Qatar, la casa real británica, Amazon: los extraños aliados del "fútbol popular" frente a la Superliga

La política siempre hace extraños compañeros de cama. Lo han descubierto en sus carnes los doce clubes fundadores de la Superliga. Desde que hicieran públicas sus intenciones de romper con la UEFA y crear una competición paralela y cerrada al resto de clubes se han topado con las resistencias de los organismos internacionales, de los gobiernos y, sobre todo, de los aficionados. Pero también de un buen puñado de aliados insospechados (y bastante hipócritas) en la lucha por el fútbol popular.

La UEFA y la FIFA. Son los dos casos más directos, que no los más llamativos. Sendas organizaciones han optado por un relato populista ("defender el fútbol de toda la vida") para oponerse a la Superliga. En el camino la institución europea ha presentado una reforma de la Champions League en la que siempre se reservarán dos plazas a los equipos "históricos", signifique lo que signifique, que no logren clasificarse en el curso regular de su competición doméstica. Una plaza de privilegio.

Meritocracia 1, Superliga 0.

La monarquía. El lunes, Guillermo de Inglaterra, duque de Cambridge y príncipe heredero al trono británico, se desmarcaba con unas declaraciones sorprendentes: "Ahora más que nunca, debemos proteger a la comunidad entera del fútbol y los valores de la competición y limpieza de juego que son su núcleo (...) Comparto la preocupación de los fans por la propuesta Superliga y el daño que podría causar al deporte que amamos". La Casa Real seguía así los pasos muy activos y sonoros de Boris Johnson, contrario también a la Superliga, y se inmiscuía en un asunto privado.

La intervención de la Casa Real obedecía al profundo descontento popular que el anuncio había causado entre el aficionado inglés, de especial sensibilidad en materia futbolística. Pero también soslayaba una ironía grandiosa: el heredero de un sistema político diseñado para proteger y perpetuar los intereses y los privilegios de la familia más acaudalada del mundo se manifestaba en contra... De su traslación más o menos literal al ecosistema futbolístico.

Los jeques. El París Saint-Germain fue una de las dos ausencias más llamativas en el listado de fundadores de la Superliga. Su dueño y dirigente, Nasser al-Khelaifi ha mostrado su desaprobación en varias ocasiones: "[La propuesta] no resuelve los asuntos que enfrenta en la actualidad la comunidad del fútbol, sino que se mueve en su lugar por el interés propio". Un dechado de solidaridad, el PSG es el máximo exponente de los "clubes de estado", financiado con dinero proveniente de los enorme ingresos de las monarquías del Golfo, y se ha saltado con regularidad las reglas del fair play financiero (aunque fue exculpado por el TAS).

Al-Khelaifi se ha escudado en su "firme creencia" de que el "fútbol es un juego para todo el mundo". Una familia y una comunidad que sin embargo opera sólo en Europa: Al-Khelaifi es una de los autores intelectuales del Mundial de Qatar, asignado entre toneladas de escándalos y corruptelas y cuya construcción pasa por encima de los derechos laborales de miles de trabajadores inmigrantes (con un número indeterminado de fallecidos a sus espaldas en plenas obras de los estadios).

Amazon. De haber prosperado, la Superliga habría multiplicado los ingresos por derechos televisivos de los clubes participantes (o al menos eso defendían sus impulsores). ¿Quién los habría comprado? Durante algunas horas sonó Amazon. El martes negaba todo en un comunicado sorprendente: "Entendemos y compartimos las preocupaciones planteadas por los aficionados en relación a la Superliga. Creemos que el drama y la belleza del fútbol europeo nace de la habilidad de cualquier club para alcanzar el éxito a través de sus actuaciones en el terreno de juego".

La empresa sancionada como un "monopolio" por el Congreso de los Estados Unidos se manifestaba así en contra un proyecto monopolístico, apostando por una competición abierta y justa donde ninguno pueda aprovecharse de su posición de poder. Qué tiempos vivimos.

El Bayern de Múnich. En este festival de la hipocresía, la guinda la colocó otro de los hipotéticos miembros de la Superliga, el Bayern de Múnich. Ayer por la tarde explicaba por qué no formaría parte del proyecto, manteniéndose fiel a la Bundesliga por un principio de "solidaridad". Es una palabra llamativa. El Bayern ha hecho de la liga alemana su patio de recreo, utilizando su desproporcionado músculo financiero para esquilmar al resto de equipos (incluyendo a su máximo rival, el Borussia Dortmund). Disfruta de una hegemonía obscena, con ocho títulos consecutivos (camino de nueve). Todo por la solidaridad y el buen reparto.

Resultado final: ¿Meritocracia 5?, Superliga 0. O cómo los principales enemigos de la Superliga se apuntaron al fútbolpopularwashing para justificar sus intereses particulares.

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