La bahía de San Francisco atraviesa una crisis de vivienda sin precedentes en el mundo desarrollado. Acceder a una vivienda de una habitación en los alrededores de San Francisco exige desembolsar más de 3.500€ al mes; hacer lo propio en San José, más de 2.200€; y en Oakland, más de 2.000€. Son cifras inasumibles para una amplia mayoría de la población. Con más de 8.000 sintecho sólo en las calles de San Francisco (el 1% de la ciudad), las grandes tecnológicas quieren poner remedio.
En el caso de Google, con grandes planes.
20.000. Es el número de viviendas que Sundar Pichai, el CEO del gigante tecnológico, ha prometido construir a lo largo de los próximos años. Google quiere liberar para uso residencial un terreno valorado en más de $750 millones y hoy ocupado por sus oficinas y naves industriales. También quiere habilitar un fondo de $250 millones para que constructores de toda condición edifiquen viviendas baratas y asequibles.
El primer plan permitirá alojar 15.000 hogares en antiguas oficinas. El segundo busca construir de cero 5.000 viviendas.
¿Por qué? Porque las grandes tecnológicas son parte del problema. Ningún otro rincón de Estados Unidos ha experimentado una escalada de precios urbanísticos similar a la de la bahía de San Francisco. La presencia de empresas como Google, Facebook o Apple ha atraído a miles de trabajadores tecnológicos y altamente cualificados que perciben sueldos de seis cifras anuales. Inevitablemente, su llegada ha encarecido los precios de un mercado de la vivienda por sí escaso.
Una casa en la bahía cuesta hoy más de $1,3 millones.
Límites. El grueso del problema reside en la legislación de California y de sus ciudades. En San José más del 70% del terreno es residencial, y la ley impide edificar otra cosa que no sean viviendas unifamiliares. El modelo urbanístico de la bahía promueve suburbios de baja densidad poblacional (no hay pisos), lo que ha generado una sistemática carencia de hogares disponibles. Entre 2007 y 2014, la región construyó sólo el 57% de casas que hubiera necesitado.
La demanda excede con mucho a la oferta. Con muchísimo. Los planes de Google sólo representa un 68% de las viviendas que la bahía necesitaría construir para ajustar sus necesidades... En un año.
Críticas. ¿Tiene Google la solución? Sólo parcial. Sus críticos argumentan que la operación le permitirá hacer negocio. Las 15.000 viviendas a liberar en sus actuales oficinas serán vendidas o cedidas a inmobiliarias que operarán sobre un beneficio futuro. Otros piden poner fin a la constante afluencia de nuevos trabajadores promoviendo más puestos en remoto. La industria tecnológica añadió 33.000 puestos en 2018, sumando ya más de 300.000 sólo en la bahía.
No hay casas para tantos trabajadores. Y las que hay son caras. Lo que les obliga a vivir más lejos, generando atascos.
Culpa. Y sí, las propias acciones de Google han empeorado la situación. En Mountain View, la ciudad que acoge sus HQ, lleva años comiendo espacio edificable y concentrando trabajadores. Muchos de ellos, pese a sus altísimos sueldos (por encima de $200.000), no siempre pueden permitirse una casa. De ahí que terminen viviendo muy lejos, en caravanas, en camiones fijos o en propios proyectos urbanísticos impulsados por Google, emulando el capitalismo social y las ciudades modelo del s. XIX.
Allí donde no llega el estado lo hace tu empresa.
Límites. ¿Funcionará? Google afronta varios problemas. El primero, los gobiernos municipales. Necesita trabajar con los ayuntamientos para recalificar su suelo industrial en suelo urbanizable. No está claro que Mountain View o San José se muestren entusiastas: las ciudades obtienen más dinero por las oficinas o por las naves industriales que por los bloques de pisos. Tienen un incentivo negativo para rediseñar el terreno en posesión del big tech.
Y los vecinos. Si California impide construir pisos es porque los residentes de los barrios suburbiales y unifamiliares se oponen. No quieren suelos de uso mixto (ideales para evitar grandes desplazamientos al punto de trabajo, y comunes en Europa); ni abrir la puerta a posibles devaluaciones de sus propiedades (construyendo pisos o casas más baratas y densas). Sus preferencias no operan sobre el bien común.
La oposición popular a proyectos como SB50, una ley bloqueada en el senado de California que permitiría abrir la mano con las leyes zonales, es otro obstáculo en los planes de Google. Tiene diez años para sortearlos con éxito.
Imagen: Eduardo Santos/Unsplash
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