Este post ha sido actualizado a 1/9/2016.
Días de agitación en Brasil. El país sudamericano, el de mayor superficie, población y economía, se enfrenta a una crisis política sin precedentes en su historia reciente. Por un lado, un escándalo de corrupción a gran escala ha salpicado a su empresa pública de hidrocarburos, Petrobras, al anterior presidente de la república, Lula da Silva, y a su sucesora, Dilma Rousseff. Entre tanto, multitudinarias manifestaciones callejeras a un lado y a otro del tablero político, acusaciones cruzadas de golpes de estado y carencia de valores democráticos y una votación, la de ayer, que ha terminado con Rousseff expulsada de la presidencia.
¿Pero qué ha sucedido y cómo ha llegado Brasil hasta aquí? El tema es complejo, de modo que comencemos por el principio.
¿Quiénes son Dilma Roussef y Lula da Silva?
En buena medida, los arquitectos del Brasil moderno. Lula da Silva es el líder histórico del Partido de los Trabajadores (PT) brasileño, un partido de orientación izquierdista que obtuvo el gobierno de la nación en 2003. Sus orígenes son sindicales y obreros, y su discurso se articula en torno a la desigualdad, uno de los mayores problemas de Brasil, y frente al sistema político surgido tras la restauración de la democracia. La victoria de Lula en 2003, tras décadas de gobiernos de corte moderado o conservador y de carácter elitista, supuso una revolución en el modelo político brasileño. En 2011, dejó el cargo.
Que llegó a las manos de Dilma Rousseff, su sucesora. Rousseff obtuvo la reelección hace poco. Entre ambos, han logrado ubicar a Brasil entre las economías emergentes más importantes del globo y, en muchos sentido, han corregido los enormes desequilibrios sociales y económicos existentes en la sociedad brasileña, gobernada tradicionalmente por una élite blanca. Durante su gobierno, tanto Lula como Rousseff se han convertido en el objetivo político primordial de los partidos de la oposición, pero también en fuente de un fuerte rechazo por parte de una sustancial parte de la población de clase media y alta.
Brasil es un país política, social y económicamente dividido. El éxito de Lula y Rousseff se ha basado, electoralmente, en sectores empobrecidos de la población y en una renovadora imagen de limpieza y belicosidad contra la corrupción.
¿Qué es Petrobras y cuál es su escándalo?
La principal empresa del país, de carácter estatal. Al contrario que en la mayor parte de países occidentales pero al igual que en otros estados sudamericanos o en vías de desarrollo, la explotación del principal recurso natural de Brasil, el petróleo, recae en manos de una corporación semiestatal. No lo es completamente: el gobierno posee alrededor del 50% de las acciones, junto a un 10% restante perteneciente al Banco Nacional de Desenvolvimento Economico e Social, público, y al Fondo Soberano del estado brasileño. El resto de la empresa se reparte entre entidades privadas, pero las públicas pesan más.
Dado su carácter semiestatal, Petrobras no es ajeno a la influencia política. En un país como Brasil, donde la corrupción es uno de los males endémicos de la administración, es una tarta demasiado golosa que todo el mundo quiere catar. En 2014, los brasileños descubrieron hasta qué punto resultaba atractiva cuando una investigación policial destapó el mayor escándalo de la historia del país. El procedimiento era simple, y masivo: un grupo de constructoras cobraba servicios (infraestructura, construcción de plataformas, etcétera) a precio inflado a Petrobras. Con el dinero sobrante, además de llenarse los bolsillos, sobornaban a un selecto grupo de altos ejecutivos de la firma para encubrirlo.
La operación habría sustraído la exorbitante cantidad de más de 2.000 millones de euros, y se habría desarrollado entre 2003 y 2014.
¿Cómo se relaciona esto con Lula y Rousseff?
En dos niveles. Por un lado, Dilma Rousseff. La ya ex-presidenta de Brasil fue ministra de Energía durante el primer gobierno de Lula da Silva, y pasó a encabezar el gabinete de gobierno poco después. Por sus cargos, Rousseff fue parte del consejo de administración de Petrobras entre 2003 y 2010, cuando se presentó a las elecciones. Pese a que la investigación policial no ha conectado a Rousseff con la trama corrupta, su periodo en el consejo coincide con el del sistema de sobornos. Hay quien considera que es difícil que los desconociera.
Lula está implicado de un modo más profundo. El pasado mes de marzo la policía se personaba en su domicilio. Lula, el presidente más emblemático de Brasil desde la caída de la dictadura, era detenido por su supuesta implicación en el escándalo de Petrobras. Según las pesquisas de los cuerpos policiales, Da Silva podría haber sido uno de los principales beneficiarios de los sobreprecios y posteriores sobornos de las constructoras, a través de reformas en sus viviendas y pagos en especias (muebles, electrodomésticos y pisos de lujo). Lula lo niega y afirma ser víctima de una persecución policial y política.
Su caso, además, se entrelaza con otra investigación en curso que le relaciona, supuestamente, con tratos de favor a Odebrecht, una empresa brasileña a la que habría ayudado a obtener contratos públicos en otros países del mundo gracias a su posición como presidente de Brasil. En última instancia, tanto Rousseff como Lula se enfrentan a un mismo problema: en el mejor de los casos, el Partido de los Trabajadores gobernó durante años al margen de una trama de corrupción de mastodónticas proporciones que involucra a la mayor empresa semipública del país; en el peor, participaron activamente en ella.
Y esto ha enfadado a la gente, ¿verdad?
Claro. A la muy movilizada oposición, el escándalo de Petrobras le ha permitido sacar a la calle a millones de personas. Desde el año pasado, las manifestaciones en contra de Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores han sido frecuentes, mostrando un clima de creciente rechazo a la jefa del estado (en el contexto, además, de una importante crisis económica). Al mismo tiempo, y durante los últimos meses, el PT ha movilizado a su propio electorado. El resultado es un país en permanente estado de exaltación, con multitudinarias manifestaciones teniendo lugar en las principales calles de las principales ciudades del país.
El ejercicio de fuerza de la oposición se ha alimentado, de forma paralela, de la respuesta de Lula y Rousseff a la crisis. El escándalo de Petrobras se acentuó cuando, semana y media después de la detención, interrogatorio y liberación de Lula, Rousseff le nombró jefe de gabinete (una posición equivalente a la de Primer Ministro que Dilma, por su parte, ejerció durante el periodo de sobornos de Petrobras). ¿Por qué? Rousseff adujo motivos políticos, pero unas escuchas telefónicas filtradas a los medios de comunicación poco después revelaron que, en realidad, el PT pretendía blindar judicialmente (aforamiento) a Lula. Lo lograron.
Vale, ¿y cómo ha sido expulsada Rousseff?
En los sistemas presidencialistas existe un procedimiento de control parlamentario que la ciencia política bautiza como "impeachment", y que, a efectos prácticos, implica una revocación formal (y un jucio político, que no penal) del presidente del país (que, al contrario que en los sistemas parlamentarios, es el Jefe de Estado) por parte de las cámaras representativas. En abril, una comisión parlamentaria aprobó por mayoría trasladar la posibilidad de revocar a Rousseff al Congreso, en el primer paso su posterior salida de la presidencia.
La pelota pasó al pleno la cámara baja, que ayer votó (con 61 votos a favor y 20 en contra) por cesar a Rousseff de la presidencia. Es un hecho histórico.
¿En qué se han basado los partidarios del impeachment, parte de ellos antiguos socios de coalición del Partido de los Trabajadores (que no es mayoritario en las cámaras)? He aquí la parte sorprendente: no en el caso de Petrobras, sino en un supuesto maquillaje de las cuentas públicas, durante la campaña presidencial de 2014. El PT habría ocultado el estado real del déficit brasileño, reduciéndolo y haciéndolo más atractivo electoralmente. Dado que se trata de una acusación menor y tampoco existe proceso judicial, Rousseff y sus partidarios hablan de "golpe de estado", porque no había lugar al impeachment.
En esencia, existen dudas sobre la gravedad de los hechos para expulsar a Rousseff de la presidencia. Dudas, manifestadas en el hecho de que la ex-presidenta no ha sido inhabilitada para un cargo público. Esto último ofrece a los partidarios de Rousseff un argumento: ¿cómo puede ejecutarse el mecanismo más extraordinario de la democracia presidencial y, al mismo tiempo, que los hechos no sean lo suficientemente escandalosos como para no inhabilitar de por vida al presidente juzgado?
¿Cómo se está viviendo el proceso a pie de calle?
Brasil ahora mismo aparenta partirse en dos mitades: por un lado, los medios de comunicación, políticos y manifestantes que han apoyado el proceso de impeachment contra Rousseff; por otro, los medios de comunicación, políticos y manifestantes que la defendían y que acusaba a la otra mitad de maneras antidemocráticas y de promover un golpe de estado encubierto. En Brazilia los enfrentamientos han sido tan frecuentes que la policía ha optado por construir una barrera de dos metros de alto que separe a ambos grupos en cada una de sus manifestaciones y que evite males mayores.
Pero la grieta de la sociedad brasileña es a duras penas sorprendente. La diferencia económica entre los más ricos y los más pobres es cinco veces más alta que en cualquier otro país desarrollado, pese a los importantes avances realizados durante los últimos años (el World Economic Forum calcula que la desigualdad se ha reducido un 72%; la tendencia contrasta con la de los países desarrollados, donde crece). La historia de Brasil, como la de cualquier otro país post-colonial, es la de una sociedad donde el mandato de unos pocos, a nivel político y económico, primaba sobre el de una mayoría empobrecida.
A día de hoy, en las protestas y en el panorama político, las líneas divisorias de la sociedad brasileña, tanto en cuestiones raciales como económicas, siguen siendo visibles. De ahí el carácter tan relevante del escándalo de Petrobras, de las millonarias manifestaciones y del fin a la presidencia de Dilma Roussef y de trece años de gobierno del Partido de los Trabajadores. Sumado a una crisis económica notable, Rousseff y Lula se enfrentan a una tormenta perfecta de incierta resolución.
Imagen | José Roitberg, Mdscomunicacao, Agência Brasil Fotografias, Editorial J, Fiesp, Eraldo Peres/AP Photo
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