Putin siempre ha utilizado los conflictos externos para legitimarse en Rusia. Esta vez puede salirle mal

El pueblo ruso se está levantando contra Putin. Bueno, en realidad llevan años intentándolo sin éxito. Ahora, el sentimiento contra la guerra crece en Rusia a pesar de la represión del gobierno. Las protestas callejeras, aunque pequeñas, se reanudan en Moscú, San Petersburgo y otras ciudades rusas por cuarto día consecutivo, con personas saliendo a las calles a pesar de las detenciones masivas que ya vimos hace unos días.

La protesta de este fin de semana fue solo la última del creciente coro de voces dentro de la propia Rusia que se opone a las amenazas de Putin a Ucrania, una tendencia que no ha sido reportada por los medios internacionales, lo que deja a muchos occidentales pensando que todos en Rusia apoyan la guerra. No es el caso. En los últimos días, las principales figuras culturales del país, que tradicionalmente tienen una gran influencia moral, se han pronunciado en contra del ataque contra Ucrania.

Una de las más grandes novelistas contemporáneas de Rusia, Lyudmila Ulitskaya, denunció los planes de guerra del Kremlin como una "locura". El aclamado pianista Evgeny Kissin declaró que aquellos que provocan la guerra serán recordados como "criminales sedientos de sangre". El tenista y excampeón de Grand Slam Yevgeny Kafelnikov dijo que "solo alguien psicológicamente trastornado puede amenazar con la guerra". Otros no han querido mojarse tanto. El tenista exnúmero 1 del mundo, Daniil Medvedev, abordó la situación y tan solo dijo que "todo por la paz".

A pesar de todas las dificultades de medir la opinión pública en un estado autoritario, donde todas las cadenas de televisión están controladas por el gobierno y donde muchas personas, comprensiblemente, dudan en compartir sus puntos de vista políticos con extraños, las encuestas disponibles apuntan a la fuerte impopularidad de un ataque militar contra Ucrania entre los ciudadanos rusos en general. La mayoría de los rusos no están a favor de enviar tropas a Ucrania.

Además, los gobernantes rusos no tienen un buen historial de "pequeñas guerras victoriosas" lanzadas con fines políticos internos, desde las desastrosas campañas del régimen zarista en Crimea y Japón en el siglo XIX y principios del XX hasta la invasión de Afganistán en los últimos años de la Unión Soviética. El resultado suele ser el contrario de lo que se pretendía. "Para Rusia, tales guerras no solo terminan sin éxito, sino que a menudo se convierten en una catástrofe política", advirtía el profesor Andrei Zubov, un eminente historiador que fue despedido de la academia diplomática rusa en 2014 por su oposición a la anexión de Crimea.

Aunque en Magnet también hemos hablado de cómo Osetia, Abjasia, Crimea o Trasnistria operaron de forma contraria, legitimando al régimen (sobre todo Georgia y Crimea). Para alguien tan obsesionado con la historia de Rusia como Putin, sería irónico que tropezara con uno de sus errores más repetidos, o cómo una guerra enquistada y no victoriosa en Ucrania podría ser para Putin el Afganistán de la URSS de los ochenta.

Y lo cierto es que en la sociedad rusa no se percibe un claro apoyo a la guerra. Según el Centro Levada, la última agencia de encuestas independiente, el 40% de los rusos no apoya el reconocimiento oficial de las "repúblicas populares" de Donetsk y Luhansk por parte de Rusia.

Más de 6.000 médicos pusieron sus nombres bajo una carta el sábado; más de 3.400 arquitectos e ingenieros respaldaron otra mientras que 500 profesores firmaron una tercera. Cartas similares de periodistas, concejales municipales, figuras culturales y otros grupos profesionales han estado circulando durante días. Un importante museo de arte en Moscú llamado Garage anunció que detendría su trabajo en exposiciones y las pospondría "hasta que cese la tragedia humana de Ucrania".

Una petición online para detener el ataque a Ucrania, lanzada poco después de que comenzara el jueves por la mañana, obtuvo más de 780.000 firmas el sábado por la noche, lo que la convierte en una de las peticiones online más apoyadas en Rusia en los últimos años.

Las declaraciones que condenaron la invasión incluso provinieron de algunos miembros del parlamento, quienes a principios de esta semana votaron para reconocer la independencia de dos regiones separatistas en el este de Ucrania. Dos legisladores del Partido Comunista, que suele seguir la línea del Kremlin, se pronunciaron en contra de las hostilidades en las redes sociales. Mientras tanto, las autoridades rusas adoptaron una postura más dura hacia quienes denunciaban la invasión.

Cavando su propia tumba

Que el subjefe del Consejo de Seguridad de Rusia dijera que Moscú podría responder a las sanciones occidentales al optar por no participar en el acuerdo de armas nucleares con EEUU, cortar los lazos diplomáticos con las naciones occidentales y congelar sus activos; o incluso que Moscú podría restaurar la pena de muerte después de que Rusia fuera eliminada del principal grupo de derechos humanos de Europa, ha hecho que crezcan las críticas. Eva Merkacheva, miembro del consejo de derechos humanos del Kremlin, lo deploró como una "catástrofe" y un "regreso a la Edad Media".

Esas ideas lanzadas por el gobierno ruso operan como propaganda y han generado rechazo en ciertos círculos de resistencia y activistas, pero también son una herramienta "diplomática" de Moscú en una guerra abierta de propaganda y posiciones frente a Occidente. Además, los activistas tan solo representan una posición presumiblemente minoritaria, alejada sobre todo de la Rusia más rural e interior.

Las sanciones occidentales impusieron nuevas restricciones estrictas a las operaciones financieras rusas, una prohibición de las exportaciones de tecnología a Rusia y congelaron los activos de Putin. Serán posibles sanciones aún más duras, incluida la expulsión de Rusia de SWIFT, el sistema dominante para las transacciones financieras globales.

Desde el arresto de Alexei Navalny en enero de 2021, la policía y los servicios de seguridad han aplastado a la oposición organizada en Rusia. La organización de Navalny fue considerada "extremista" y desmantelada, las manifestaciones en su defensa resultaron en unos 15.000 arrestos y casi todos los medios independientes fueron clausurados o tildados de "agentes extranjeros", lo que limitó severamente su funcionamiento.

Algunas señales de un posible rally 'round the flag (concepto utilizado en la ciencia política para explicar el aumento del apoyo popular a corto plazo  del gobierno o los líderes políticos de un país durante períodos de crisis o de guerra) son inevitables. Sin embargo, a pesar del control total sobre las principales fuentes de los medios y una efusión dramática de demagogia propagandística en la televisión, el Kremlin es incapaz de fomentar el entusiasmo por la guerra. Es decir, no parece que la guerra esté legitimando internamente a Putin. Pero tampoco sabemos si lo deslegitima, no parece un espaldarazo.

Tampoco es algo parecido a la movilización patriótica que siguió a la anexión de Crimea en 2014 está ocurriendo hoy.  En todo caso, esta guerra podría desestabilizar el régimen e incluso amenazar su supervivencia. El gobierno puede haber calculado de forma errónea el pulso social. Y la necesidad de presentar un espectáculo convincente para la reelección de Putin, cuando los rusos voten en 2024, sigue sobre la mesa.

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