En un país donde las propinas son parte de la cultura, un movimiento de ese calibre no es tan fácil
Hablar de propinas, dependiendo del lugar en el que te encuentres, puede ser un tema extremadamente delicado. Pongamos como ejemplo un español en un restaurante de Estados Unidos. Los primerizos se pueden encontrar en una situación incómoda si no saben lo que manda la tradición en el país. Ocurre porque la propina no tiene estándar, aunque en Estados Unidos es fundamental en la economía y cultura. Eso lo saben muy bien Donald Trump y Kamala Harris.
Un punto en común. No hace falta explicar hasta qué punto están distanciadas las políticas que pretenden ambos políticos (al menos, sobre el papel). Por eso, extraña que ambas campañas hayan llegado a la misma conclusión: las propinas de los trabajadores no deberían ser gravadas. Dicho de otra forma, ambos proponen eliminar los impuestos a las propinas.
Aunque detrás de esta iniciativa parece claro que hay un intento por atraer la atención de los estadounidenses que trabajan en las industrias de servicios: trabajadores de restaurantes, camareros, peluqueros, manicuristas, taxistas y otros, que a menudo reciben una parte importante de sus ingresos en propinas, y a quienes menos impuestos significa más dinero para el bolsillo, la idea no está exenta de más de una trampa.
Volver al pasado. Esa es la idea de fondo. La discusión en el país se produce en un momento en que los pagos electrónicos hacen que las propinas sean más fáciles de rastrear, lo que aumenta el riesgo de no declarar o de hacerlo de forma insuficiente. Las propinas, especialmente en efectivo, eran en gran parte pagos que en su mayoría no se declaraban al IRS. Dicho de otra forma, eran famosas por no ser ingresos declarados.
Según la ley actual, los empleados deben informar a su empleador sobre todas las propinas superiores a 20 dólares al mes. Luego, el gobierno federal recauda una parte a través de los impuestos sobre la renta y sobre la nómina, que financian programas como la Seguridad Social (los estados también tienen sus propias reglas sobre el impuesto sobre la renta).
Impacto financiero. Lo que supondría, de ponerse en marcha la iniciativa, no está del todo claro. Algunas de las propuestas en el Congreso se centran exclusivamente en el impuesto sobre la renta, otras eximirían las propinas también al impuesto de la nómina. De hecho, este es uno de los puntos clave, ya que ninguno de los dos candidatos se ha mostrado claro.
Dicho esto, la Tax Foundation estima que cualquier cambio costaría al menos 107.000 millones de dólares en una década al Tesoro, y otras estimaciones son más altas.
Sea como fuere, y aunque la eliminación de los impuestos sobre las propinas puede parecer políticamente sencilla, algunos analistas dicen que eso no la convierte en una buena política, sino todo lo contrario. Como explica Keith Hall, economista laboral del Mercatus Center de la Universidad George Mason y ex comisionado de la Oficina de Estadísticas Laborales, “que nos digan cómo van a pagar por esto”.
Mismos salarios, diferentes niveles. Como cuentan en Fortune, incluso si no nos fijáramos en el coste a las arcas a década mediante, la propuesta representaría un cambio radical en cómo se les paga a los empleados que reciben propinas y cómo funciona el sistema impositivo de EEUU, con trabajadores que ganan la misma cantidad de dinero pagando diferentes niveles de impuestos.
Dicho de otra forma. Si la política se convierte en ley, millones de trabajadores se verían incentivados a renunciar a salarios o salarios por hora para reducir su impuesto a la renta, y los dueños de negocios probablemente estarían encantados de obligarse a reducir sus propios impuestos sobre la nómina.
Una cuestión de equidad. Como cuenta Hall, hay dos principios que hacen que un sistema de impuesto sobre la renta sea eficaz y justo. Uno, que las personas que ganan más dinero pagan más impuestos, y dos, que las personas que ganan la misma cantidad de dinero pagan lo mismo en impuestos. “No es tanto una cuestión económica, es una cuestión de equidad. También es una parte importante de la voluntad de las personas de pagar sus impuestos”.
El problema de manipular las propinas. Es otro añadido a la pata que deberían solucionar ambos candidatos. El sistema fiscal del país está plagado de soluciones legales para los ricos, como lo demuestra el hecho de que muchas de las personas más ricas de Estados Unidos pagan muy poco impuesto federal sobre la renta, y a veces ni siquiera pagaron nada. Y las propinas no son menos susceptibles de ser manipuladas, según un informe del grupo de expertos progresista Center for American Progress.
Es decir, que la iniciativa también podría ser utilizada para cometer abusos fiscales por parte de los ricos. A este respecto, tanto los equipos de Trump como de Kamala Harris han expresado su preocupación relatando que cerrarían cualquier vacío legal, pero, otra vez, de forma ciertamente vaga.
Menos impuestos, en general. La última de las patas que deberían aclarar es, quizás, la de mayor calado. El medio Fortune habló con varios dueños de negocios cuyos empleados ganan dinero con las propinas, y todos apoyaron la propuesta de política, pero les preocupaba que pudiera incentivar algún tipo de trampa en el sistema.
¿Cómo? “Tanto dueños como empleados podrían verse tentados a modificar sus estructuras de compensación para pagar a los trabajadores más propinas que salarios, que seguirían sujetos a impuestos”, explica Carl Sobocinski, propietario de cinco restaurantes en Greenville, Carolina del Sur. Lo que el empresario quiere decir es que habría que tener cuidado de que entonces la gente no intente eludir la ley para pagar menos impuestos. De fondo: una agujero de miles de millones aún mayor para el gobierno federal, ya que perdería tanto el impuesto a la renta del trabajador como el impuesto a la nómina que tendría que pagar la empresa.
Efecto dominó. Como economista, Hall ve efectos dominó en toda la economía a partir de un cambio tan drástico que afecta a millones de trabajadores. Los salarios reales de los trabajadores que reciben propinas subirían, pero probablemente sin un aumento en el coste de los bienes de uso diario, “lo que tiende a suceder cuando aumenta el salario”, explica.
Y aunque esto suena como algo bueno, en teoría, eso no significa que nadie esté pagando. “El gobierno estaría pagando una mayor parte de la cuenta. En realidad, podría haber menos presión sobre el precio de cosas como la comida, pero, por supuesto, los contribuyentes están pagando por eso", zanja el experto.
Imagen | Tomwsulcer, alan.light
En Xataka | A Estados Unidos se le han ido las propinas de las manos: ya las piden hasta las máquinas de vending
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