El preparacionismo se ha vuelto mainstream: ahora todo el mundo quiere estar listo para el fin del mundo

“Nuestros refugios te protegerán de una crisis nuclear, de disturbios civiles, asaltos domésticos, ántrax, gas mostaza y COVID-19”.

Rising S, una compañía estadounidense que vende refugios a la carta (su modelo más popular consiste en 150 metros cuadrados por 120.000 dólares, el terreno va de tu parte), ha actualizado el banner de su página web para añadir la nueva amenaza de moda a la ristra de coberturas. Dicen haber incorporado a sus prototipos “un económico sistema de filtrado” diseñado para proteger a los moradores del virus. Las ventas han crecido un 400% con respecto a estas mismas fechas de 2019, acumulándose la mayoría de pedidos en los últimos 10 días. "No vendemos miedo, vendemos prevención", anuncian.

Preparacionistas del mundo uníos

Los preparacionistas, o preppers, son individuos que se preparan para una hecatombe natural o social de diferentes maneras, desde estudiando manuales de supervivencia y convirtiendo sus cuerpos en un templo espartano a dejando listo un segundo hogar en el que aguantar lo máximo posible. Como cuentan en este reportaje de The Hustle, para los preparacionistas ahora mismo es Navidad.

Todas sus sospechas eran ciertas, todos aquellos que miraban con escepticismo o soberbia su tiempo y dinero gastado en medidas preventivas de escenarios catastróficos están siendo castigados. Podemos imaginarnos a los preppers observando las escenas de pánico comercial de estos días, de guerras campales entre ciudadanos desesperados por acaparar el máximo papel higiénico posible, con una sonrisa schadenfreudica mientras acarician la pira de bienes de primera necesidad perfectamente almacenados que guardan desde hace años.

Sólo con las cifras de EEUU ya contamos con que el preparacionismo es una industria de al menos 107.000 millones de dólares, de la que participan 3.7 millones de ciudadanos con un gasto medio de 1.400 dólares anuales por survivalista (actualizaciones aparte, la comida hay que ir reponiéndola).

Se espera que en los próximos cinco años el negocio no pare de crecer en un sector que ha llevado hasta el extremo el dicho de que “crisis es también oportunidad”: la recesión de 2007, la reelección de Obama y la escalada de tensiones entre su país y Corea del Norte les llevó a un boom de ventas, y sin embargo no parece que estos eventos vayan a tener ni la mitad de las consecuencias lucrativas que va a tener el COVID-19. Como dijo Ron Hubbard, propietario de la compañía Atlas Survival Shelters, esto ha servido como detonante definitivo para muchos indecisos. En el país del individualismo esta crisis les está llevando a darle la espalda definitivamente al Estado.

Aunque esto está creando sus propios problemas transitorios por el efecto de cuello de botella del mercado. Paradójicamente ni las tiendas de preparacionistas estaban preparadas para esta explosión de ventas: The Ready Store, que vende sistemas para el almacenamiento de agua y equipos de emergencia, advierte ya a sus clientes de que todos los pedidos que se hagan a partir de ahora tendrán un retraso de 3 meses en sus entregas. La tienda Doomsday Prep, cuyo lema es "prepárate para lo peor y espera a que ocurre", ha colgado el cartel de “agotado” en prácticamente todos sus productos después de notar que el tráfico de su web había aumentado en cuatro veces al de fechas anteriores. Emergency Essentials, que vende suministros de alimentos a granel, no hace más que subir los precios de sus productos, y aun así están terminando con sus existencias.

El preparacionismo se ha llenado de amateurs de última hora que están arruinando la experiencia de los veteranos.

En el mundo postapocalíptico sigue habiendo clases

Aunque los propios adeptos reconocen que esta práctica no es económicamente viable para todo el mundo (el sueldo medio de los preppers supera los 100.000 dólares anuales), tampoco son las mismas las posibilidades del confinamiento de las clases medias que las altas. Como ya comentamos en enero, mucho antes de que fuésemos conscientes de verdad de lo que venía, ya señalamos que el 1% llevaba años comprando terrenos en Nueva Zelanda, contratando a expertos para sesiones de consultoría privada y previendo posibles escenarios antes de una posible rebelión climática y social.

Esto se ha agudizado. Como cuentan en The New York Times, los más acaudalados están acaparando aviones privados y permisos de vuelos para irse a sus segundas residencias en caso de que la situación sea intolerable. Otros viajeros están optando por el aislamiento marítimo en sus yates mientras las costas se llenan de infectados. Survival Condo es algo que existe, una urbanización a setenta metros bajo tierra diseñada para albergar a 75 personas durante más de cinco años con sala para pasear a los perros, aulas para los niños, biblioteca, sauna, cine o piscina, entre otras.

Por supuesto, en determinados países los ricos están haciendo acopio de esos tests que escasean para la población general, y están contratando los servicios de profesionales sanitarios y comprando respiradores, dos bienes también ahora escasos, sólo por si necesitan tirar de ello en caso de que alguien se infectase. Esto dentro de las soluciones eficaces, pues también está floreciendo otro mercado del miedo de lujo, como es el de la venta de medicamentos antivirales para la gripe o el asma y las clínicas que ofrecen transfusiones intravenosas de vitaminas y minerales para estimular el sistema inmunológico.

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