Se trata de una vieja máxima entre los aficionados. Los árbitros tienden a favorecer al equipo local. Más allá de difusas conspiraciones, el razonamiento apunta a la presión ambiental. Miles de personas apuntando en una u otra dirección, ya sea mediante pitidos o mediante aplausos, suponen un sesgo natural para los colegiados. Como consecuencia, sus decisiones tienden a perjudicar más al equipo visitante.
¿Pero hay algo de cierto en esto? Resulta que sí.
Sin presión. El coronavirus ha provocado que todas las ligas europeas se disputen a puerta cerrada. Sin público, el factor campo (la teoría según la cual el equipo local parte con cierta ventaja a igualdad de condiciones) desaparece. Lo cual rebaja la presión que soportan los árbitros. Un estudio elaborado por investigadores alemanes ha estimado el impacto que la ausencia de aficionados ha podido tener tanto en el juego (en forma de resultados) como en las decisiones del colegiado.
Sus resultados (PDF) son bastante significativos.
Menos amarillas. El trabajo analiza 6.400 partidos disputados a lo largo de esta temporada en veintitrés ligas distintas. En torno al 23% de los encuentros (1.498) se se disputaron tras el confinamiento, a puerta cerrada. Una muestra generosa para evaluar el comportamiento de 369 equipos y 472 árbitros. Mientras que la ausencia de público redujo sólo marginalmente el porcentaje de victorias locales (del 43% antes, 41% después), cambió drásticamente las sanciones de los árbitros.
Mostraron muchas menos amarillas a los equipos visitantes.
Un tercio. En general, los colegiados mostraron hasta un 30% menos de tarjetas a los jugadores en campo contrario. "Nuestros resultados sugieren que la total ausencia de afición local redujo la presión social sobre los árbitros para que castigaran al equipo visitante más duramente, conduciendo a decisiones más justas", explican. "Es poco probable que la causa se deba a un cambio en el rendimiento de los jugadores, dado que los resultados de los partidos no fueron muy distintos".
Precedentes. Es algo que podíamos intuir, y sobre lo que se han elaborado algunos trabajos. En este (PDF), dos investigadores analizan el comportamiento de los árbitros durante la veintena de partidos jugados a puerta cerrada en Italia en 2007. Una serie de disturbios entre aficionados y de escándalos provocó que se disputaran numerosos encuentros sin público, en una rara oportunidad para analizar su impacto.
El resultado, muy similar: un tercio menos de tarjetas para los visitantes, tanto amarillas como rojas. Pero también de faltas. "No sólo los árbitros pitaron 2,6 faltas para el equipo visitante cuando no hubo espectadores, sino que pitó 1,7 mas para el equipo visitante", desarrollan. Una sesgo bastante significativo (del 23% sobre una media de 19 faltas por partido).
Generalizado. No es una cuestión exclusiva de Italia. Otra investigación incluyendo múltiples partidos sin público disputados en competición europea arroja similares resultados: los árbitros pitan señalan menos infracciones y muestran menos tarjetas a los jugadores visitantes cuando no hay público. "El árbitro se ve normalmente afectado por la presión social de la afición local", afirman en sus autores. "El factor campo puede ser atribuido en parte a un sesgo involuntario de los colegiados".
Psicología. No por previsibles, las implicaciones dejan de ser importantes, tanto para el deporte como para la economía. "Poca evidencia experimental existe sobre cómo una multitud sesgada puede influenciar en desenlaces que benefician injustamente a algunos competidores", concluyen los autores del último trabajo. Algo válido para congresos, conferencias y ambientes de trabajo en términos genéricos. "La localización de un evento podría ser importante", y justificaría las localizaciones "neutrales".
A nivel deportivo, una mezcla de más motivación, presión ambiental y cierto favor arbitral puede explicar el siempre inusual rendimiento de los anfitriones en toda suerte de eventos, desde los Juegos Olímpicos hasta los Mundiales.
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