Hoy ha salido una noticia que a primera vista no debería ser nada especial pero sí lo es. Hace menos de un mes tenido lugar el primer vuelo comercial pilotado enteramente por un grupo de mujeres de Brunéi. La Capitán Sharifah Czarena Surainy, Primera Oficial Junior Nadiah Pg Khashiem y Primera Oficial Senior Sariana Nordin han comandado el vuelo BI081 con destino a Yeda, ciudad de Arabia Saudí, el pasado 23 de febrero.
"Como mujer, como una mujer de Brunéi, este ha sido un gran logro. Espero que con esto le demuestre a las nuevas generaciones, especialmente a las chicas, que pueden lograr hacer lo que se propongan", ha declarado Czarena, quien después ha loado la postura de la Royal Brunei Airlines por contratar a más mujeres en esta industria. Compromiso con las mujeres que va más allá, pues también ofrece un pionero programa educativo de ingeniería que será igual para ambos géneros.
Paradójicamente, después de que estas mujeres pisaran tierra y soltaran los mandos del avión, tuvieron que enfrentarse a la realidad del país en el que habían aterrizado. Al subirse al coche para salir del aeropuerto no podrían conducir ellas mismas, y deberían dejar que fuese otro hombre quien las trasladase a cualquier destino.
Las preguntas parecen claras: ¿qué cosas pueden y qué no la mitad de la población saudí a día de hoy en el que está considerado como el país más conservador y misógino de todo Oriente Próximo?
¿Pueden conducir un coche?
Conducir un coche. ¿Qué tontería, no? Pues es un derecho que no poseen del todo. Aunque no hay una ley que prohíba implícitamente a las mujeres conducir, los clérigos ya han declarado en varias ocasiones que las mujeres que conducen “socavan los valores sociales” con sus actos. Un término medio es el que defendía el periodista Talal Alharbi en Arab News, al anunciar que las mujeres deberían poder hacer algunas cosas con el coche, como llevar a los niños al colegio o llevar a algún miembro de la familia al hospital si fuese necesario. “Las mujeres deberían aprender a aceptar las cosas sencillas. Sería la actitud más inteligente. Ser más obstinadas no las va a ayudar”.
Hay mujeres que se han organizado recientemente contra estas restricciones, subiendo fotos suyas en las redes sociales llevando vehículos de todo tipo, pero no tuvieron demasiado éxito. Nunca está de más recordar que esta norma perjudica en especial a los más pobres. Si en una pareja ambos tienen que ir a trabajar, para que ella pueda ir a su puesto hay que pagar en muchos casos a un conductor para poder hacerlo.
Vale, ¿y montar en bici?
Claro, incluso motos. Pero sólo en los parques y otras zonas zonas recreativas y, he aquí el truco, en tándems, acompañados por una figura masculina.
¿Pero pueden tomar decisiones?
Esta es la norma de oro: la mujer sigue siendo como una menor de edad. Toda la vida de las mujeres en reino wahabí depende de lo que decida su guardián, normalmente su padre, marido o hermano, que es quien decide expedir o no permisos sobre si pueden estudiar, aceptar un trabajo o incluso operarse de urgencia. Sin una firma cotejada, no podrán llevar a cabo ninguna de estas medidas.
Según Aziza Yousef, incansable luchadora por los derechos de la mujer en este país, se debe a la mala lectura del Islam por parte de los dirigentes. Como comentaba en una entrevista a El Mundo, “si un hombre quiere que su protegida no trabaje, puede presentarse en el centro de ocupación y exigir que la liberen del contrato. O más allá, si una fémina comete un crimen y al terminar su sentencia su guardián legal no se presenta a recogerla, ésta es inmediatamente conducida a un centro de detención semejante a la misma cárcel. Como ves, se trata de un círculo vicioso y de pertenencia”. Yousef no se olvidó después de puntualizar que son también muchas mujeres dentro de su cultura las que defienden estas ideas.
¿Salir a la calle y usar el espacio público?
También sólo si van acompañadas de un hombre, un guardián al que llaman mehram, que suele ser alguien de la familia y que las lleva a cualquier zona que necesite salvo, por supuesto, a las zonas segregadas por géneros. En Arabia Saudita hay parques, playas y transportes públicos exclusivos para hombres y mujeres, e incluso entradas diferentes para la mayoría de edificios públicos, bien sean oficinas, bancos y universidades. Borran su presencia de la vida pública porque, como le comentó a El País Almudena Álvarez, una española trabajando allí, “en su mentalidad las mujeres no existimos”.
Eso sí, para lo demás, las mujeres deben contar con el mencionado acompañante masculino, bien sea para hacer la compra semanal de comida o tener que ir a un recado urgente. Y más vale que lo recuerden. Un caso extremo, pero real, es el que le ocurrió, según el Washington Post, a una adolescente que fue violada por un grupo de hombres. Como cuando ocurrió el abuso ella no iba con su mehram, debía ser castigada. Recibió incluso más latigazos como pena que uno de sus propios violadores.
Ah, y por supuesto, nada de hacer deporte así alegremente, e incluso si lo haces cumpliendo las normas de la shariah (acompañante masculino a todas partes, el pelo bien cubierto), todavía te expones a que los clérigos te tilden de prostituta.
¿Pueden votar?
Sí, desde hace menos de un año. ¡Hurra!
¿Y estudiar o trabajar?
Sí, pero, como hemos visto, no sin el permiso de sus guardianes (curiosamente, si se divorcian su hijo se convierte en sus custodios) y tampoco todas las carreras. Aunque el ingreso universitario es superior entre mujeres, estas no pueden acceder a todas las carreras u ocupaciones, como es el caso de las ingenierías. Así ocurre que, para edificar edificios para las mujeres deben contratar a profesionales extranjeras. Otra paradoja: si la clase la imparte un hombre y la lección la están tomando mujeres, la clase deberá darse por videoconferencia. El total de trabajadoras se cuenta en un 13% de la población, cifra que es limitada no por el desinterés de las mujeres saudíes. El 78% de las mujeres que se gradúan en la universidad después no logran conseguir un trabajose incorporan al tejido laboral.
¿Y el código de vestimenta?
Estricto. Aunque en muchas regiones del Islam el rostro de una mujer no está considerado awrah (las partes pudorosas del cuerpo de una persona, como lo son para nosotros las zonas genitales), en Arabia Saudí todo el cuerpo menos las manos y los ojos son awrah. La mayoría de mujeres deben vestir el hijab (el velo que cubre parte del pecho y la cabeza) junto con el abaya (ese sayón, frecuentemente negro) o directamente el nicab (el velo que cubre el rostro y que nosotros conocemos erróneamente como burka). Aunque no están obligadas a cubrirse el rostro es mejor si lo hacen.
Estas normas en la indumentaria se han extendido recientemente también al espacio televisivo, donde ahora las mujeres deben vestir ropas “modestas” y, según normas del Consejo de la Shura, “encubrir su belleza”.
¿Pueden ponerse guapas?
De ninguna manera. Lo primero, por el código de la vestimenta ya expuesto, pero es que además, según los mandatos del Consejo de la Shura, si son demasiado guapas o se maquillan pueden exponerse al acoso de las los representantes de la ley o de otros hombres, lo que en tal caso puede ser un gran riesgo: allí, judicialmente, lo que diga un hombre vale literalmente por dos con respecto al testimonio de una mujer.
¿Y tener vida propia?
Por supuesto. En la esfera privada, como era de esperar, encuentran el mayor espacio para desarrollarse. Por ejemplo, una de las actividades que más disfrutan son las fiestas de mujeres. También las compras, pues son grandes consumidoras, especialmente de productos de lujo. Y otra muy importante, el uso de Internet. Es en las redes sociales donde las mujeres saudíes han encontrado un mayor espacio para su libertad, llegando al punto de poder montar negocios online porque para ello no hace falta recurrir a la autorización de sus guardianes.
¿Y están ellas conformes con todo esto?
Es otro de los grandes problemas de las perspectivas culturales, que tendemos a pensar que nuestra visión del mundo es la medida por la que todos deberían reflejarse cuando no tiene por qué ser así. Como te puedes imaginar, diferentes organizaciones han protestado contra esta discriminación, y Philip Luther, de Amnistía Internacional, ha llegado a declarar que “en Arabia Saudí tiene que desmantelarse el sistema entero de subordinación de las mujeres a los hombres”. Pero como explicó Noura Abdulrahman, una empleada del Ministerio de Educación en una entrevista a The New York Times, esto que vemos como restricciones podrían ser cosas que parte de la población femenina ve como su derecho.
“En nuestra cultura, las mujeres logramos nuestra integridad gracias a una vida segregada de los hombres. Como mujer saudita demando tener un guardián. Mi trabajo me obliga a viajar a diferentes partes de Arabia Saudí, y durante esos viajes llevo conmigo siempre a mi marido o a mi hermano. No piden nada a cambio, sólo quieren estar conmigo. La imagen que se tiene desde occidente es que los hombres nos dominan, pero se olvidan de mencionar el aspecto del amor. La gente que no está familiarizada con la shariah suelen entenderlo mal. Si quieres estabilidad y seguridad en tu vida, si quieres un marido que de verdad cuide de ti, sólo lo vas a encontrar en el Islam”.
O como muchas mujeres feministas han expresado: el burka de occidente es la talla 38. Lo interesante, ahora, sería preguntarle a las pilotos cómo se sienten al respecto de esta idea.
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