No es que el oro negro norteamericano no lo quieran los inversores ni regalado, es que se ha llegado a vender a precios negativos: el precio de barril de referencia para ellos estadounidenses, el West Texas Intermediate (WTI), estuvo ayer a -37,63$, la mayor caída de toda su historia desde que hay registros. El mercado de Chicago autorizó esas ventas en negativo, lo que ayudó a fomentar la sensación de pánico temporal.
No tan rápido. Aunque el titular nos haga imaginar un mundo en el que el petróleo no vale nada, la letra pequeña ofrece un paisaje distinto. ¿A qué se debe la caída de ayer y por que no ocurrió, pongamos, el martes pasado? Porque hoy vencían los contratos de futuros a corto plazo, de mes a mes. Estos contratos son tanto una herramienta para que los vendedores se protejan de las grandes fluctuaciones de precios como un medio de especulación.
Si para hoy no renovabas tu contrato, tú, como inversor, te ibas a "comer" esos barriles, y a ver dónde los almacenas: según la Agencia Internacional de Energía los espacios de almacenamiento globales están ya a un 85% de capacidad, y de ahí la necesidad de vender aunque sea a pérdidas.
Caída en abril, tranquilidad en junio. Los futuros a junio no están en precios negativos, están a 22 dólares el barril de WTI. La tendencia, eso sí, es bajista: en la jornada de ayer los futuros de junio también se dejaron un 10%. Pese a todo, los inversores esperan que para el 20 de mayo, la próxima jornada equivalente a la de ayer y en la que se ejecutarán los futuros de ese mes, el mundo pueda ver cómo la industria y el transporte en tierra y aire recupera la normalidad echada a perder por el confinamiento, que ha provocado caídas en el consumo de petróleo del 40%, lo que devolvía a la cantidad de litros diarios consumidos a cifras de los años '70.
Las previsiones. Esos 22$ por barril dan cuenta de la dimensión del problema. En 2011, el pico de la serie histórica, se llegaron a vender a 118$ y en 2015 su precio rondaba los 50$. Las previsiones para este ejercicio de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) se consideran funestas, el peor año de su historia que puede llevar a cierres. Según un analista de IG, si el barril sigue por debajo de los 50$ (ahora a la mitad) se podrán hundir petroleras e industrias del fracking, que en michos casos venían de estar ya sobre endeudadas.
Nada de esto hubiese pasado sin sobredimensionar a la industria. ¿Por qué cae así el WTI y no el Brent europeo? Porque con la lucha de Estados Unidos por ser el principal productor de crudo del mundo les garantizó colocarse en la primera posición hace una década, alentando muy especialmente el fracking y siendo ahora un mayor exportador que Rusia o Arabia Saudí.
Estas empresas se endeudaron, la demanda no creció a lo largo de los años al ritmo que habían previsto y la sobreproducción creó un exceso de oferta, lo que también llevó a la guerra de precios y en última instancia a que se fueran copando los centros de almacenamiento.
La recesión histórica: En lo que llevamos de año el sector del crudo estadounidense se ha dejado un 45% de su valor, pero es que la situación ya era mala. Si comparamos la acciones de Exxon entre julio de 2014 y ahora, han pasado de 107$ a 42$, una situación parecida a la que viven Royal Dutch Shell y Occidental Petroleum.
Go green. China y Europa apostando por el coche eléctrico y las renovables, baneando el uso de plásticos, el planeta tomándose más en serio el Acuerdo de París, las propias empresas de todo el mundo sumándose a compromisos medioambientales… Sólo por poner un ejemplo, a partir de marzo de 2020 un grupo de inversores con activos por valor de $12 billones (de los españoles, trillones de los anglosajones) de dólares habían declarado que se desprenderán de los combustibles fósiles.
El Centro para el Derecho Ambiental Internacional vaticina lo siguiente: a medida que más instituciones financieras se alejen de las industrias de carbono, la vulnerabilidad de los que sigan invirtiendo en ellas crecerá por la mayor exposición a que esas industrias restantes se enfrenten a posibles sanciones medioambientales y procesos legales por daños y perjuicios de la industria, lo que todo ello reduciría el margen de beneficios.
No salve el planeta, salve el petróleo. Antes de la crisis de 2020 se estima que el sector de los combustibles fósiles estadounidense estuviese recibiendo entre 20 y 30.000 millones de dólares en subvenciones directas e indirectas. Obama no facilitó lo suficiente la transición energética ni puso coto al crecimiento del fracking, y recientemente Trump derogó el Plan de Acción Climático de la anterior legislatura desincentivando cualquier tipo de apuesta por las renovables, aunque ello implicó la pérdida estimada de 13.500 empleos.
¿Usar el shock del coronavirus al petróleo como envite para desescalar este sector y dejar morir a algunas de las cientos de refinerías que podrían quebrar ahora o seguir invirtiendo en él pase lo que pase? EE.UU opta por el rescate: su Departamento de Energía ya está comprando miles de millones de toneladas de petróleo para sus ya casi copadas reservas estratégicas y algunos senadores republicanos presionan para que las compañías de combustibles fósiles, también las de carbón, sean elegibles para el fondo de recuperación de pequeñas empresas por Covid-19.
Se normalicen los precios a partir de junio o no, el futuro del crudo no parece ser el más prometedor.
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