Unos cortes de audio facilitados por La Ser volvían a encender la polémica sobre Podemos: Pablo Iglesias comentaba que “la feminización de la política no se logra con más mujeres en cargos de representación”. Según la grabación, Iglesias defendía la importancia de la cultura “femenina” en el mundo político y empresarial, pero no tanto la presencia misma de las mujeres en estos espacios.
Una idea que ni es exclusiva de la izquierda ni es monolítica: hay muchas teorías de la "feminización de la política", varias de ellas conservadoras, aunque no todas lleven ese nombre, ni, desde luego, tengan los mismos planteamientos.
La feminización, según Pablo Iglesias
Una grabación completa compartida después contextualizaba las palabras de Iglesias . El líder de la formación morada sí estaba a favor de la mayor presencia de mujeres en las esferas de poder, pero llamaba a aplicar en política valores tradicionalmente asociados a la mujer y su papel como madre: los cuidados. Como dijo anteriormente a raíz de un debate con Sánchez y Rajoy, Iglesias propone un "estilo mujer" en cuanto a escucha del otro y firmeza de convicciones propias, tal como lo muestran las madres cuando defienden a sus hijos.
La primera Feminización: mismo sistema, más mujeres y el caso de Japón
El concepto "feminización" como tal empezó a aplicarse por parte de las estudiosas feministas desde principios de los años 90 en diversos estudios políticos, sociológicos, biológicos y lingüísticos. El objetivo de las investigadoras, principalmente de países occidentales, era promover una mayor inclusión de las cuestiones de la mujer en las materias académicas con proyectos que analicen los perjuicios de la desigualdad de género en distintas áreas de nuestra sociedad.
El discurso más primario de la feminización política habla sobre la necesidad de una mayor presencia de mujeres en cargos de poder. Como en esas áreas la mujer sigue siendo una excepción a la regla (mayoría masculina), se reclama una corrección política formal de la desigualdad representativa.
Un ejemplo reciente de feminización política primaria la tenemos en el conservador Shinzo Abe, que en los últimos tiempos ha promovido un plan de inclusión de la mujer en los altos puestos del país. Según la teoría económica womenomics, la igualdad de género podría expandir la economía hasta un 13% del PIB, cosa que a una nación en permanente recesión le vendría muy bien.
El objetivo inicial del gobierno de Shinzo Abe era que las mujeres ocupasen un 30% de los puestos directivos, aunque tras los malos resultados iniciales el objetivo ha sido reducido al 7% de los puestos gubernamentales y el 15% de puestos en compañías privadas. A día de hoy, en Japón las mujeres son el 3,5% de los altos cargos gubernamentales y el 3.1 en el ámbito empresarial.
Este discurso paritario, para el feminismo más comprometido, es primitivo si no lleva parejo un replanteamiento de la compatibilidad laboral y doméstica. Según esta teoría, la jornada laboral, especialmente de los trabajos más exigentes como puedan serlo los altos cargos, no están diseñadas a día de hoy para mantener un hogar y ayudar a los cuidados de otras personas como puedan serlo los hijos o los ancianos.
Es sintomática la historia de una de las ascendentes ejecutivas japonesas más representativas de esta Abenomics, Kazuko Fukuyama. Ella aceptó el alto puesto de Calbee, pero el dirigente de la empresa permitió que ella trabajase sólo hasta las 4 de la tarde, en lugar de hasta las tantas como hacían sus antecesores, para que pudiera estar algo de tiempo con sus hijos.
La otra Feminización: visibilizar y poner foco en los quehaceres tradicionalmente femeninos
A efectos de representación, la igualdad entre hombres y mujeres es un tema tan importante como las relaciones exteriores, la defensa o la industria. Sin embargo, en España los puestos de altos directivos los ocupan sólo un 26% de mujeres. La desigualdad laboral hace que sean muchas más las mujeres que optan por las jornadas reducidas y que trabajen menos horas extra que los varones. A cifras de 2013, ellas se encargan del 66.7% del trabajo doméstico frente al 33.3% de lo que los hombres hacen en casa.
Ese es el combustible base del que parte el principal discurso en torno a la feminización: la idea de que en política, a lo largo de los siglos, no se ha hablado lo suficiente ni dado su justa importancia a los problemas que pueden afectar a las mujeres y a las tareas sociales que tradicionalmente han recaído en las mujeres. Por señalar algo general, hasta hace una década el trabajo doméstico no empezó a reconocerse como tal (y aún hoy hay problemas para precisarlo así).
Un ejemplo importante de feminización de segundo nivel se vivió en el partido conservador británico entre 2005 y 2015. Tras el masivo apoyo del voto femenino a Tony Blair, los tories se replantearon sus políticas hacia la mujer para volver a ganarse el interés de las mismas. Después poner en marcha el programa Women in the World Today, el Partido Conservador británico pasó en las elecciones de 2010 a doblar la presencia de mujeres parlamentarias electas, ahora un 29% del total.
La feminización de los conservadores no se limitó a eso, sino que las nuevas parlamentarias pelearon para poner sobre la mesa distintos puntos de la agenda feminista que afectaban a la "madre trabajadora de hoy". Entre otras, legislaciones alrededor de las cuotas femeninas, financiación de centros para víctimas de la violencia de género o mayores subvenciones a tratamientos de salud reproductiva. Feministas de los dos lados de la cámara trabajaron en 2010 conjuntamente para derrotar una propuesta de ley que concedería anonimato a los acusados por violación.
La feminización radical y "las mujeres políticas no-femeninas"
Hay una tercera vía para la cual la idea de fondo no es sólo hacer justicia a las mujeres poniendo en el centro del debate contenidos que impactan directamente a la mujer (se da por supuesto que hay que concienciar más del importante valor social de la maternidad, los cuidados, el trabajo emocional, etc), sino corregir la arquitectura política que ha imposibilitado que esto ocurra hasta ahora. Cambiar la manera de hacer política con nuevos estilos de gobierno.
Y ahí viene el tercer discurso sobre la feminización, el que habla de cómo las mujeres, que siempre han hecho política (aunque tradicionalmente no desde instituciones visibles), deberían aplicar la esencia de su forma de actuar en sociedad al modelo organizativo que nos rige. ¿Existe una manera "femenina de actuar"?
Los teóricos del término defienden que sí, que las mujeres son más cooperantes que competitivas, atributo esencialmente masculino. Frente a la agresividad y narcisismo masculino, las mujeres ponen en valor la duda, la ayuda mutua y, sobre todo, una pluralidad de las voces que reste peso a las figuras mesiánicas y aumente la importancia de los colectivos.
Un estudio elaborado entre las políticas británicas conservadoras de los últimos tiempos muestra que dos tercios de las encuestadas comparten la idea de que las mujeres ejercen un "estilo de política" distinto al de los hombres, menos combatibo y más colaborativo. Según la feminista Justa Montero y los políticos del entorno de Podemos, los movimientos del cambio de la PAH y el 15-M serían el ejemplo de políticas más feminizadas, representadas ahora en los ayuntamientos con Colau y Carmena.
Según esta teoría, otras grandes dirigentes de otros sesgos ideológicos no formarían parte del concepto de políticas "feminizadas" (Margaret Thatcher, Esperanza Aguirre) por haber llegado a lo alto de los organigramas políticos adaptándose a las normas de juego de sus partidos (es decir, adaptándose al modelo anterior, el masculino) y por no haber luchado con especial querencia por las cuestiones igualitarias. Pero, pese a considerar que estas políticas no encajen en el mismo esquema feminista, la académicas suelen apoyar su existencia, ya que ayudan a normalizar la presencia de las mujeres en las esferas de poder.
(Arriba, una ilustración de ejemplo del movimiento Madrid con Carmena, por la que ilustradores madrileños crearon propaganda política desde las bases y sin ánimo de lucro. Según los defensores de la feminización radical, un ejemplo de política feminizada).
Este es el punto peliagudo de la cuestión que comentaba Iglesias al referirse a esos valores de “matria” que deberían estar aplicándose. Iglesias expresa en esos cinco minutos de conferencia que, aunque entiende que las mujeres deben tener responsabilidad (su partido y las listas cremallera sería una forma de garantizar el acceso), es aún más importante aplicar a la política los planos semánticos y estéticos de lo que es “femenino”.
Que sólo hablando de la cotidianeidad, permitiendo la emoción en los mítines y llamando a sosegar el tono en los debates es como se llegará a esa "tercera feminización".
Pero, dicho de otra manera, defender que la feminización de la política es “hacer comedores sociales” y no tanto que las mujeres tengan cargos de representación (palabras de Iglesias) podría tener consecuencias inesperadas. Podría hacerse creer que se ha trabajado en pos de una mayor igualdad política porque han cambiando las formas... a la vez que se perpetúa que quienes ejercen la política sean los hombres.
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