Pedro Sánchez Castejón se ha convertido hoy en el séptimo presidente del gobierno desde la caída de la dictadura y la transición democrática. Lo ha hecho de forma histórica, dado que jamás una moción de censura había prosperado en el Congreso de los Diputados. Su particular camino desde el ostracismo absoluto dentro de su partido hasta la cima del sistema político español ha sido extraño, plagado de accidentes, aciertos, fracasos, triunfos y una extraña coalición.
La explicación del alzamiento de Sánchez no se encuentra tanto en su propia figura y su propio grupo parlamentario como en la pléyade de partidos que han decidido expulsar a Mariano Rajoy, acorralado por los casos de corrupción, de la Moncloa. Una variopinta amalgama de formaciones de izquierdas, nacionalistas e independentistas cuya confianza en Sánchez llega hasta donde termina su desdén y recelo hacia el Partido Popular. Es una alianza circunstancial.
Y como tal repleta de problemas. La sesión de debate de ayer mostró las numerosas torturas parlamentarias a las que Sánchez y su equipo de gobierno habrá de enfrentarse en esta incierta legislatura. Bildu, ERC y el PdeCAT mostraron su hostil oposición al apoyo del PSOE al artículo 155 de la Constitución y a su firme compromiso con la estabilidad constitucional. Podemos optó por un discurso duro y crítico en extremo hacia Sánchez, ilustrando su necesidad de marcar territorio.
Y el PNV es pura eventualidad. Sus designios políticos le han llevado en menos de dos semanas a aprobar los presupuestos de Mariano Rajoy y a apoyar la investidura de Pedro Sánchez. Lo dijo Aitor Esteban desde la tribuna de oradores: "El PNV es un partido vasco". Y a los electores vascos debe sus intereses. No tiene intención de gobernar España. Su lealtad pivota no en torno a la prosperidad de los ejecutivos que apoya, sino a los réditos que obtenga de ellos.
De ahí que se antoje un año tortuoso y complejo para el PSOE. Eso sí, desde el gobierno. Que todo lo suaviza. Uno a uno, esto es lo que le exigirán los partidos que le han aupado hasta ahí (dado lo extenso de sus programas, el análisis se resumirá al ámbito territorial y social).
Podemos: ánimo plurinacional
Pese al explícito apoyo de casi todos los partidos independentistas, sólo el líder de un partido nacional hizo referencia alguna al "derecho de decidir" de los pueblos: fue Pablo Iglesias. Su discurso durante el debate fue una advertencia a Pedro Sánchez, y se orientó al asunto territorial. Quien no lo conoce y domina, le advirtió, está condenado al fracaso. Podemos presionará para avanzar en la senda del diálogo con los partidos que han roto el orden constitucional.
Iglesias reclamó a Sánchez un proyecto de nación "donde quepan una nación catalana y una nación vasca". Es un punto relevante: Podemos ha intentado desde su práctica fundación aunar bajo su idea de "España" a las diversas naciones (ha hecho mucho hincapié en el carácter "plurinacional" del país) que la componen, desde un punto de vista dialogante y comprensivo. De ahí sus críticas tanto a la aplicación del artículo 155 como a la deriva unilateral del independentismo.
Ayer Iglesias remarcó esta idea, buscando atraer a parte del nacionalismo con otro concepto de España: "El progresismo en España no solo lo representa el PSOE. Hay una nueva España que no cree en reyes. Dialoguemos juntos para construir una España en la que quepa una nación que se llama Euskadi y una nación que se llamada Cataluña. Trabajemos juntos por una República fraterna y plurinacional". Era un mensaje dirigido a sus graneros electorales periféricos.
Esta visión es tremendamente conflictiva dentro del PSOE, porque plantea desanclar la "identidad nacional española" al modelo de estado. Surgirán fricciones sistemáticas.
PdeCAT: un cambio de timón
El PdeCAT es una de las exiguas esperanzas de Sánchez para solucionar el conflicto catalán. Tradicionalmente un partido conservador, su giro definitivo hacia el independentismo ha tenido un carácter agridulce, tanto por la pérdida de la preeminencia electoral dentro del catalanismo como por las consecuencias que sus líderes (Mas y Puigdemont) han afrontado a causa del procés. Ayer Carles Campuzano mostró su tibia esperanza en que el PSOE cambiara la dinámica.
Su discurso condujo a Sánchez hacia un leve compromiso: demostrar que lo que ha sucedido hasta ahora no es una cuestión estructural, de estado, sino circunscrita a la gestión realizada por Mariano Rajoy: "Tenemos que escuchar si cree que los déficits brutales de la democracia española existen (...) Mariano Rajoy es el principal responsable de la crisis de Estado con Catalunya, de la regresión de las querellas penales, de las cárceles injustas, de las acusaciones contra el president".
Es decir, el PdeCAT, cuyo camino hacia el Estado propio es ya irrevocable, aspira a obtener señales por parte de Sánchez. Señales que indiquen que existe una posibilidad dialogada al conflicto. Sea del tipo que sea: "Necesitamos escuchar que delante de un problema político es necesaria la política y seguro que no se necesita la represión, querellas penales, cárceles, intervención del autogobierno, etcétera". Es una trampa retórica para Sánchez: el cambio político sí está en su mano, el judicial no.
A priori causará infinitos quebraderos de cabeza al nuevo gobierno, pero también puede ser una buena aproximación para enfriar el procés: pese a que el objetivo político a largo plazo del PdeCAT es el referéndum, y negociará desde ahí hacia adelante, Sánchez puede primero restablecer puentes institucionales, acabar con la aplicación del artículo 155 de la constitución y quizá profundizar en un diálogo que permita llega ra improbables puntos de acuerdo.
ERC: sólo independencia
En otras circunstancias, ERC podría ser un aliado natural al PSOE. Durante los años posteriores al pujolismo, la formación republicana entró en varios gobiernos de coalición de la mano de Pasqual Maragall y José Montilla. Una década después, los puntos de acuerdo con los socialistas son nulos. Con probabilidad, ERC colocará una línea roja sobre los "presos políticos", de los que solicita su liberación (Junqueras lleva desde diciembre en la cárcel), y sobre el fin del 155.
Ayer Tardà refrendó su posición beligerante para con el Estado central, lo controle quien lo controle. Nuestro voto no es de apoyo al PSOE, sino de rechazo al PP y a su corrupción", explicó, en un evidente recuerdo del artículo 155 de la CE, cuya aplicación el PSOE apoyó sin fisuras. Su ponencia fue lacrimógena y cargada de referencias históricas, y se limitó a recrodar el "sufrimiento" del pueblo catalán y las diversas formas de represión ejecutadas por el gobierno central.
Sánchez podría apelar al federalismo y a un proyecto similar al defendido por Podemos. Es improbable que esa oferta convenza a ERC tras seis años de procés. Las palabras de Tardà refrendaron la desconexión total del partido con el Estado central; una ruptura fraguada no sólo durante los últimos años, sino también latente en la propia idiosincrasia histórica de Esquerra, una formación encaminado hacia la independencia de Cataluña desde su nacimiento.
Es improbable que el gobierno socialista logre asentar las bases de un diálogo fructífero con ERC. La intervención de Tardà manifestó tanto lo instrumental de su voto, con el único propósito de desalojar a Rajoy de la Moncloa, como el extraordinario recelo que una parte del independentismo mantiene hacia las instituciones del Estado, PSOE incluido. Es probable que surjan fricciones con velocidad, y la negativa socialista a negociar un "derecho de autodeterminación" cierra puertas de antemano.
PNV: siempre presupuestos
En lo territorial, el socio menos difícil para Pedro Sánchez es el PNV. El partido controla varias Juntas Generales (los órganos de gobierno de las provincias históricas vascas) junto al PSE, y la sintonía política entre ambas formaciones es buena. Desde el fracaso de Ibarretxe en el Congreso de los Diputados el PNV ha optado por un perfil bajo y discreto en la cuestión territorial. El modelo le favorece: la negociación del cupo tiende a saldarse con una victoria sistemática del PNV.
Sin embargo, el PNV tiene diversas almas en su interior, y una de ellas es nítidamente independentista (más allá de lo instrumental). El nuevo proyecto de estatuto de gobierno planteado tanto por la formación conservadora como por EH Bildu se antoja como una pesadilla, otra más, para el gobierno central: diferencia entre "ciudadanos y nacionalizados" (partiendo de la constitución de la "nación vasca") y aboga por una suerte de doble identidad administrativa.
De momento, el partido ha optado por la moción de Sánchez porque el PSOE ha asegurado la preservación de los presupuestos. Pese a ello, Esteban hizo una velada referencia a la cuestión en su discurso, orientado, antes que nada, a criticar la carencia de acuerdos entre los partidos nacionales: "Su posición sobre las naciones vasca y catalana es importante. El camino es dialogar, reconocer que existe un problema nacional en algunos lugares de este Estado".
Traducido: estamos vigilantes. Pero a la hora de la verdad, el PNV no tiene problemas de pasar por encima de sus advertencias sobre el 155 si los presupuestos le benefician.
EH Bildu: el procés de Euskadi
El hermano pequeño del nacionalismo vasco es también el más vocal en su independencia y, en palabras de su portavoz parlamentaria, en su oposición al "régimen del 78". EH Bildu es la más radical de cuantas fuerzas nacionalistas acuden al Congreso de los Diputados, y su horizonte cercano, mediano y remoto para Euskal Herria sólo pasa por la independencia. No es simpático a ninguna fuerza nacional, ni siquiera a Podemos, y difícilmente llegará a acuerdos con Sánchez.
"Un gobierno de Sánchez no es más que continuidad y régimen del 78", explicó ayer Marian Beitialarrangoitia, "Es del mismo régimen que el PP", por lo que "gobierne Rajoy o Sánchez, no hay una alternativa democratizadora". El nítido programa de Bildu hace imposible los puntos de acuerdo entre el gobierno y la formación, y Beitialarrangoitia lo dejó claro desde el primer segundo. Su postura es similar a la de ERC, aunque más clara y más radical desde su base.
A corto plazo, es el menor problema de Pedro Sánchez. Su moción de censura podría haberse saldado con éxito sin sus dos exiguos diputados, y la escasa premura de la situación política vasca hace que Bildu tenga escasas herramientas de presión para obtener éxitos políticos del gobierno socialista. Cuestión distinta, como ya hemos visto, es el ritmo político dentro del País Vasco: Bildu siempre presionará para revisar el estatuto, obtener más cuotas de gobierno y allanar el camino hacia la independencia.
Nueva Canarias: el socio fiable
Muy al fondo, las Islas Canarias. La comunidad autónoma cuenta con dos partidos nacionalistas en el Congreso de los Diputados, Nueva Canarias, representado únicamente por Pedro Quevedo, y Coalición Canarias, representado por Ana Oramas. Ambos son moderados y leales al modelo de estado actual, tanto que Nueva Canarias ha acudido de forma frecuente a las elecciones generales en alianza con el Partido Socialista. Es el socio fiable dentro de su extraña coalición.
El discurso de Quevedo ayer lo refrendó (e incluso la repentina abstención de Oramas, convencida por los argumentos de Sánchez desde la tribuna de oradores). El nacionalismo político canario llega hasta donde lo marca la constitución, como otros ejemplos autonómicos, y sus reivindicaciones, si bien muy orientadas a su ámbito regional (mejora de la financiación canaria, problemas específicos de infraestructuras y servicios) son negociables y asumibles por el PSOE.
Compromís: el valencianismo tranquilo
Similar papel juega Compromís. El partido valencianista gobierna en coalición con el PSOE y Podemos tanto en la Generalitat Valenciana como en el Ayuntamiento de Valencia. La sintonía entre los tres partidos es muy buena, como ilustró el discurso de Joan Baldoví ayer. Su radio de acción no desborda al estatuto de autonomía y no es particularmente simpático a la deriva reciente de los partidos catalanes. La independencia se antoja una reclamación muy remota.
Eso sí, Pedro Sánchez encontrará en Compromís una cuestión que, de rebote, representa la piedra angular del sistema autonómico: la financiación. La Comunidad Valenciana es la peor financiada de cuantas se adscriben al régimen común, y la reivindicación principal e innegociable de Compromís es su renegociación. Por ahí Sánchez deberá hacer equilibrios: cualquier cambio en el modelo implica el potencial descontento de presidentes autonómicos dentro de su propio partido.
Los diputados de Compromís, además, sí pueden tener un papel de relevancia decidiendo el destino de numerosas iniciativas parlamentarias de la extraña coalición: son cuatro, tan sólo uno menos que los del instrumental PNV. En materia de ordenación territorial, es probable que Compromís se sienta cómodo negociando una España federal y plurinacional. Su reivindicación al "derecho a decidir" es taimada, lo que permitiría a Sánchez ganar un aliado en ese frente.
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