Qué es y qué no es exactamente la isla de residuos plásticos del océano Pacífico

La semana pasada, el Foro Económico Mundial ponía cifras a uno de los fenómenos contaminantes más mitificados de nuestra historia reciente: la isla de residuos plásticos del océano Pacífico, cuyo mero bautizo es erróneo. Según un informe de Davos, las aguas del planeta contendrían más plásticos que peces en términos de peso en 2050. La principal responsable, la también conocida como "la isla de basura" o la "sopa de basura": un gigantesco recipiente de residuos plásticos en medio del mar que amenaza a especies marinas y sirve de pesadilla constante para el ecologismo.

¿Es esta una foto de la isla de plástico?

¿Esta? No.

Ni ninguna de las que habitualmente vemos repartidas por la red. La más célebre es esta de la bahía de Manila en la que un operario retira residuos, navegando con una canoa sobre una superficie acuática atestada de residuos. Esta otra fotografía tampoco corresponde a la isla de plástico. En realidad, la isla de plástico no es ninguna isla, aunque haya adoptado coloquialmente ese nombre. No hay nada parecido a un montón de escombros flotando en medio del océano Pacífico.

Es algo más sutil.

¿Cómo es en realidad la isla de plástico?

A simple vista, se parece bastante a esto.

Pese a que es un problema gravísimo, no se ve desde el espacio ni tiene una forma tan espectacular como la mitificada por los medios de comunicación e Internet. La bolsa de residuos plásticos del Pacífico es en realidad un fenómeno de muy baja densidad. Al fin y al cabo, hablamos de uno de los espacios más vastos de la geografía del planeta. La humanidad aún no produce tanta basura como para cubrir semejante extensión completamente, aunque estemos trabajando de forma concienzuda en la tarea.

En realidad, la mayoría de plásticos que contaminan este punto del océano, un cruce de corrientes que empuja a los residuos hacia su centro, de aguas tranquilas, son diminutos, a menudo microscópicos. Es factible observar el fenómeno por debajo de la superficie, con numerosos pequeños trozos de plástico flotando a unos pocos metros debajo del agua, pero no sobre una embarcación y muchos menos por satélite. Al fin y al cabo, no cuenta con más de 4 partículas por metro cúbico. Si juntáramos todo el plástico, obtendríamos algo parecido al 1% de Texas. Es mucho, claro, pero no tanto.

Pero eso no parece muy peligroso, ¿no?

Sin duda, parece menos peligroso que la fotografía de la bahía de Manila. Pero tiene consecuencias, porque sigue siendo un montón de plástico ocupando un espacio, el del océano, que en absoluto le corresponde. Un amplio espacio: se cree que los plásticos flotan y deambulan en una superficie de entre 700.000 y 2.000.000 kilómetros cuadrados. Si tenemos en cuenta que investigaciones sobre el terreno han hallado 750,000 trocitos de plástico por kilómetro cuadrado, el lienzo parece bastante preocupante. Puede que el plástico se haya reducido a tamaños ridículos (aunque hay algunos grandes), pero sigue ahí.

¿De qué modo afecta a los animales?

Es cierto, hay muchas especies que se ven muy perjudicadas por la presencia de pequeños trozos de plástico en el océano Pacífico. El caso más conocido es el de los albatros. Aunque, de nuevo, la idea de aves atrapadas por separadores de latas de Coca-Cola es la más extendida en nuestro imaginario colectivo, el problema es que ingieren los residuos. Muchas crías de albatros muertas estudiadas han mostrado un alto volumen de plásticos en sus estómagos. Eso sí: no se sabe a ciencia cierta que el plástico mate a todas aquellas que lo ingieren. Puede darse el caso de que lo coman y sigan viviendo.

El fenómeno afecta a alrededor de 300 especies y tiene consecuencias que se extienden más allá de su mera alimentación. Por ejemplo, los trocitos de plásticos absorben partículas tóxicas que, más tarde, terminan en el estómago de los peces o de las aves. No es improbable que uno de esos peces que ha consumido plástico y que esté intoxicado termine en el plato de algún ser humano. Por otro lado, los residuos contribuyen a que algunas especies invasoras lleguen a hábitats que les son ajenos, colonizándolos.

¿La hemos creado nosotros?

Claro. Se calcula que un 80% del plástico vertido al océano Pacífico proviene de las costas asiáticas y norteamericanas. Muelles, puertos, vertidos de residuos ilegales, etcétera. Todo eso es arrastrado poco a poco por los giros marítimos, cruces de corrientes, que empujan los trozos de plástico hacia su centro, provocando su estancamiento. El 20% restante de la basura introducida en el océano corresponde a barcos pesqueros o cargueros de diverso rango. Nos ayuda la naturaleza, pero es culpa nuestra.

Vale, ¿y por qué el plástico es tan pequeño?

La pregunta es lógica: ¿si nosotros no utilizamos trozos casi microscópicos de plástico en nuestro día a día, qué ha pasado para que se hayan transformado en tales? El responsable es un proceso llamado fotodegradación. El plástico no se biodegrada, en un proceso más neutro para el ecosistema marino, sino que se fotodegrada: gracias a la luz del sol, un trozo de plástico abandonado a su suerte en medio del océano se va desintegrando en trocitos de plástico más pequeños. El proceso se da de forma repetitiva, llegando al nivel molecular.

Ese es el plástico que tantos problemas está causando, una vez se ha fotodegradado. La imagen pertenece a la Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de San Diego.

¿Hay otras islas parecidas en el mundo?

Son menos conocidas, pero el fenómeno de concentración de plásticos del Pacífico también se da en el océano Atlántico y en el Índico. Allí donde haya seres humanos vertiendo plásticos al océano (en todas partes) y giros marítimos (en todos los océanos) nos encontraremos ante situaciones similares. Aunque ninguno de ellos haya adquirido tanta fama y tamaña dimensión como la isla de plástico del pacífico.

¿En serio habrá más plástico que peces?

Puede que sea una estimación un tanto exagerada, útil para llamar la atención sobre un problema tan grave, pero lo cierto es que estamos llenando el océano de más y más plástico. Al parecer, la comunidad científica lleva muchos años recopilando de forma sistemática y procedimental la concentración de partículas de plástico en el Pacífico, y los datos muestran que está creciendo.

¿Cuánto? Los residuos podrían haberse multiplicado por cien en los últimos cuarenta años. No es suficiente como para superar el número de peces en los mares (por fortuna, sigue habiendo un montón de peces viviendo en las profundidades), pero indica que la tendencia va al alza y que, de nuevo, tenemos un problema causado por nuestra habitual costumbre de contaminar con alegría. Los plásticos matan especies y alteran delicados ecosistemas, y sus consecuencias son aún inciertas. Pese a que la isla sea mera metáfora.

Imagen | Rusaila Bazlamit


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