Para bien o para mal, las plataformas de streaming son actualmente lo más parecido que tenemos a los reality shows, esta vez sin cortes ni guiones. Lo tienen todo: una mezcla entre caos y drama que muchos espectadores encuentran irresistible. El problema es que cuando se llevan las cosas demasiado al extremo se hace evidente que Twitch está generando una cultura y plataforma de negocio audiovisual donde la integridad de los creadores a veces es la última prioridad. Al menos, para el público.
Solo importan las visitas y los creadores de contenido son tratados como robots generadores de morbo, y no como las personas que son.
Para entender el fenómeno solo hace falta ver la última polémica protagonizada por la streamer Amouranth, quien ha sido baneada por Twitch hasta en cinco ocasiones. Hemos hablado de ella en Magnet en varios artículos y cómo lleva tiempo actuando entre una fina línea de contenido para adultos y una emisión algo subida de tono (que llevó a la creación de la categoría de piscinas hinchables en la plataforma). Hace una semana, se convertía en tendencia por la cola que formó en la TwitchCon para que sus seguidores fueran, literalmente, pisados por ella.
Hace unos días, sin embargo, todo cambió. La creadora de contenido hizo unas declaraciones donde denunciaba ser coaccionada a trabajar por su marido. De hecho, hasta ahora nadie conocía ni siquiera sobre su matrimonio, que como por fin ha detallado, le llevó a ser maltratada y obligada a crear ese contenido por el que ha sido tan criticada.
La estadounidense, de apenas 28 años, desveló entre lágrimas en aquel directo de casi 17 horas los malos tratos verbales que sufría por parte de su marido quien, según ella, controla sus cuentas bancarias y el tipo de trabajos que hace bajo la amenaza da matar a sus perros. Para corroborarlo, mostró mensajes de WhatsApps y una llamada telefónica.
"La próxima vez cuando yo diga un plan, hazlo. Imbécil. ¿Lo entiendes?", se podía leer en uno de ellos. Más tarde explicó que todas sus cuentas tienen autenticación de dos pasos conectada al número de su esposo y que él amenazó con "quemar" todo su dinero y "ponerlo todo en criptos. Kaitlyn Michelle Siragusa, que es como se llama en realidad, reconoció que su terapeuta le dijo que está presa en una "elegante prisión". Hay que recordar que Amouranth es también una estrella en la plataforma para adultos Onlyfans, donde gana hasta 1,5 millones de euros al mes.
La polémica rápidamente se hizo viral y superó incluso sus propios récords de audiencia. Hace unos días, volvió a Twitch para comunicar que está buscando ayuda psicológica: "Quiero hablar con vosotros sobre mi situación. Gracias a todos los que han sido amables y solidarios conmigo, en los últimos días he tenido la suerte de contar con muchas personas que se han acercado para mostrar su preocupación", relataba. El show estaba servido, y la protagonista ya se había abierto con su público, el mismo que había desatado una ola de comentarios previamente.
El futuro de la plataforma
El hecho de que existiera en parte un esquema de abuso financiero y Twitch no lo supiera pone muchas cosas bajo un nuevo foco de luz. Y se hace evidente el creciente olvido y rechazo de Twitch hacia sus creadores. Recordemos cómo Adriana Chechik, una streamer, se rompió la espalda en dos trozos al participar en una piscina de espuma sin seguridad en la TwitchCon de hace unos días.
Y las acusaciones de Amouranth sobre su abuso (donde Twitch tiene algo que ver) son un giro aún más oscuro del devenir de la plataforma, centrada específicamente en impulsar a los creadores a stremear más tiempo y con más frecuencia y en implementar herramientas financieras para incentivarlo, sin preocuparse por quien hay detrás de la cámara.
El auge de los reality shows se debe a dos cosas: el drama y el coste. A los fanáticos les encanta ver a la gente meterse en novelescos dramas, seguir los altibajos en las vidas de una amalgama de personajes. Y plataformas como YouTube y Twitch han comenzado a llenar el vacío de las televisiones, proporcionando videos de personas reales.
El streaming ya no se trata solo de juegos: las categorías IRL están ganando cada vez más popularidad. Estas retransimisiones van de cosas cotidianas como cocinar y limpiar hasta salir con amigos o contar ansiedades y depresiones. Los streamers ofrecen una mirada más sincera de su realidad. Si bien esto aumenta las visitas en gran cantidad se ponen las tragedias de los creadores en el foco. Y lo que ha sucedido con Amourath pone de relieve el precio que todo esto tiene para las personas detrás de la cámara.
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