Nacida en 1593, la pintora italiana Artemisia Gentileschi fue la primera mujer en establecerse como pintora de éxito en una profesión que había estado dominada por hombres durante mucho tiempo.
Uno de los aspectos más llamativos de su trabajo es la forma en que pinta a las mujeres. Sus contemporáneos masculinos tendían a retratar a las mujeres como víctimas pasivas o actores tentativos. Las mujeres de Artemisia, por otra parte, se defienden, conspiran y disfrutan perpetrar violencia.
Cuando el pintor italiano Caravaggio pintó la escena bíblica de Judith decapitando a Holofernes, representó a una Judith incómoda, incluso aprensiva, mientras lo decapitaba.
Pero en la interpretación de Artemisia de "Judith decapitando a Holofernes", Artemisia pinta a una Judith decidida a matar al general asirio. El brutal y sangriento acto tiene lugar con la ayuda de una cómplice femenina de Judith que inmoviliza a Holofernes.
En nuestro nuevo libro, "Women as War Criminals: Gender, Agency, and Justice" (Las mujeres como criminales de guerra: género, voluntad y justicia), elegimos la representación de Artemisia de Judith para la portada porque el cuadro muestra que las mujeres, al igual que los hombres, son capaces de cometer actos de violencia e incitar a actos genocidas.
Sin embargo, cuatro siglos después de que Artemisia pintara a Judith, los estereotipos de género y las suposiciones anticuadas sobre las mujeres como pacíficas e inocentes impiden que sean consideradas culpables.
Es importante, puesto que si las mujeres son tratadas como menos aptas en un aspecto (incluso en uno que implica horribles atrocidades) también puede extrapolarse a otros contextos.
Las criminales de guerra acaban libres
Los tribunales internacionales, los juicios militares y los sistemas nacionales de justicia penal suelen ignorar o restar importancia a los actos de violencia perpetrados por mujeres.
Por ejemplo, en los Juicios de Núremberg, el conjunto de procesos juridiscionales militares mediante los que se juzgaron los crímenes de guerra nazis, muchas nazis escaparon de los juicios y de los castigos por su colaboración en el Holocausto porque los fiscales se centraron en los líderes nazis de alto nivel, eximiendo a las personas que desempeñaron papeles comúnmente ejercidos por mujeres, como el de secretarias.
Décadas más tarde, los tribunales internacionales de las Naciones Unidas que investigaron las atrocidades cometidas en Ruanda y en Yugoslavia durante la década de los 90 solamente llevaron, en cada caso, a una sola mujer ante la justicia.
Los tribunales internacionales pasaban por alto las acciones de las mujeres a pesar de su colaboración en los actos violentos porque rara vez se encontraban en posiciones de mando. No obstante, las mujeres ruandesas participaron en el asesinato de adultos y niños, revelaron los escondites a los escuadrones de la muerte y se negaron a alimentar a los refugiados. Algunas de las miles de mujeres que sirvieron en unidades militares por toda Yugoslavia participaron en la limpieza étnica cometiendo asesinatos extrajudiciales y actos de tortura.
Ese mismo doble rasero sigue vigente en pleno siglo XXI. La única mujer que ha sido acusada en los 20 años de historia de la Corte Penal Internacional es Simone Gbagbo, la ex primera dama de Costa de Marfil.
Gbagdo fue acusada en 2012 de cuatro cargos por crímenes contra la humanidad, violencia sexual y persecución por su papel en los actos violentos cuando su marido perdió las elecciones de 2011. En 2015, fue declarada culpable de atentar contra la seguridad del estado y condenada a 20 años de prisión por un tribunal de Costa de Marfil. Posteriormente, fue absuelta de los crímenes contra la humanidad y en 2018 recibió un indulto presidencial. Finalmente, nunca fue llevada ante la Corte Penal Internacional.
Estrategias para eludir la culpabilidad
Cuando las mujeres son llevadas ante los tribunales, algunas utilizan su género a modo de estrategia para asegurarse recibir un tratamiento favorable.
Algunas, por ejemplo, defienden que los hombres las obligaron. A pesar de su rango político, Biljana Plavšić, antigua copresidenta de la República Srpska, defendió durante su juicio que fue manipulada por hombres en posiciones de liderazgo similares.
Mujeres menos conocidas han utilizado argumentos similares.
Samantha Elhassani, una estadounidense condenada a 6 años y medio de prisión por ser cómplice del Estado Islámico, vio su pena reducida al argumentar que su marido, quien había muerto luchando por el grupo, la había engañado y abusado de ella.
De forma similar, la defensa de Lynndie England, sometida a un tribunal militar y condenada a tres años de prisión por el ejército de los Estados Unidos después de haber posado en las infames fotos de abusos en la prisión de Abu Ghraib en Irak, argumentó que solamente seguía las órdenes del manipulador de su novio.
Estudios también han demostrado que cuando las mujeres deciden declararse culpables o mostrar remordimiento es más probable que sus cargos y sentencias se vean reducidas, especialmente si su comportamiento contrasta con el de hombres acusados con actitud desafiante.
Por ejemplo, después de que Plavšić se declarara culpable de un cargo de persecución por motivos políticos, raciales o religiosos, la fiscalía retiró los ocho cargos restantes, entre los que se incluía el genocidio. En cambio, Radovan Karadžić, que ocupó el cargo de copresidente junto con Plavšić, se declaró inocente de todos los cargos que se le imputaban y recibió una sentencia de 40 años que fue aumentada a cadena perpetua en el recurso.
Cerrando la brecha
Los defensores de la reforma de la justicia penal sostienen que las sociedades de todo el mundo (y de los Estados Unidos en particular) se beneficiarían imponiendo condenas más leves y estableciendo códigos penales menos punitivos.
De esta forma, la justicia no impondría sentencias más duras para las mujeres, sino menos disparidad en el tratamiento hacia hombres y mujeres.
El hecho de que las mujeres puedan utilizar el doble rasero de opresoras y oprimidas es una realidad que aún no se comprende del todo. Sin embargo, hace 400 años, Artemisia describía hábilmente a las mujeres como víctimas y victimarias. Convencida de sus propias habilidades, una vez le dijo a uno de sus patrones: "Te enseñaré lo que puede hacer una mujer".
Siglos más tarde, sus palabras siguen siendo igual de resonantes. Aunque Artemisia era popular en sus tiempos, los historiadores de arte tendían a pasar por alto sus contribuciones al canon. Pero ya no es así. Este invierno la National Gallery de Londres finalmente ha dedicado una exposición a gran escala a esta maestra del Barroco.
Sus obras reflejan la voluntad femenina como un arma de doble filo: las mujeres no sólo son capaces de grandes hazañas, sino también de grandes perversiones.
Fotos: Wikipedia, AP Photo, Gtres.
Autoras: Jessica Trisko Darden, profesora adjunta por la Escuela de Servicio Internacional de la Universidad Americana; Izabela Steflja, profesora becada de ciencias políticas por la Universidad de Tulane.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.