En la película francesa El nombre (2012), de Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, un grupo de amigos se reúne para cenar en casa. Uno de ellos, Vicent, va a ser padre por primera vez. Cuando le preguntan si ya ha elegido un nombre para el niño, su sorprendente respuesta provoca el caos. Ha escogido el nombre de "Adolph". Un nombre que se parece demasiado al del Führer.
Para defender su nombre, Vincent señala que entonces deberían prohibirse muchos otros nombres so pena de que la gente piense mal:
Joseph es imposible. Por Joseph Stalin (...) Adiós Benito. Franco. Augusto. Adiós Pol, por Pol Pot, tres millones de muertos. Así que también hay que cambiarle el nombre al gato. Está Pétain, lo que nos quita a los Philippe. Sadam. ¿Hay un número de muertos límite? Porque entonces también los asesinos en serie. Jack el Destripador.
Aunque irónico, el planteamiento de Vincent no es baladí: ciertamente, hay nombres y apellidos que, por sus asociaciones históricas y connotaciones peyorativas, suponen un lastre para quienes los llevan. Naturalmente, la impopularidad de estos nombres responde más a las modas y los latiguillos más que a un conteo estricto del número de muertos o cuánta maldad fue capaz de destilarse en su honor. ¿pero acaso el qué dirán no es lo que mueve el mundo?
Cambiándose el apellido
Chone (también conocida como Cantón Chone, Villa Rica de San Cayetano de Chone, Chone de Indias, Pueblo Viejo de Chone y Señorío Indohispano de Pechance), una pequeña ciudad ecuatoriana ubicada en la provincia de Manabí, a siete horas de carreteras serpenteantes desde la capital, Quito. La principal particularidad de este lugar es que las cosas funcionan justo al revés que en el resto del mundo: lo que mola es llevar nombres epatantes o surrealistas, aunque aludan a dictadores sanguinarios.
De este modo, allí podemos encontrar a ciudadanos que se llaman Burger King Herrera, Vick Vaporup Gíler, Alí Babá Cárdenas, Alka Seltzer (dicen que le bautizaron así porque solo estas pastillas aliviaban los dolores de su madre en el parto), Lincoln Stalin, Adolfo Hitler Flores de Valgas Álava (un juez nacido el 12 de julio de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial), el patriótico Querido Ecuador, Guasington (en lugar de Washington), Napoleón, Cristóbal Colón Jaramillo, John Kennedy Suárez (dueño de una ferretería que nació el día del asesinato de JFK ocurrido en Dallas), Land Rover García, Venus Lollobrigida, Sunami (que viene de tsunami, pues esta niña nació después del tsunami que arrasó Indonesia en diciembre de 2003), etc.
En el registro civil y la pila bautismal de Chone están tan acostumbrados a estos nombres que ya no se oye ni una sola carcajada, pero, como decimos, no sucede así en el resto del mundo. Lo que ha llevado a países a aprobar leyes que permitan cambiarse un apellido oneroso o demasiado complicado.
Es el caso de Suecia, donde recientemente se ha aprobado la propuesta hecha por la ministra de Justicia, Beatrice Ask, para que todos los nacidos en el país puedan cambiarse sus apellidos más abstrusos en apellidos más simples. Las únicas excepciones son no escoger palabras ofensivas para apellidarse y no cambiárselo aquellas personas que tengan apellidos de origen aristocrático.
Y es que llevar un apellido ofensivo es todo un problema. Por eso se ha habido una persecución para proscribir muchos apellidos que asociamos a personas deleznables. Sobre todo si estos apellidos ya forman parte del imaginario popular asociado al mal. Como los de la baraja de cartas llamada Das Führer Quartett (El cuarteto de líderes), que no hace mucho tiempo sacó al mercado la editorial berlinesa Onkel und Onkel.
Con ella se puede jugar una partida similar a la del infantil Happy Families o "juego de las familias", donde cada jugador debe reunir la mayor cantidad de grupos de cuatro naipes temáticos. Pero si antes nos limitábamos a reunir a una familia de esquimales, en Das Führer Quartett juntaremos en una misma mano a personajes de la peor ralea, como Hitler, Stalin, Bokassa, Franco, Lenin, Ceausescu, Charles Taylor y demás personajes procedentes de todos los continentes, excepto de Oceanía, que al parecer todavía no posee a su propio tirano.
Por ello, muchos de estos apellidos son cada vez menos frecuentes, ya sea porque los descendientes de los dictadores y sátrapas han tenido a bien no seguir reproduciéndose o porque se han cambiado los apellidos para evitar ser señalados con el dedo. También puede darse la circunstancia de que muchas personas que comparten apellido con estos personajes, prefieran evitarlos, como si en la cabeza de esas personas hubiera tenido lugar el diálogo de la película El nombre. Veamos algunos ejemplos.
Hitler
En Alemania está prohibido llamar Adolf Hitler a un hijo pues se considera que se está haciendo apología del nazismo. Algunos sostienen que en Alemania y Austria, después de la guerra, desapareció el apellido Hitler.
En realidad, nunca fue demasiado frecuente. En Das Telefonbuch, hay 34 personas apellidadas Hüttler, cinco Hittler, dos Hiedler y un Hitler. En España, por su parte, también se podría vetar Hitler como nombre a causa del artículo 54 del Código Civil en el que se determina que "quedan prohibidos los nombres que objetivamente perjudiquen a la persona" y a su dignidad. Sin embargo, aproximadamente 200 españoles se llaman Adolf.
Los últimos descendientes del dictador nazi viven juntos en Nueva York, pero Alexander, Louis y Brian se cambiaron el apellido y permanecen escondidos. Con todo, hoy en día, Hitler es un apellido más común en Estados Unidos que en Alemania y Austria. Muchos alemanes apellidados así emigraron en el siglo XVIII y se asentaron en el valle del Ohio. Sus descendientes siguen llevando el apellido con orgullo. En el documental Meet the Hitlers, el director Matt Ogens, investiga de qué manera nuestro nombre condiciona nuestra identidad, haciendo hincapié en quienes se apellidan Hitler o Hittler en esta región.
De modo que, a pesar del estigma que supone llevar este apeliido y que está prohibido llamar así a nuestros hijos en algunos países, lo cierto es que, aunque sea marginalmente, el apellido continúa sobreviviendo.
Mussolini
Tampoco en Italia se ha logrado eliminar el apellido Mussolini. El Duce tuvo cinco hijos: Edda, Vittorio, Bruno, Romano y Anna Maria. Bruno murió en 1941 en un accidente de aviación. Vittorio vivió durante muchos años en Argentina (allí, la colonia italiana era numerosa y muchos fascistas habían sido acogidos por Perón con los brazos abiertos). Hace unos años, el nacimiento de Carlo, bisnieto de Vittorio, perpetuó conservación del apellido Mussolini.
Romano, incluso, renunció al pseudónimo que adoptó después de la guerra y formó un grupo que se llamó Romano Mussolini All Stars: tocaban jazz. La hija de Romano, Alessandra Mussolini, es eurodiputada. Con todo, Mussolini es un apellido poco frecuente en Italia. En las Mappe dei Cognomi Italiani sólo se registran 24.
Stalin
La vida de la hija de Iósif Stalin fue una permanente huida: dejó la URSS para exiliarse en Estados Unidos, abandonó a dos de sus hijos, pero nunca logró alejarse de su apellido. Svetlana Allilúyeva murió de cáncer de colon en 2011, en un hogar de ancianos en Wisconsin. El haber adoptado el apellido de su madre, Alilúyeva, no le fue de mucha ayuda... El anonimato fue un lujo que nunca pudo darse.
No quedan muchos Stalin en el mundo, y en España, de hecho, no se registra ninguno con ese apellido, si bien hay 32 personas que se llaman así: básicamente residen en Barcelona y Madrid.
Franco
Según el artículo 54 del código Civil, en un principio no se podría registrar a un niño con este nombre en España. La propia Real Academia Española de la Lengua (RAE) define Judas como "hombre alevoso, traidor".
Sin embargo, a pesar de las connotaciones de la dictadura franquista, el nombre de Franco no está vetado en España. 40 años después del régimen, 42.206 personas se apellidan así en España, según datos del INE. Con todo, algunas personas no se sienten cómodas con él o tratan de ocultarlo, aunque apellidarse así sea solo fruto del azar, como es el caso de un candidato de Podemos en Cataluña.
Los orígenes del apellido Franco no han sido determinados con certeza. Su punto de dispersión geográfica se encuentra en el noroeste de la península ibérica, en la frontera con Francia. No obstante, se cree que nació como un apodo dado a aquellos que vivían en la frontera de España y Francia medievales.
Osama Bin Laden
"El nombre de un niño no debería llevar a la humillación", razonó la policía de Colonia (Alemania) a una pareja turca que quería llamar a sus hijo Osama Bin Laden. Ocurrió poco después de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York.
Aunque Osama sí es un nombre, "Bin" y también ("Ibn") significa "hijo de". Así que esa formación vendría a significar "Osama, el hijo de Laden". En Oriente Medio hay muchas personas llamadas así, pero en Occidente puede ser motivo de escarnio. Algo similar a lo que le pasó al ex presidente de Estados Unidos Barack Obama, que en realidad se llama Barack Hussein Obama II, lo que hace recordar al ex dirigente iraquí Sadam Husein, capturado por las fuerzas estadounidenses en diciembre de 2003 bajo el mandato de George W. Bush y ejecutado tres años más tarde.
En España, según el INE, solo hay cinco personas que se apelliden Laden, pero más de 800 que se llaman Osama.
Imagen: Torsten Silz/AP
Una versión anterior de este artículo fue publicada en septiembre de 2018.
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