Una noticia llenaba las portadas de los medios de comunicación el viernes por la mañana: Devermut, una pareja de influencers a mitad de camino entre el activismo feminista y el bon vivant aspiracional, habían sido expulsadas de un bar nocturno de Conil. Según ellas, por besarse en público. A la acusación de homofobia le acompañaban diversos vídeos colgados en su perfil de Instagram, seguido por más de 700.000 personas. Un grupo de hombres les habría acosado "por bolleras" y los porteros del local les habrían echado a la calle de malas maneras.
"Después de besarnos y tener a 200 maromos mirando", explicaban, "hemos avisado a los porteros y lo que han hecho es decirnos que quizá habíamos bebido demasiado. Un portero bajito fuertote mazado hasta ha intentado pegarnos, el nivel ha sido fuertote". Acto seguido citaban al bar en cuestión, La Luna, una discoteca muy frecuentada en Conil. "Estas cosas nos pasan cada día a la comunidad LGBT. No nos habían echado nunca de una discoteca por lesbianas", concluían.
A continuación reconstruían lo sucedido. Tras ser acosadas por un grupo de hombres, una amiga de la pareja había intentado grabarles para registrar los hechos y exponer a los protagonistas. Al verlo, uno de los porteros habría intentado quitarle el movil "para luego intentar pegar" a Sara Giménez, una de las dos caras visibles de @Devermut. "Luego hemos ido a otro [local], pero han sido avisados de que habíamos sido echadas del primer esperpento y nada, nos han dicho que sí pero al momento no había sitio para nosotras", añadían. La noche conileña, en su contra.
Si la historia ganó tracción en los medios se debe a la creciente popularidad de la pareja. Devermut nació en 2016 como un canal de YouTube con un fuerte posicionamiento feminista y LGBT. Sus vídeos, en ocasiones con un tono humorístico, en ocasiones con un tono activista, les permitieron crecer hasta los 280.000 suscriptores tres años después. Su posicionamiento dentro del colectivo LGBT, sus numerosas campañas, su facilidad comunicativa y su interés por las tendencias les granjearon un éxito paulatino. Uno trasladado a IG, donde tienen hoy unos 760.000 seguidores.
Y uno no exento de polémicas. En 2019 criticaron la programación de Pride Barcelona por incluir a "señores que se visten de mujer". Parte de su audiencia lo interpretó como un mensaje contra la comunidad trans. Un hashtag (#devermutisoverparty) se viralizó en Twitter y perdieron más de 2.000 seguidores en un puñado de días. La acusación de transfobia les ha acompañado desde entonces, insertada en la gran batalla interna del feminismo sobre la cuestión trans. Ideas aparentemente reforzadas por una línea de ropa donde la feminidad se entiende a partir de los genitales y por comentarios posteriores en sus redes.
En paralelo, Devermut han expandido su perfil público saliendo del activismo y del contenido aspiracional tan característico de Instagram. Durante los últimos meses han publicado pequeñas explicaciones visuales, al modo de los vídeos cuadrados de PlayGround tan exitosos cinco años atrás, en el que desgranan cuestiones de actualidad. Uno muy compartido versa sobre la situación en Afganistán. En un puñado de imágenes resumen de modo didáctico y simple cómo se ha llegado a la situación actual, en un ejercicio más periodístico que ideológico.
Una denuncia de ida y vuelta
Aquella publicación, y otras dedicadas a asuntos candentes de la actualidad como OnlyFans, Sudáfrica, Naim Darrechi o la existencia de OVNIs, les han permitido salir del nicho feminista y proyectarse hacia una audiencia más global. Todo ello intercalado con un contenido más personal y enfocado a sus vivencias y con publicaciones de carácter reivindicativo, feminista y de marcado carácter LGBT. Lejos de ir en detrimento de su popularidad, tan poliédrico perfil ha realzado su fama, sumando más seguidores... Y también más detractores en el camino.
Este proceso ha culminado ahora en la polémica de Conil. Tanto para lo bueno como para lo malo. La denuncia de Devermut saltó rápidamente a algunos medios por la celebridad de la pareja. Pero al mismo tiempo colocó el foco mediático sobre ellas, fiscalizando y analizando cada recoveco de la historia. Una que estaba menos atada de lo que aparentaba.
A las pocas horas de publicar su acusación, el local de Conil negaba cualquier tipo de actitud discriminatoria por parte de sus porteros. Muy al contrario, señalaba a la pareja por un comportamiento provocativo e incívico dentro de la discoteca, motivo real de su expulsión mucho antes que la homofobia. Para demostrarlo colgaban diversos fragmentos de las cámaras de seguridad del bar en el que podía observarse a la pareja y a sus amigas relacionándose con el grupo de hombres en cuestión, teórico autor del acoso homófobo. Los vídeos también se han viralizado.
Se pueden ver en este hilo. Son fragmentos cortados y editados, por lo que también conviene cogerlos con pinzas. No obstante, La Luna afirma que cuenta con más de tres horas de grabación desde que Devermut entran en el local. En ellas se apreciaría como Devermut chocan provocativamente con el grupo de hombres en repetidas ocasiones, y como estos no reaccionan tanto a "un beso" como a las permanentes llamadas de atención por su parte. Tras numerosos enfrentamientos entre ambos grupos, episodio del móvil incluido, los porteros les desalojan sin violencia ni contacto físico.
Como es obvio, se trata de una versión de los hechos, no de la realidad. La Luna sí parece muy convencida de ella, en cualquier caso. En un comunicado colgado en su perfil de Instagram, el local explica que su expulsión vino dada por "no respetar las medidas de seguridad del COVID-19", "molestar a otros clientes" y "utilizar malas formas para dirigirse al personal del local". No por "razones discriminatorias". Dado el impacto que la controversia ha tenido en su imagen pública, van a denunciar "a los autores de las injurias y calumnias" difundidas "sin pruebas".
¿Cómo de lejos puede llegar? Hace unos minutos Devermut ha subido a su cuenta de IG un vídeo en el que, a su vez, desmontan la versión del local. Su atención se centra en este caso en el comportamiento de uno de los hombres protagonistas del incidente. Cuando una de ellas se acerca al grupo para grabarse con su móvil, el hombre en cuestión le besa sin su consentimiento. El gesto habría desencadenado la reacción de la pareja y de sus amigas, lo que, según ellas, explicaría los vídeos difundidos por La Luna. La publicación viene acompañada de este texto:
(...) se ve claramente como un hombre nos besa sin nuestro consentimiento, justo en el momento en el que le estábamos pidiendo que nos dejara en paz. Estas imágenes han sido omitidas de todos los vídeos que se han hecho virales (...) Esto es importante para mostrar que lo que decimos es cierto, y que lo que cuentan, es mentira. Esto ya está en manos de nuestros abogados, y por ello no haremos más declaraciones al respecto.
El acoso habría pasado así de homófobo a machista, o a una suma de ambos. Una escalada bastante rápida de los acontecimientos. A esta hora la denuncia ha granjeado a Devermut tantos apoyos como detractores, parodias de sus publicaciones explicativas incluidas.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario