Carles Puigdemont es un fructífero aficionado a la ambigüedad retórica. El 10 de octubre de 2017, por ejemplo, declaró una independencia sin ningún tipo de consecuencia legal, en un discurso plagado de referencias abstractas y presupuestos contradictorios cuyos confusos términos no activaron separación alguna. Poco después, se exiliaba y al mismo tiempo no lo hacía. Hoy, @KRLS ha cuadrado su propio círculo: lo deja, pero no mucho.
Los últimos meses han sido convulsos en las filas independentistas: la huida de Puigdemont y la negativa del juez Llarena a escuchar los recursos de Junqueras y Jordi Sánchez había provocado el recelo de ERC. Algunos de sus portavoces juzgaban injusto, tanto a nivel interno como externo, que el líder del partido anteriormente conocido como CiU dirigiera el procés desde Bruselas, libre, mientras Junqueras o los Jordis acumulaban días en prisión.
Dada su segura detención al aterrizar en España, la imposibilidad de delegar el voto en el Parlament (al no encontrarse privado de su libertad, por el momento) y la necesidad de elegir a un presidente autonómico que hiciera válida la legislatura surgida de diciembre... Era posible que Puigdemont se hiciera a un lado. Lo ha hecho hoy con un largo mensaje en YouTube en el que asume una retirada táctica y quasi-simbólica. Jordi Sánchez tiene vía libre, pues para ser president.
La situación es tan rocambolesca como el resto del procés. Sánchez está en prisión, por lo que a efectos prácticos tampoco podría ser presidente. En rigor, el movimiento de Puigdemont busca desbloquear la virtual paralización de la investidura sin quemar todas las naves de su flota. Al fin y al cabo la victoria de Junts per Catalunya en las pasadas elecciones (desde el independentismo, claro) refrenda que aún tiene apoyo popular. Incluso desde Bélgica (o Dinamarca).
Ahora bien, su comunicado ilustra algunos puntos claves del futuro de Cataluña. ¿Y qué significa? Estas son algunas de las líneas maestras que se pueden interpretar de sus siempre crípticas palabras. Una no-renuncia ("creo que te voy a dejar, bueno, no sé") que nos devuelve a la célebre paradoja de Schrödinger: hay retirada y no la hay al mismo tiempo. Puro procés.
1. La legitimidad republicana, en pie
El procés es una batalla por el relato. Puigdemont y el resto del independentismo han debido realizar contorsiones dialécticas para aceptar las elecciones de diciembre y la nueva realidad parlamentaria y al mismo tiempo mantener en pie la DUI y la legitimidad republicana. "Nos mantenemos en la defensa de la legitimidad y de la legalidad catalanas injusta e iletalmente atacadas por el Estado español, que continúa negándose a aceptar la voluntad de los catalanes".
Es decir, Cataluña, refrendada por las urnas, es pueblo soberano. La situación actual (155 + elecciones convocadas desde Madrid) es una anomalía y una injusticia. Seguim.
2. La represión del estado, al alza
El relato de Puigdemont es claro: si el estado ha suprimido la independencia temporalmente es gracias a un estado de represión extraordinario (su viaje a Bruselas, en parte, buscaba internacionalizar esta idea). Han sido "cuatro meses de encarcelamientos y exilio, de temor generalizado, de persecución arbitraria por ideas y compromisos políticos; cuatro meses de una ofensiva sin límites, forzando el Estado de Derecho y acabando con las bases de convivencia sólo para obligar a Cataluña a una rendición que no obtendrán".
De nuevo, el discurso se enmarca en una lógica de "legitimidad democrática y pacífica" vs. "represión injusta del Estado", una forma de asumir el status quo impuesto sin perder el carácter contestatario.
3. Intacta mayoría "democrática" independentista
¿Qué lectura hace de las elecciones del 21 de diciembre? La misma que el independentismo (y el bloque constitucionalista) lleva haciendo desde 2012: hay una mayoría democrática en favor del procés independentista... Refrendada en la mayoría de escaños. La declaración de hoy del Parlament "ratifica la existencia de la mayoría democrática para tomar las decisiones que considere con tal de hacer posible el mandato popular". Un mandato claro: independencia (así lo dictan los escaños).
Puigdemont incluye una cita a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y declara "ilegítimo" el 155. Se trata de la vieja dicotomía: legitimidad democrática por la vía de las instituciones y del marco constitucional (la que blande el Estado) frente a legitimidad democrática por las urnas (la expresión popular directa, el vector que empuja al independentismo).
4. Retirada sólo "provisional"
Puigdemont no tiene intención de desaparecer de la arena política. Al fin y al cabo nadie hipoteca su vida política y personal para abandonar el proyecto poco después. "Hoy he informado al presidente del Parlament que, provisionalmente, retiro mi candidatura a ser investido presidente de la Generalitat". La clave aquí es la "provisionalidad". "Esta es la manera para que se acuerde un nuevo Gobierno lo más rápidamente posible, de acuerdo con la voluntad del pueblo de Catalunya".
Dicho de otro modo, es un paso a un lado, no una condena al ostracismo similar a la que vivió Artur Mas poco después de las elecciones de 2015. Puigdemont gana tiempo, porque elige a un candidato en prisión, más simbólico que práctico, y puede presentar su decisión como un sacrificio martírico por el futuro del independentismo en Cataluña.
5. Y retirada a medias
La clave del truco retórico de Puigdemont se encuentra aquí: "(...) la elección de un nuevo candidato a ser investido como presidente del gobierno autonómico. Anuncio que Junts per Catalunya propondrá al diputado Jordi Sànchez como candidato. Jordi es el número 2 de nuestra lista, representa como ninguno los valores de Junts per Catalunya y es un hombre de paz injustamente encerrado en una prisión española". ¿El misterio? "Presidente del gobierno autónomico".
Más arriba, Puigdemont agradece a los diputados independentistas que en la resolución de hoy le consagren el papel de "Presidente de Catalunya". Formulado así, Puigdemont plantea un escenario en el que hay una suerte de cabeza del estado, un presidente de la República, y un "presidente del gobierno autonómico" de carácter más ejecutivo. Una bicefalia, una retirada relativa, lejos del govern, sí, pero manteniendo una figura "presidencial" desde el exilio.
En conclusión, hay que seguir
La novedad del discurso es simple: Puigdemont desbloquea la legislatura. Esto no implica su retirada, ni siquiera que él mismo asuma su delegación de funciones como "president de Catalunya". Por lo demás, la intervención de Puigdemont es una llamada a mantener el proceso independentista, a continuar la senda abierta en los meses de septiembre y de octubre y a plantear un enfrentamiento al Estado más simbólico que real. Aceptar sus condiciones (155, elecciones) pero rechazarlas espiritual y políticamente.
Es decir, la DUI de Schrödinger: fue y no fue al mismo tiempo, se declaró y no se aplicó porque la independencia era posible e imposible a la vez. Como la presidencia de Puigdemont.
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