiky, ahora tan común en las calles como lo fue entre las celebridades hace dos años, conecta con un pulso universal que permite al tornero-fresador de barrio periférico y al joven moderno de Malasaña llevarlo a partes iguales. Denota posición social y abrazo gregario al mismo tiempo, tiene evidentes atributos estéticos y, en un tiempo en el que las barreras culturales entre la alta y la baja cultura se funden en un monogenre de tendencias permanente, es cool para todos los estratos sociales.
Y nadie se quiere quedar fuera. El ejemplo perfecto es Beckham: trendsetter para el chav, trendsetter para el hipster. ¿Dónde empieza el uno y dónde acaba el otro? Así muere Marx, sepultado por un peinado que reina en la interclase.
Las modas triunfantes, en el fondo, tienen la capacidad de convertirse en elementos universales. Al igual que el revival de las zapatillas blancas, la omnipresencia del pitillo o los festivales de música que disparan a todos los targets posibles, en la homogenenidad está el triunfo comercial. Con Internet, murió el nicho. Ahora todos podemos acceder a las mismas tendencias a la vez.
Y de ahí, la larga vida del puto mismo corte de pelo.
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