Pedro Sánchez afronta hoy la sesión de investidura más ajustada de la historia de la democracia. Si todo sale según lo previsto, tan sólo dos votos separarán su éxito de su fracaso. Circunstancia inédita que ha disparado toda suerte de especulaciones sobre una posible traición desde las filas socialistas, un "Tamayazo" que detraiga al candidato de un puñado de votos cruciales y haga fracasar la investidura.
¿Qué sucedería entonces desde un plano legal?
Nada. A priori, nada. La Constitución es tajante al respecto en su artículo 67.2: "Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados al mandato imperativo". Es decir, la disciplina de voto es una decisión partidista sin vínculo legal. Remarca estas ideas en su artículo 71.1 ("los diputados gozarán de inviolabilidad por las opiniones manifestadas en sus funciones") y en el 79.3 (el voto "es personal e indelegable").
El Tribunal Constitucional también ha sido consistente al respecto. El voto es del diputado. La disciplina, del partido.
Multas. Lo que no significa que las formaciones no dispongan de mecanismos correctores. El más evidente es el prestigio interno: posicionarse en contra de la dirección del partido sacrifica expectativas políticas futuras. El más directo es la multa: PSOE, PP y Ciudadanos contemplan sanciones de hasta 900€ si un diputado vota en contra de lo fijado por su grupo parlamentario.
En el caso socialista está fijado en su reglamento parlamentario: "En todos los casos, los miembros del Grupo Parlamentario Federal del PSOE están sujetos a la unidad de actuación y disciplina de voto".
Precedentes. Es algo que ya ha sucedido. En 2016, el propio Pedro Sánchez se saltó la disciplina de partido negando su voto en la investidura de Mariano Rajoy. Otros quince diputados socialistas le siguieron, algunos de ellos, como Meritxell Batet, felizmente recompensados después por ello. Aquel año un grupo de diputados socialistas catalanes y otro de aragoneses, ambos por motivos distintos, también rompieron la disciplina.
Todos fueron multados con 600€. Algunos recurrieron la sanción al Constitucional.
Ecos de Tamayo. Las disidencias previas sólo tuvieron un carácter simbólico, y no consecuencias prácticas. No se puede decir lo mismo del célebre "Tamayazo", cuyos ecos se repiten hoy. Tras las elecciones a la Asamblea de Madrid en 2003, dos diputados socialistas, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, se abstuvieron en segunda ronda e impidieron la investidura del también socialista Rafael Simancas.
Fue una sorpresa y provocó la repetición electoral, saldada con la victoria de Esperanza Aguirre. Los rumores sobre una supuesta "compra" de los diputados para su abstención, nunca demostrada, nunca han cesado.
Opiniones. ¿Para qué existe la disciplina de voto? Es un debate antiguo. Unidas Podemos, partido de nuevo cuño, no la contempla en sus estatutos. Figuras como Alberto Garzón opinaban lo siguiente en 2013: "Anula el debate político y el diputado se convierte en un mero títere". Para otros es garantía de estabilidad, y tiene sentido en el modelo parlamentario español, al ajustar cuentas con la posición clara de un partido.
El debate es amplio, y otros analistas juzgan su imposición una forma de anular matices y conflictos políticos existentes tanto en la cámara como en la sociedad española.
Oramas. ¿Qué sucederá hoy? Nada apunta a una rebelión en las filas socialistas. La única disciplina de voto a romper será la de Coalición Canarias. El domingo, en la primera votación, Ana Oramas pasó por encima de la decisión de su partido y votó en contra de la investidura de Pedro Sánchez. Fue una insurrección motivada por desacuerdos ideológicos. Su partido ha anunciado "medidas disciplinarias".
Imagen: Victor J Blanco/GTRES