¿Puedes recordar y encontrar en Google Maps dónde fue tu primer beso? Los tuiteros irlandeses sí

Street View es el apartado de Google Maps que nos permite recorrer el mundo de forma virtual: calles, monumentos, lugares emblemáticos... Hace tres días la tuitera irlandesa @gr00se decidió compartir con sus seguidores un momento especial de su vida: su primer beso. Aquel tuit ("Decidí explorar mi vecindario en Street View. El sitio donde me besé por primera vez ha resistido el paso del tiempo") animó al resto a que buscasen por los rincones del atlas de Google dónde surgió aquel primer momento de pasión... O qué ha quedado de ese lugar.

Así empezó #FirstShiftStreetView (algo así como #primermorreoStreetView), nostalgia geolocalizador consistente en sacar una captura del hito besucón y compartirla en Twitter. En la que aparecen parques, playas de vacaciones, discotecas que hace años que dejaron de serlo e incluso iglesias.

Pero, ¿por qué podemos recordar algo así? Nuestro primer beso es un momento trascendente, no por lo que implica en nuestra biografía real -que levanten la mano los que siguen junto a la primera persona que besaron. ¿Alguien? ¿Nadie?-, sino por cómo funciona nuestra memoria selectiva: por una parte, estamos cableados de tal manera que los sucesos más emotivos se guardan en alta resolución en nuestro disco duro, por así decirlo.

Pero cada vez que grabamos nuevos recuerdos sobre una emoción en concreto, el resto de nuestras memorias asociadas también se potencian... Incluso incluyendo detalles que no estaban presentes la primera vez. Ahora contrapongamos esto a una búsqueda tan objetiva como "aquí me besaron por primera vez". Añadiendo a ello el shock que se están encontrando muchos irlandeses al comprobar que el tiempo no se detiene ni para nuestros recuerdos más sagrados: lo que un día fue el escenario de uno de nuestros ritos de transición más importantes, hoy parece una postal de la segunda entrega de Mad Max.

¿O ese lugar siempre fue así? Aquí los jóvenes llevan ventaja. Street View lleva en activo ocho años y hace un año implementó una función para retroceder en el tiempo (un reloj en la parte de arriba a la izquierda del navegador) y poder ver cómo eran nuestros lugares favoritos cada vez que sus coches los recorrieron. Aunque, en mi caso, no ha habido suerte: el lugar de mi primer beso -la discoteca María en Salamanca- desapareció antes de que existiese Google Maps, no puedo rebobinar, aunque la calle sigue ahí. La desaparición de lugares de la biografía emocional es la forma más cruel de gentrificación.

Es casi mejor así. La nostalgia es un arma de doble filo: es mejor tener ubicado el primer beso sin que la realidad de los datos -el momento congelado en el tiempo por un coche de Google- eche a perder el palacio en el que convertimos los recuerdos. El primer beso, en concreto, es el momento ideal para las trampas de nuestro cerebro, que ya comentaba hace años el psicólogo Daniel Simons, de la Universidad de Illinois:

"Una de las principales razones por las que sufrimos Memoria Ilusoria es porque rara vez tenemos la oportunidad de comprobar la exactitud de nuestros recuerdos más vívidos. Simplemente confiamos en que la riqueza de los detalles que podemos recordar represente lo que de verdad nos pasó. Te animo a que compruebes esto por ti mismo: te sorprenderían las discrepancias entre tus propios recuerdos y los de la gente que los vivió contigo"
¿Seguro que fue tu primer beso?

Gracias, Daniel Simons, pero creo que paso. Es mejor que pueda ubicar en Street View que allí hubo una discoteca; que ella se llamaba Eva, o así se presentó; que sospecho que la recuerdo más hermosa de lo que era; que nunca quisimos nada el uno del otro más allá de esos primeros besos; y que nunca entendí -como no he entendido en todos los primeros besos desde entonces- por qué quiso besarme. A mi memoria selectiva y mi nostalgia les basta con eso.

Si pudiese encontrar en Street View el lugar de mi primer beso tal y como fue, tal vez quisiese recordar más cosas, como la fecha o qué habrá sido de Eva, y de ahí el resto de mi adolescencia. Y los 15 años son una edad demasiado absurda como para querer recordarla con exactitud. Me basta saber que, diga lo que diga Street View, ahí me besaron por primera vez. En otro lugar.

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