Mariano Rajoy se enfrentará el viernes a su segunda moción de censura en apenas un año. La propuesta original del Partido Socialista será finalmente debatida y votada al final de esta semana, plazo fulgurante escogido por Ana Pastor, presidenta del Congreso de los Diputados, en aras de dificultar la consecución de alianzas. Y a tenor del teatro mediático desplegado por todos los partidos durante los dos últimos días, la estrategia del PP parece estar funcionando.
A esta hora de la mañana Pedro Sánchez no tiene los apoyos suficientes para sustituir a Rajoy en la Presidencia del Gobierno. Los motivos son variados, pero lo que parecía originalmente como una moción capaz de atraer a fuerzas de lo más variopintas ha resultado, a día de hoy, en un relativo aislamiento político por parte del PSOE. Sólo Podemos se suma con entusiasmo a la propuesta (pese a los dardos de Pablo Iglesias). Los demás partidos ya han anunciado sus dudas.
¿Pero qué dice cada uno y qué posibilidades hay de que cambie de opinión de aquí al viernes? El equilibrio de fuerzas en el Congreso, el más dividido e inoperante de cuantos recuerda la democracia española, hace posible varias coaliciones capaces de corregir la actual mayoría parlamentaria. El PSOE aún tiene tiempo (y en ello está trabajando). Pero si la moción se votara ahora mismo, esta sería la posición más o menos pública de cada fuerza parlamentaria relevante.
Ciudadanos: elecciones o nada
Albert Rivera y sus portavoces han dejado claro que no aceptan cualquier otro resultado que no derive en elecciones inmediatas. Ciudadanos hipoteca el apoyo a la moción de Sánchez a la convocatoria inmediata del llamado a las urnas. Sin embargo, cualquier adelanto se topa con los rigores naturales del calendario: como pronto, los comicios podrían llevarse a agosto, un mes poco conveniente. Si hay elecciones tendrán que celebrarse en otoño, con total seguridad.
Por otro lado, Ciudadanos no tiene interés en entregar la iniciativa política al PSOE. La intención de Sánchez de permanecer algunos meses indefinidos en Moncloa, aplicando "políticas sociales", tampoco interesa a Rivera. El objetivo de Ciudadanos es mostrar robustez ante Rajoy pero limitar el radio de acción de Sánchez, por lo que probablemente vote en contra de la moción. A cambio, exigirá al gobierno popular la inmediata convocatoria electoral. No está claro que fructifique.
Unidos Podemos: sin condiciones
Podemos cuenta con poco margen de maniobra: tal y como ha sido planteada la moción por el PSOE, un todo o nada en contra de Rajoy, Iglesias debe apoyarla. Hace un año fue su argumento estrella, aunque no fructificó. De ahí que la formación haya anunciado su voto favorable a la moción de Sánchez. Iglesias ha aprovechado la oportunidad para recordar que un fracaso del político socialista sólo podría derivar en el fin de su "carrera política". Un eufemismo de "dimisión".
La moción ilustra el relativo aislamiento de Podemos en el Congreso. También su necesidad de ser instrumental en la caída del gobierno popular: se ha rumoreado que el grupo parlamentario de Unidos Podemos podría prestar a Ciudadanos los tres escaños necesarios para que la formación naranja presente su particular moción de censura (ya a la vuelta del verano). Hipotéticamente, Rivera la presentaría (sin candidato conocido) para convocar elecciones de forma inmediata.
PdeCAT: el dilema Rajoy
Los partidos nacionalistas, y muy especialmente los independentistas, se enfrentan a otro dilema. Lo ejemplifica como ningún otro el PdeCAT, la formación anteriormente conocida como CiU. Por un lado tienen incentivos para apoyar la moción y expulsar a Rajoy de Moncloa: es probable que resultara en una relajación del conflicto territorial y que abriera la puerta a negociaciones posteriores. Por otro, tienen incentivos para no hacerlo si, a cambio, el PSOE no se compromete a nada más.
Es el debate que los líderes de la formación conservadora han tenido durante los últimos días. Nada más significa referéndum, o como poco la puerta abierta al fin del 155 y a la reforma constitucional. Sánchez no ha querido negociar nada con ningún grupo político, por lo que el PdeCAT no obtendría ningún rédito inmediato de su elección. Puigdemont ha propuesto esquivar la encrucijada del modo más procesista posible: una abstención que dejara al PdeCAT en una cómoda tierra de nadie.
PNV: todo al presupuesto
El PNV dejó clara su postura cuando Sánchez anunció la moción: frente al entusiasmo inicial de otros partidos de ámbito autonómico, los conservadores vascos se mantuvieron en una inteligente incógnita. Fue un movimiento marca de la casa. Por un lado, el PNV está interesado en mostrarse riguroso frente al ejecutivo que ha activado el 155, relativa línea roja del partido. Por otro, no tiene demasiados incentivos en poner en peligro lo acordado en los presupuestos de este mismo año.
Merece la pena recordar que el PNV ha logrado renegociar para beneficio propio las condiciones del cupo vasco, y que va a ser instrumental en la aprobación definitiva de las nuevas cuentas del gobierno. Su condición para Sánchez es clara: sólo apoyarían la moción de censura en caso de que no hubiera adelanto electoral. Es decir, lo contrario a Ciudadanos. En esencia, al PNV no le importa demasiado quién duerma en Moncloa si sus ganancias presupuestarias no se tocan.
ERC: la incógnita instrumental
Al igual que el PdeCAT, ERC se enfrenta a un dilema de compleja resolución. La formación republicana ya fue simpática a la moción planteada por Unidos Podemos, y prestó sus votos para sustituir a Rajoy. En aquella ocasión, sin embargo, la moción fue presentada por un político abiertamente simpático al "derecho a decidir", condición más que suficiente para que el independentismo republicano catalán pudiera amortizar su voto favorable.
Ahora la situación es distinta. El PSOE ha apoyado sin fisuras el 155. Pero ERC interpreta de modo positivo el fin del mandato popular al frente del ejectuvo popular. Como se explica aquí, parte del independentismo ve con buenos ojos un cambio de escenario que permita reactivar la iniciativa política del procés, aunque ello suponga apoyar la elección de un candidato afín a la provisional suspensión de la autonomía. A esta hora es una incógnita si ERC optará por el "sí" instrumental.
Bildu: siguiendo al procés
La posición de Bildu es mimética, aunque con matices, a la del independentismo. Otegi ha aclarado que comparte "con el 99% de los ciudadanos vascos" la necesidad de "desalojar" a Mariano Rajoy de Moncloa. Pero la alternativa no le convence: juzga al PSOE y a Pedro Sánchez igual de instrumentales a la hora de aplicar el artículo 155 de la constitución de Cataluña. Su sintonía con ERC y el PdeCAT le obliga a afrontar un dilema muy similar: apoyar a Rajoy o no.
Al igual que ERC, Bildu ya apoyó la moción de Pablo Iglesias, un partido más afín a los postulados de ambas formaciones que el PSOE. La moción de Sánchez ha resultado incómoda para casi todas las formaciones, excepto para Podemos, porque ha obligado a un posicionamiento político arriesgado. A Bildu le saca de su zona de confort, al igual que al resto de partidos, porque le obliga a dar un respaldo tácito a Rajoy (un "no") si decide rechazar la moción de Sánchez.
El resto de partidos
Lo ajustado de las mayorías parlamentarias hace que cada voto cuente. De ahí que Sánchez esté tanteando a todas las formaciones, incluidas las minoritarias. La más destacada es Compromís, que lo tiene sencillo: gobierna en la Generalitat Valenciana y en el Ayuntamiento de Valencia junto a Podemos y PSOE, y su atadura al discurso nacionalista o independentista es más laxa. Ha anunciado que, al igual que hiciera hace un año, apoyará la moción de censura.
Nueva Canarias ha seguido la estrategia del PNV: sólo apoya la propuesta de Sánchez si mantiene los presupuestos. Coalición Canarias ha sido más críptica, pero ha deslizado su oposición a una moción apoyada por los partidos independentistas catalanes y vascos. Tanto UPN como Foro Asturias ya prestaron sus votos para la investidura de Mariano Rajoy. Votarán en contra.
Qué puede hacer el PSOE
Con el "no" prácticamente asegurado de Ciudadanos el PSOE tiene menos alternativas encima de la mesa. Todas ellas pasan por los partidos nacionalistas. Por un lado, Sánchez puede aplazar de forma indefinida el adelanto electoral. No es una condición sine qua non de los partidos independentistas, y está explícitamente vetada por el PNV y por Nueva Canarias. Le permitiría mantenerse en Moncloa, ganando tiempo y quizá conteniendo la oleada naranja en las urnas. Sólo Cs las quiere ya.
Por otro, le genera evidentes problemas de narrativa: llegar a Moncloa aupado con los votos de los partidos independentistas lleva adheridas determinadas hipotecas políticas, aunque no sean explícitas. Los votantes más partidarios de aplacar con mano dura la situación en Cataluña tendrían motivos para decantarse por Ciudadanos. Al mismo tiempo, el PSOE se mantendría en Moncloa gracias a una precaria mayoría parlamentaria que requeriría de un encaje de bolillos permanente.
El PSOE tendría que decidir sobre los presupuestos recién aprobados, sobre la continuidad o no del 155 y sobre las políticas sociales hoy relativamente bloqueadas por el techo de gasto y la reducción del déficit. Todo ello en una legislatura fallida y con previsibles bloqueos en las comisiones parlamentarias. A cambio, contendría a Ciudadanos y quizá ganaría votantes en la margen izquierda del tablero. En cualquier caso, el PSOE tendría pocos incentivos para alargar la legislatura.
De ahí que a Sánchez le valga una moción rechazada. Desgastaría al gobierno pero también a los partidos que lo sostuvieran, ya fuera con una abstención o con un "no". Ya fuera argumentando un adelanto electoral o la imposibilidad de apoyar a una formación partidaria del 155.
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