La relación del ser humano con el plástico es complicada. Su volumen de consumo ha excedido todo umbral razonable, y su evidente impacto medioambiental, en forma de millones de residuos desperdigados por el océano, lo ha convertido en una prioridad medioambiental. Pero a menudo, cuando hablamos del problema del plástico, lo hacemos en términos un tanto abstractos. El plástico está ahí, parece caer del cielo, parece producirse de forma orgánica a nuestra existencia como civilización. La realidad es que no todos los países tienen la misma responsabilidad ni en el consumo... Ni en la producción de tan discutido material.
Para comprenderlo mejor es útil acudir a este mapa elaborado por How Much, la web dedicada a explorar las magnitudes de la economía mundial a través de sencillos gráficos. Para el caso que nos ocupa, han acudido a los datos del International Trade Centre para determinar qué países están llenando el planeta de plástico. Los resultados son sorprendentes, pero no demasiado: tres de las principales industrias manufactureras del planeta, China, Alemania y Estados Unidos, caminan a la cabeza de la producción internacional. Son las principales responsables.
Entre los tres suman en torno al 45% de las exportaciones mundiales de plástico, incluyendo aquí todos los objetos que de un modo u otro están fabricados con el material. Como cabría esperar viniendo de la auténtica factoría universal, China lidera el grupo con un volumen de mercado superior a los $19.000 millones de euros anuales. Su exportación de plástico representa un cuarto del sector global, un porcentaje que se ha ido reduciendo durante los últimos años. En 2016 dos tercios del plástico exportado a todo el mundo salía de las fábricas chinas.
Lo cierto es que la macroeconomía del plástico es más interesante de lo que aparenta. Más allá de la dependencia que la humanidad se ha generado con sus derivados, nuestro problema rota en torno al reciclaje. Sólo somos capaces de reciclar el 10% de todo el plástico mundial que producimos, y a menudo lo hacemos externalizando el proceso a terceros países. El ejemplo de Europa es paradigmático: se había acostumbrado a derivar su plástico al Sudeste asiático, ante la falta de infraestructuras locales necesarias para reciclarlo. China, harta de lidiar con el plástico propio y ajeno, y Malasia han paralizado durante los últimos años sus importaciones.
El escenario a largo plazo es de autogestión, como bien saben Australia y Canadá. Y pese a que numerosas industrias estén desligándose del plástico (como los supermercados y sus bolsas y las cadenas de comida rápida y las pajitas), lo cierto es que fabricarlo y venderlo sigue siendo un negocio muy rentable que en 2018 reportó ingresos de $10.000 millones a Alemania (segunda en el ránking), $7.000 millones a Estados Unidos, $3.000 millones a Italia y otros $3.000 millones a Francia. La cruda realidad del plástico es su valor, nuestro consumo, y queda reflejada en este mapa.
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