Se acabó. Manuela Carmena no continuará al frente del Ayuntamiento de Madrid. Las elecciones municipales volaron por los aires la frágil coalición municipal que habilitó el gobierno de Ahora Madrid (y de Zaragoza en Común y de Barcelona en Común) en 2015. Con toda probabilidad, será turno de la coalición conservadora. Los concejales de PP, Ciudadanos y Vox si media acuerdo, serán suficientes para aupar a Martínez-Almeida a la alcaldía.
Y con él llegará el fin de la gran medida de Carmena en movilidad urbana. Madrid Central.
Prioridad. Era medida prioritaria para las tres formaciones de la derecha. Begoña Villacís había batallado de forma insistente contra la gran almendra central vedada al tráfico privado. Ortega Smith exigió su cancelación en su discurso post-electoral. Y el propio Almeida lo llevaba en su programa. Madrid Central representaba el gran conflicto centro-periferia de la capital, dos visiones ideológicas distintas. La de la ciudad del peatón vs. la ciudad del coche.
Es un símbolo en el que la derecha había decidido cavar una trinchera.
Problema. Deshacer políticas estructurales, el PP bien lo sabe, nunca es sencillo. Almeida encontrará numerosas resistencias para revertir Madrid Central. La primera, ya existe. La segunda, la Comisión Europea, la institución que gobierna la Unión Europea, torcerá el morro con probabilidad. España se libró de terminar frente al Tribunal de Justicia de la UE gracias a medidas anti-contaminación como Madrid Central.
¿Qué sucederá si vuelve?
Multas. Puede que sanciones económicas. El gobierno de Manuela Carmena cifraba en 500 millones de euros las multas esquivadas por el ayuntamiento gracias a Madrid Central. El comisario Karmenu Vella ha sido muy beligerante en este sentido, abriendo expedientes reguladores a Francia, Alemania, Hungría, Italia, Rumanía y Reino Unido por incumplir de forma sistemática los límites de contaminación (en especial en sus grandes ciudades, de gran tráfico).
Regulación. La contaminación es una de las principales preocupaciones del comisario por su impacto directo en la salud, y su reducción tiene un papel central en la Agenda Urbana de la UE. La Comisión exige monitorizar los niveles de NO2 o CO2 a todos los estados miembros desde 2008. España había incumplidos su límites desde 2010. Estuvo en el punto de mira de Vella y habría terminado denunciada, al igual que Alemania o Francia, de no mediar medidas drásticas.
Medidas. En mayo, Vella, incapaz de hacerse con el grueso de países díscolos, los denunció. España no estaba entre ellos. Los dos escollos originales, Madrid y Barcelona, eternamente contaminadas, habían anunciado políticas que, implantadas "correctamente", cumplirían con la regulación. Una de ellas (la más importante en la capital) era Madrid Central, que reduciría el tráfico en el centro de la ciudad.
Bruselas lleva un lustro acotando las emisiones de los vehículos y promoviendo ciudades más verdes. A las buenas o a las malas. Si Madrid Central se cancela y Madrid vuelve al furgón de cola europeo en materia de contaminación, Almeida y España tendrán que lidiar con la obstinación de la Comisión.
Imagen: Víctor J Blanco
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