Priscilla Chan y Mark Zuckerberg, posiblemente la pareja más influyente de Sillicon Valley, anunciaron ayer su intención de legar la práctica totalidad de su fortuna a obras de caridad. En concreto, a la Chan Zuckerberg Foundation, una asociación sin ánimo de lucro creada a imagen y semejanza de la Bill & Melinda Gates Foundation. De forma simple, el CEO de Facebook va a invertir su inmensa fortuna, una de las más grandes del mundo, en hacer a otras personas felices. ¿Por qué?
Hay varias posibles respuestas a una pregunta, por lo demás, lógica, que podemos plantearnos en múltiples casos. ¿Qué motivos llevan a un multimillonario a cortar la herencia a sus hijos?
Primero, es interesante leer los motivos que aduce Zuckerberg. Por un lado, su paternidad. La pareja contrajo matrimonio de forma reciente, y esta semana se hizo público el nacimiento de su primera hija. ¿Qué sentido tiene legar toda su fortuna, el 99% de sus acciones de Facebook, cuando acaba de tener a su primera heredera? Para Zuckerberg, todo el del mundo: no se trata de hacer de su vida algo mejor, sino también de la del resto de niños y personas del mundo.
El CEO de Facebook, en una larga carta dedicada a su hija, habla largo y tendido sobre grandes ideas y grandes proyectos. Pone el acento en la necesidad de curar las enfermedades que asolan a gran parte de la población mundial, remarca la importancia de la tecnología a la hora de conectarnos a todos y en todos los lugares, y ensalza las virtudes de la educación del futuro basada en la personalización, en el aprendizaje orientado y en las posibilidades tecnológicas que se abren en el horizonte. Zuckerberg habla de proyectos para el mundo, siguiendo los pasos de Bill Gates, hombre más rico del mundo.
Tiene sentido. Ambos tienen más dinero del que pueden gastar. Como Gates reconocía en una entrevista al Daily Telegraph, "llegado cierto punto" no se sabe muy bien qué hacer con semejante fortuna (la de Gates, recientemente superada por la de Amancio Ortega, es de 75.000 millones de euros). Su "cierto punto" es superior al del resto de los mortales (su residencia está valorada en más de 140 millones de euros), pero queda lejos de ocupar la inmensidad de su fortuna. La respuesta lógica sería: "Para tus hijos".
The Giving Pledge: si te sobra el dinero, dónalo
No dentro del esquema mental de los emprendedores millonarios. Han cimentado su fortuna en torno a su pericia y a su capacidad para salir adelante desde el sótano de su casa. Son ganadores, puro sueño americano. Zuckerberg recordaba ayer la importancia de fomentar una mentalidad "de emprendedores" en las futuras generaciones, de modo que puedan solucionar problemas y poner en marcha herramientas de mercado que satisfagan las necesidades del nuevo mundo. Son hombres hechos a sí mismos. Para Gates, es importante que sus hijos sepan labrarse su propio camino. Como hizo él en su día.
No están solos. Durante los últimos años, Estados Unidos ha visto cómo un puñado de multimillonarios se comprometían a donar sus fortunas a obras de beneficencia. Reunidos por Warren Buffett en The Giving Pledge, el listado ha ido creciendo de forma progresiva en 2010. Suma más de ochenta nombres (algunos de ellos, matrimonios). En su página web podemos leer sus motivos. Son variados, pero tienen un punto en común: creen que su privilegiada posición económica lleva atada una responsabilidad para con la sociedad. Algunos hablan de "invertir": en ciencia, en progreso, en educación, en sanidad, en sectores desfavorecidos, en igualdad.
Es una acción digna, pero la idea tiene algo de trampa. Por un lado, pese a que puedan legar menos del 1% de su fortuna a sus descendientes, sigue siendo mucho dinero. Los hijos de Gates, por ejemplo, recibirán alrededor de 10 millones de dólares cada uno (son casi 500.000 euros anuales durante 20 años). Su vida está solucionada. No sólo por el dinero que ya amasan, sino por la posición familiar y empresarial de la que parten. Son actos encomiables, pero su fortuna y su futuro nunca se compromete.
De modo que, ¿qué hacer con el resto del dinero, con el 99%? Hay una parte de altruismo. Hace dos semanas, Quartz publicaba un interesante artículo sobre cómo rentabilizar al máximo el legado de cada uno. Cubiertas las necesidades, donar a acciones de beneficencia lo que nos reste en el bolsillo puede ser una forma de hacernos más felices de lo que éramos y de autorrealizarnos. Hacerlo de forma inteligente, además, tiene efectos tangibles en la calidad de vida de otras personas desfavorecidas. Ya sea en la forma de varias vidas salvadas gracias a la cura de una enfermedad o en la inversión en la educación del futuro.
De ahí que muchos donantes opten por las fundaciones. No se trata sólo de dar dinero, sino de emplearlo de forma eficaz. El CEO de Facebook tiene cierta mala experiencia con el proceso. Hace un año supimos que su donación de más de 100 millones de dólares a un proyecto educativo en Newark, Nueva Jersey, había sido un absoluto fracaso. El dinero por sí mismo no corrige las ineficiencias. Se necesita una inversión inteligente. Las fundaciones tienen ese propósito. Acudir a la raíz del problema, no paliarlo de forma superficial: investigadores, programas y saber dónde y con qué propósito se mete el dinero.
Caridad: una cuestión de imagen e influencia
En el caso de Zuckerberg, a día de hoy, es importante resaltar el aspecto visual. Es un hombre multimillonario, pero la reputación de Facebook no siempre es la mejor. Por un lado, evade impuestos en la medida de lo posible, y allí donde los paga, lo hace en cantidades ridículas (poco más de 6.000€ en Reino Unido el año pasado, con unos beneficios globales de más de 600 millones de euros). La teoría es aplicable a otros: a través de la donación, su legado humano lima su perfil mediático y hace más simpáticas a sus empresas.
No siempre sale bien. Los proyectos caritativos de Facebook en otros lugares del mundo le han granjeado mala fama. El más evidente es Internet.org. Es la iniciativa de Facebook para llevar la conexión a Internet a zonas del mundo desfavorecidas, allí donde la infraestructura es escasa. A priori suena bien. El problema es que Facebook ha sido acusada de tener como propósito no tanto llevar Internet a todo el mundo... como llevar Facebook, en condiciones no demasiado altruistas ni ventajosas para los nuevos usuarios de esos países.
Ceder el 99% de sus acciones en Facebook, cuyo valor actual supera los 40.000 millones de euros, y hacerlo con tan buenas y nobles intenciones, es una forma de compensar lo anterior. Además, la Fundación Chan Zuckenberg afirma que quiere involucrarse en debates sobre políticas a implementar en determinadas áreas. Como apunta aquí un redactor de la BBC, es otra forma de lobbismo, si bien más amable gracias a la indudable labor benéfica que va a llevar a cabo en tantas áreas. Cualquier seguidor de House of Cards estará familiarizado: las fundaciones benéficas son herramientas para estar en la primera línea de la política. Es otra forma de tener más influencia en asuntos importantes porque son una fuente de recursos.
Al final, es obvio que existe un deseo por ayudar a mejorar el mundo de un modo u otro. El altruismo entre cierto sector de la clase altísima norteamericana se ha convertido en una suerte de tendencia. Forbes recogía hace dos años un listado de los donantes más generosos. En las posiciones delanteras aparecían Warren Buffett, uno de los multimillonarios más volcados en proyectos caritativos, John Arnold, Paul Allen, Carl Icahn o Sheldon Adelson (sí, el de Eurovegas: ¿a que ya no parece tan malvado?).
En numerosas y repetidas entrevistas, Gates, como símbolo de todos ellos (el más rico, el que más dona), ha mostrado su preocupación real por compartir su posición privilegiada con otras personas desfavorecidas del mundo. En esta entrevista se pueden leer las líneas maestras de su discurso y de los motivos que le llevan a donar. Sabe que su acción es mediática y que contribuye a unir recursos para luchar contra los grandes males del mundo. "La cuestión es cómo devolver a la sociedad lo que tenemos para que tenga el mejor impacto", explica. En ello andan todos. Y ahora se les suma Zuckerberg.
Imagen | Brian Solis
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