Qué son y a quién benefician el voto en blanco, el voto nulo y la abstención

Es posible que no te hayas percatado, pero el próximo domingo estás llamado a las urnas. España celebra sus duodécimas elecciones generales desde el fin de la dictadura, y, como es habitual, miles y miles de votantes aún no tienen decidido su voto. En caso de que te encuentres entre la siempre amplia horquilla de electores que de ningún modo desea votar a ninguna de las fuerzas políticas que se presentan en su circunscripción, tienes varias opciones: votar en blanco, votar nulo o no votar. ¿Pero en qué consisten cada una de ellas? Su naturaleza y efectos suelen ser confusas. Aquí los explicamos.

El voto en blanco: un voto válido

Suele ser la cuestión sobre la que giran la mayor parte de las confusiones. ¿Qué es el voto en blanco? La introducción del sobre en la urna electoral sin papeleta. Significa que el elector desea ejercer su derecho a voto y a participar en el reparto de escaños, pero que no se encuentra representado por ninguna de las fuerzas políticas que tiene a su alcance. Al contrario que el voto nulo, sí tiene una consecuencia relevante: es un voto válido, de modo que entra en el recuento para estipular la barrera electoral.

¿Qué es la barrera electoral?

Un mínimo exigido a todos los partidos para entrar en el reparto de escaños en cada circunscripción. Su naturaleza es variable. En el caso de las elecciones generales, las que nos interesan hoy, se ubica en el 3% de los votos válidos. Cualquier partido que desee obtener representación parlamentaria en una circunscripción, debe obtener obligatoriamente más del 3% de los votos. A priori, su finalidad es favorecer la presencia de partidos con amplia representación, capaces de obtener mayorías estables, en el Congreso.

¿Votar en blanco perjudica a los pequeños?

Es común escuchar que "los votos en blanco van a los partidos grandes". Esto es falso. Como hemos visto, el voto en blanco sólo afecta a la barrera electoral: al ser un voto válido, aumenta el número de votos requeridos para fijarla. Sucedería lo mismo si ese mismo voto fuera a parar a un partido que obtuviera, por ejemplo, 20 votos en su circunscripción: aumentaría la barrera electoral, y perjudicaría a partidos cerca del 3% que podrían quedarse fuera del reparto de escaños.

¿Pero esto ha pasado alguna vez?

Alberto Garzón, candidato a la presidencia del gobierno de Izquierda Unida.

Sí, en 1993. El CDS no obtuvo escaño por Madrid al no superar la barrera electoral. Se trata de un caso excepcional y en en una circunscripción especial, Madrid, que elige a más de 30 diputados (el 3% de los votos es un escaño). Sólo entonces, un partido con tan poco porcentaje de votos entró en el reparto D'Hont. He aquí el quid de la cuestión: el tamaño de la circunscripción.

El 3%, relevante en provincias muy pobladas

A efectos prácticos, la barrera electoral sólo es determinante en provincias como Madrid o Barcelona, las más pobladas. Eligen a un amplio número de diputados, por lo que la proporcionalidad del reparto de escaños es más alta que en ningún otro lugar. Como consecuencia, partidos con pocos votos pueden aspirar a conseguir representación. Sin embargo, no es la tónica general. En la mayor parte de las provincias del país, un 3% es insuficiente para acceder a escaño alguno.

Por un motivo: cuantos menos diputados elige una provincia, más porcentaje de votos se requiere para obtener diputado. Ceuta elige un escaño, de modo que la lista más votada se lleva el 100% de los escaños. A menor escala, sucede algo parecido en lugares como Teruel, Zamora, o Segovia, pero también en Navarra, Cantabria o Zaragoza, donde ni siquiera superando el 6% se obtiene escaño. En circunscripciones pequeñas, el voto en blanco no deja fuera a nadie.

¿Y D'Hont pinta algo en esto?

La verdad, no. La Ley D'Hont sólo es un sistema para repartir escaños en función de los votos obtenidos, y a efectos prácticos, si bien beneficia ligeramente a los grandes partidos con el objetivo de fomentar grandes mayorías que aseguren la gobernabilidad, no desvirtúa demasiado la realidad electoral del país. El problema son las circunscripciones: al ser pequeñas, tiran muchos votos de partidos minoritarios por la borda. Como hemos visto, es por ello mismo por lo que la barrera electoral es allí no influye.

De modo que, si así lo has decidido, vota en blanco. Es improbable que perjudiques a alguien.

¿Me puedes poner un caso práctico?

Claro. Tomemos el ejemplo de Madrid y León.

En 2011, 4.468.699 madrileños estaban llamados a las urnas para elegir a 36 diputados. Descontando la abstención y los nulos, el total de votos válidos fue de 3.360.424. Como hemos visto, la barrera electoral es del 3%. Resultado = 100.812 sufragios mínimos para acceder al Congreso.

En el caso de Madrid, ningún partido se quedó fuera del reparto de escaños por la barrera. IU la superó (270.223), y Equo, el primer partido sin representación, se quedó lejos (64.828). Ahora bien, ¿qué hubiera pasado si Equo hubiera obtenido 100.810 votos? La Ley D'Hont le habría dado escaño, pero la barrera electoral se lo habría quitado. Aquí sí hubieran influido los votos en blanco de 2011, un total de 35.090. Si esas 35.090 personas hubieran votado nulo o no hubieran votado, los sufragios válidos habrían bajado a 3.325.334, dejando la barrera electoral en 99.760 votos, permitiendo a Equo ganar su escaño.

En una circunscripción como Madrid, no es un escenario remoto. ¿Pero en León?

En León, 410.642 votantes eligieron a 5 diputados. De todos ellos, sólo 290.924 emitieron votos válidos. Barrera electoral = 8.728 sufragios. Por debajo de esa cifra, no se entra en el Congreso.

En Madrid, el primer partido sin representación estaba por debajo de la barrera. En León no. Tanto Izquierda Unida como UPyD, tercer y cuarto partido en apoyos, la superaron sin problemas (más de 15.000 y más de 13.000 votos respectivamente). Si los 5.458 votos en blanco hubieran sido nulos, la barrera electoral se habría situado en 8.564, y tampoco hubiera tenido efecto práctico alguno. Mientras en Madrid se puede obtener un escaño con menos del 3% de los votos, en León se necesita más del 16%.

En la mayor parte de España, la barrera electoral está muy por debajo de la barrera real para ganar escaño, por lo que es irrelevante.

¿Qué diferencia hay con el voto nulo?

Una fundamental: el voto nulo no tiene validez. No se suma, no se tiene en cuenta en el proceso descrito antes. De modo que, al contrario que el blanco, ni aumenta ni disminuye la barrera electoral. No perjudica o beneficia a nadie. Son nulos todos aquellos votos que incluyan una papeleta electoral no oficial, que incluyan más de una papeleta, o aquellas en las que haya inscripciones de algún tipo. La introducción de otros objetos en el sobre también computa como voto nulo.

Suele interpretarse como un voto de protesta en contra del sistema. En 2011, el 1,29% de los españoles llamados a las urnas optaron por esta opción. Son pocos, pero computan como votos emitidos, aunque no sean válidos. Cuando un presidente toma una medida impopular sin consenso, suele justificarse en su porcentaje ("me han votado el 44% de los españoles"). Es falso, no cuenta la abstención. Pero si, hipotéticamente, todos los abstencionistas votaran nulo, rebajarían ese porcentaje de legitimidad.

¿Cómo afectan los nulos al caso práctico anterior?

En el reparto de escaños, de ningún modo. Están excluidos del proceso, de modo que por sí mismos no tienen ningún papel determinante. En provincias como Madrid o Barcelona, eso sí, es el voto de protesta tranquilo: no son capaces de subir o bajar la barrera electoral porque no se computan, de modo que no penalizan a las opciones que oscilan entre el 3% y el 2% de los votos a las que D'Hont sí otorga escaño.

En comparativa, los efectos del voto en blanco y del voto nulo. Si en esta horquilla de 3.000 votos algún partido se jugara el escaño, el voto nulo sería menos perjudicial.

Votos emitidos

Votos en blanco

Votos nulos

Barrera electoral (3%)

Caso A

1.000.000

100.000

0

30.000

Caso B

1.000.000

0

100.000

27.000

¿Y qué hay de la abstención?

Es la última de las tres opciones para todos aquellos electores indecisos que no quieren dar su voto a ninguna fuerza política. El procedimiento es simple: se trata de no ir a votar. En 2011, más de 9.000.000 de españoles se quedaron en casa el día de las elecciones generales (el Partido Popular, vencedor de los comicios, obtuvo más de 10.000.000 de votos, un millón más). De repetirse la cifra, será la (no) elección mayoritaria del electorado el próximo domingo. Obedece a diversos motivos: desinterés, descreimiento, o imposibilidad física de acudir al colegio electoral (por un viaje), entre otros muchos.

Al igual que el voto en blanco, se tiende a teorizar sobre sus beneficiarios y sus perjudicados. Su efecto es difícil de medir. En España se considera que una alta abstención es perjudicial para la izquierda. El electorado progresista tiende a ser más crítico con sus partidos, mientras que el votante conservador es más fiel. No siempre es así y depende del clima político del momento. En última instancia, la abstención perjudica al votante que la ejerce (sus preferencias son pasadas por alto) y beneficia al que no (los políticos electos escucharán antes sus prioridades que las de quienes no votan).

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