En febrero de 2021 la OMS presentó los resultados iniciales de la investigación sobre los orígenes del SARS-CoV-2 que envió a Wuhan el mes anterior. En ese primer texto la organización anunció, entre otras cosas que ya comentamos en su momento, que “el origen más probable es el salto de un animal —probablemente un murciélago— al ser humano”, “poco probable” que el primer contagio pudiera llegar por comida congelada, y “extremadamente improbable” que se deba a un accidente o un escape de patógenos desde un laboratorio, con los ojos puestos en el famoso Instituto de Virología de Wuhan. Así se lo habían comunicado los científicos enviados.
El 30 de marzo la OMS publicaba unas “observaciones” por parte de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus. “Déjenme decir claramente que, por lo que a la OMS respecta, todas las hipótesis siguen sobre la mesa”, decía la institución ahora.
No creo que esta valoración (sobre los laboratorios) haya sido suficientemente extensa. Son necesarios más datos y estudios para alcanzar conclusiones más sólidas. Aunque el equipo ha concluido que la fuga de un laboratorio es la hipótesis menos probable, esto requiere más investigación, potencialmente con misiones adicionales en las que participen expertos especialistas, que estoy dispuesto a enviar.
En otras declaraciones posteriores que habrán escocido en Pekín, Adhanom afirmó: “en mis conversaciones con el equipo me expresaron las dificultades que tuvieron para acceder a los datos en bruto. Espero que futuros estudios en colaboración incluyan el intercambio de datos de manera más extensa y ágil”.
Uno de estos miembros se ha pronunciado. El microbiólogo australiano Dominic Dwyer, que participó en las investigaciones del SARS de 2003, declaró: "fue muy complicado y muy tenso. Ciertamente, hay presión política, y creo que la presión en realidad está más hacia el lado chino que hacia el nuestro".
En sus palabras, no sólo estuvieron siendo vigilados constantemente por los funcionarios del gobierno, sino que se encararon a los técnicos consultados porque "a veces era difícil entender cómo llegaban a ciertas conclusiones y hubo diferencias de opinión con respecto a eso". Por ejemplo, el equipo solicitó los datos sin procesar de los primeros 174 pacientes de casos de COVID-19 identificados en el primer brote de Wuhan, pero solo se les proporcionó un texto resumido. Tras pasar por la cuarentena obligatoria, el equipo de la OMS sólo pudo estar en el terreno de campo dos semanas y de ellas sólo pasaron tres horas en el instituto de virología.
Estamos oficialmente en el 16º mes desde que este coronavirus está presente en el mundo y aún no tenemos las respuestas sobre su origen, algo que pone en peligro nuestras posibilidades de prevenir la próxima pandemia.
Las dudas de la OMS, la presión informativa y los cables diplomáticos
Tras las citadas “observaciones”, los Gobiernos de 15 países (Estados Unidos, Israel, Corea del Sur, Australia o Reino Unido entre otros) emitieron un comunicado conjunto "para expresar sus preocupaciones" por la falta de rigor y acceso. El mes pasado el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, pidió que se fuese al fondo del asunto, mientras que la directora de Inteligencia Nacional, Avril Haines, afirmó que el gobierno está conduciendo sus propias investigaciones acerca de los hechos al margen del informe de la OMS.
Además en los últimos tiempos se han publicaron dos extensos reportajes periodísticos en dos medios importantes planteando un caso de duda razonable sobre la posibilidad de que el SRAS-CoV-2 provenga del instituto de virología, el primero en el periódico de divulgación que dirige el MIT y el segundo, de la semana pasada, en The Bulleting. A raíz de estas informaciones tanto The Wall Street Journal como The Washington Post han publicado este fin de semana sendos artículos de opinión haciéndose eco.
Hubo múltiples fuentes científicas que en los inicios de la pandemia desalentaron la teoría del laboratorio apostando exclusivamente por el salto de animales a humanos en la naturaleza. Hubo un documento especialmente relevante, una carta firmada por 27 científicos en la prestigiosa revista médica The Lancet el 19 de febrero de 2020, donde afirmaban, entre otras cosas, que se unían “para condenar enérgicamente las teorías de la conspiración que sugieren que COVID-19 no tiene un origen natural” y que concluían “abrumadoramente que este coronavirus se originó en la vida silvestre". El citado artículo de The Bulletin, firmado por Nicholas Wade, escritor y divulgador científico británico que ha trabajado habitualmente con Nature, Science y The New York Times, daría motivos científicos para desdeñar sus supuestas afirmaciones, que considera falsas.
Uno de los firmantes de aquel texto anticonspiraciones de los inicios de la pandemia, Stanley Perlman, se desdijo en declaraciones posteriores al MIT. Ahora considera que lo único que podían probar con lo que sabían en febrero de 2020 es que no fue diseñado como arma biológica, no que no pudiese haber escapado del laboratorio por accidente. También otro firmante, Charles Calisher, cree ahora que algunas afirmaciones fueron exageradas y que no puede decir más “hasta que se tenga más información”.
Peter Daszak, director de la organización de investigación EcoHealth Alliance, escribió el primer borrador de la declaración de Lancet, y también estuvo involucrado en la investigación en Wuhan de la OMS. Este zoólogo fue el elegido como único representante de EE.UU. pese a que Washington propuso a tres funcionarios (de la administración Trump) para el puesto, a los que la comisión de investigación, sobre la que China tenía derecho de veto, rechazó. Daszak trabajó durante muchos años en estrecha colaboración con el Instituto de Virología de Wuhan, por ejemplo como enlace occidental en misiones de cooperación internacional para prevenir pandemias futuras. Según han acusado medios como The Washington Post y colegas de profesión, habría incurrido en un conflicto de intereses, aunque él niega que sea así.
Según una hoja informativa desclasificada del Departamento de Estado de EE.UU. publicada durante la última semana de la administración Trump y corroborada por el actual Secretario de Estado, Antony Blinken, la inteligencia estadounidense alega que el laboratorio llevaba a cabo investigaciones no reveladas sobre coronavirus de murciélago, que llevaba a cabo proyectos de investigación secretos para el ejército chino y que ocultó que en otoño de 2019 varios trabajadores del centro enfermaron con síntomas similares a los de la covid. A día de hoy Peter Daszak afirma en prensa y en sus redes sociales que es en realidad la inteligencia de EE.UU. la que no es fiable.
De la estabilidad del virus y de las granjas lejanas
Hay un punto de esta historia en la que todo se mezcla inevitablemente con la política, la propaganda y con los intereses particulares de todos los frentes del conflicto, desde la reputación de las instituciones como la OMS o las revistas académicas pasando por el deseo de los medios de comunicación de generar noticias atractivas. Puede que ni con un acceso completo a todos los datos se pudiese llegar a día de hoy a una explicación razonable del origen de este virus, pero parece claro que esa custodia de los mismos dictaminada por Pekín no está contribuyendo a llegar al fondo del asunto.
La cuestión fundamental que escama a los investigadores es que aún no se conoce el predecesor del SARS-CoV-2, clave para dilucidar su origen. Su pariente conocido más cercano es el coronavirus denominado RaTG13, del que es genéticamente similar en un 96%, lo cual en términos genéticos es en realidad poco, y para más inri éstos se encuentran en murciélagos que vivían en cuevas en Yunnan, a 1.500 kilómetros de distancia de Wuhan. Es decir, demasiado lejos (haría falta un reservorio animal muy grande y próximo al centro de contagios para que el virus hubiese podido brotar espontáneamente a la población, y los murciélagos de aquella zona no vuelan esas distancias).
Alina Chan, del Broad Institute, un centro de investigación impulsado por Harvard y el MIT, publicó un pre-print en bioRxiv en el que comparaba el SARS2 con el SARS1 en etapa tardía. A diferencia de lo que ocurrió con el SARS1, todas las primeras muestras recopiladas del SARS2 de los infectados en diciembre de 2019 eran casi idénticas al virus humano aislado, y eso quiere decir que se cree que los que estuvieron allí se ya estaban infectando directamente de otros humanos, y no de intermediarios, y sugiere que el virus puede haber sido introducido de una sola fuente. Además, de las 336 muestras de animales recolectadas por el equipo de la OMS en el famoso el mercado de mariscos de Huanan, uno de los primeros focos detectados y centro de la teoría del salto interespecies, ninguna resultó positiva para el SARS-CoV-2, aunque cabe la posibilidad de que no tomasen suficientes muestras.
Además, alega que el nuevo SARS tenía muy baja diversidad genética, que era muy estable y estaba muy bien adaptado a las células humanas y que no producía cambios (al menos hasta hace unos meses), cuando el SARS1 pasó un tiempo mutando y adaptándose hasta que encontró una forma adecuada, lo que hace pensar que podría provenir de un cultivo artificial.
Son este tipo de informaciones junto a otras (aquí se habla del misterio en torno al sitio de escisión de la furina dentro del virus) las que respaldan la teoría de la fuga del laboratorio, aunque no puede insistirse lo suficiente en que son eso, teorías no probadas.
Del otro lado está la viróloga china Shi Zhengli, subdirectora del Instituto de Virología de Wuhan y apodada como "bat lady" por su amplio conocimiento en coronavirus de murciélago. Ella es al tiempo la persona a la que le debemos el nexo entre el covid-19 con el origen animal del virus y también el rostro visible del trabajo chino sobre el coronavirus y esta crisis. Al principio de la epidemia en declaraciones a Scientific American llegó a declarar que le sorprendía que ese virus estuviese en Wuhan, dado que sabía que su origen tendría que ser mucho más lejano, de sitios como Yunnan, donde precisamente ella y su equipo llevan años recogiendo muestras. "¿Podría haber salido de nuestro laboratorio?", declaró, para después haber afirmado que tiene pruebas de que no fue así.
A la teoría que en este momento más crédito dan los investigadores de China es a la de que el virus circulaba desde mucho tiempo atrás, que no se originó el Wuhan, que pasó desapercibido mutando durante meses y que entró en la ciudad a través de la importación de alimentos, seguramente por alimentos congelados. Se sabe que el virus puede persistir en las condiciones que se encuentran los alimentos y envases congelados, y desde hace meses el país testea de forma recurrente envases de alimentos importados y obliga a refrigerarlos en neveras segregadas. Por su parte el CDC estadounidense dijo en febrero de 2021 que sus investigaciones indicaban que "no hay evidencia sólida" de que los alimentos envasados o los propios envases sean una fuente probable de transmisión, y que las muestras que se tomaron de los mercados de Wuhan antes del inicio de la epidemia dieron todos negativo en SARS-CoV-2.
Peter Daszak considera que esta debería ser la principal línea de investigación, la que puede tener más potencial. El informe de la OMS concluye que los nuevos puntos de estudio tendrán que ser las cadenas de suministro del mercado, así como las granjas de origen de los animales que allí se vendían, para examinar el papel que estos animales pudieron tener en la diseminación de la enfermedad. Los mercados de animales salvajes estuvieron relacionados con la aparición del SARS1 en la provincia china de Guangdong en 2002.
Fotos: Ng Han Guan.
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